Abusos, violencia generalizada y un profundo daño ambiental son las características que definen la zona conocida como el arco minero del Orinoco en Venezuela, un área que representa el 50% del territorio venezolano y ocupa los estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro.
La zona del arco minero cuenta con 10 parques naturales, 33 poblaciones indígenas, uno de los depósitos de agua más grandes del mundo y más de 7.000 toneladas en reservas de minerales como oro, diamante y coltán, entre otros. Pero, su riqueza natural es casi tan grande como la amenaza que se cierne sobre ella.
“La presencia de mercurio en el agua ha causado muchísimas consecuencias porque el agua es la base de estas comunidades; entonces, esto ha llevado a enfermedades”, denuncia, Alessandra Pina, investigadora de Freedom House.
De acuerdo con un reciente informe de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, los habitantes de esta zona están atrapados en un contexto generalizado de explotación laboral y altos niveles de violencia por parte de grupos criminales que controlan las minas y que son apodados como sindicatos. A esto, se suma el daño ambiental y el deterioro de las condiciones de salud.
“Hay incidentes en los que han amputado las manos por cometer delitos. Así es como se mantiene el orden en estas minas de control ilegal”, asegura Tamara Taraciuk, Subdirectora Interina para las Américas de Human Rights Watch, organización que da seguimiento a la problemática de derechos humanos en el arco minero.
Debido al deterioro de las condiciones económicas y sociales en Venezuela, los que no han podido emigrar a otros países se han movido a la zona sur del río Orinoco, donde se exponen a explotaciones de todo tipo, calificado por defensores de derechos humanos como una esclavitud moderna.
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