Era el cinco de abril de 1994, Kurt llegó a su casa en Seattle y logró atrincherarse en una habitación de su domicilio. Sacó de una caja de tabaco todos los accesorios que utilizaba para suministrarse drogas y se inyectó tres dosis de heroína.
Se acomodó en el piso, no sin antes haber dejado a la vista una identificación, para que quien encontrara su cuerpo pudiera constatar que en efecto se trataba del icono del grunge y no era una broma de muy mal gusto o un maniquí, y apoyó sobre su pecho una escopeta calibre .20.
El cañón le apuntaba directo a la barbilla y un disparo certero arrebató su vida; había dejado una carta para despedirse de Frances, de Courtney y del mundo entero.
“Es mejor quemarse que desvanecerse”: la nota que dejó Cobain
Así terminó la vida del atormentado cantante que con apenas tres álbumes de estudio ya había alcanzado con la banda icono del grunge, Nirvana, ventas de más de treinta millones de copias.
Gary Smith, un electricista que entonces tenía trabajo en el domicilio de Cobain, finalmente encontró el cuerpo del cantante — quien entonces ya había sido reportado como desaparecido— tres días después de que se quitara la vida.
“Es mejor quemarse que desvanecerse”, se leía en la nota suicida, escrita en tinta roja y dedicada a Boddha, amigo de la infancia de Kurt. “No puedo soportar la idea de que Frances (su hija) se convierta en el rockero miserable y autodestructivo que me volví”, escribió y unas líneas más adelante aseguró que la pequeña estaría mejor sin él.
“Frances y Courtney, estaré en su altar. Por favor sigue adelante, Courtney, por Frances, porque su vida sea mucho más feliz sin mí. Te amo, te amo”, se despidió Kurt ,y con él el grito del hombre que no buscaba la fama, pero la encontró.
El líder de Nirvana marcó a toda una generación y musicalizó una época para siempre, su trágico final también fue sintomático de una época y no fue la única estrella que sacudió al mundo con su muerte.
El último “speedball” de Layne Staley
Pasaron dos semanas para que encontraran el cuerpo de Layne. Cuando lo encontraron, postrado en el sofá de su departamento en Seattle, le faltaban dientes y pesaba poco más de 40 kilogramos; ya no había ninguna pista del hombre con aquel sello ríspido y suave en la voz.
Durante esos últimos días, quien alguna vez fue el vocalista de Alice in Chains, vivía una vida completamente sedentaria, con los videojuegos y la heroína como protagonistas. Pero hacía mucho que la escena del grunge no lo reconocía.
“Sé que estoy muriendo. No me está yendo bien. No intentes hablar sobre esto con mi hermana Liz. Ella lo sabrá tarde o temprano (…) Sé que estoy cerca de la muerte. Este maldito consumo de drogas es como la insulina que un diabético necesita para vivir, no estoy drogándome para darme un viaje como muchos piensan. Sé que cometí un gran error cuando empecé a utilizar esta mierda. Es muy difícil de explicar ”, reflexionó Layne unos meses antes de fallecer en entrevista con Adriana Rubio.
Meses antes de fallecer, Staley ya sabía que estaba cerca de la muerte; ya había visto fallecer a su pareja a manos de las drogas. Situación que, según los integrantes de la banda que lo catapultó al éxito, lo llevaron a renunciar a la vida.
Además de Alice in Chains, Layne tuvo otros proyectos musicales, agrupaciones en las que pudo entrenar su talento y de las que destacó por su peculiar forma de cantar y por el contraste que aquella voz áspera y profunda tenía con una cara dulce y una figura delgada.
Staley fue hallado muerto el 19 de abril de 2002, el informe de la autopsia más tarde revelará que había muerto después de una inyección de una mezcla de heroína y cocaína conocida como “speedball”.
Tras su muerte, la banda se despidió de él con un comunicado: “Durante la última década, Layne batalló muchísimo. Solo esperamos que al final haya encontrado algo de paz. Te amamos, Layne. Muchísimo. Y te extrañaremos… infinitamente”.
Kristen Pfaff: el “hole” que dejó Minneapolis
En 1993, los enigmáticos fundadores de la banda de grunge Hole, Courtney Love y Eric Eraldson, buscaban reclutar un nuevo talento femenino para unirse a una de las agrupaciones más prometedoras en la escena musical de aquel entonces.
Y lo encontraron. Kristen Marie Pfaff, una bajista nacida en Nueva York y que unos años antes había formado su propia banda de punk Janitor Joe, llamó la atención de ambos en una de las giras de aquella banda y tiempo después dejó Minneapolis para establecerse en Seattle, la Ciudad Esmeralda que vio el grunge nacer y a sus estrellas morir.
Pfaff, quien acuñó aquel apellido del segundo esposo de su madre, tomó el lugar de Jill Emery en el grupo liderado por Love, comenzó a trabajar en las grabaciones del segundo álbum de la banda, Live Through This y en seguida se sumó al estilo de vida de las estrellas de rock de la época; aquel lleno de excesos y adicciones a la heroína.
“En este breve periodo de su vida, por primera vez Kristen se arrojó a las drogas. Creo que fue presión por parte de sus amigos. Creo que fue parte de la escena musical en Seattle donde el uso de las drogas es glamurizado y enfatizado”, contó la madre de Kristen, Jannet, a Buffalo News a la postre de su fallecimiento.
A pesar del glamour, según contó ella misma a reporteros de periódicos universitarios, Kristen quería volver a casa. Incluso, se especula que se sometió a un tratamiento de rehabilitación para dejar atrás el abuso de la heroína.
Sin embargo, en 1994, con tan solo 27 años, Pfaff fue hallada muerta en la bañera. Su fallecimiento se debió a una sobredosis de aquel opioide. Hay versiones que sostienen que su muerte se debió en gran medida a la depresión que le ocasionó el suicidio de Kurt Cobain, a quien admiraba y consideraba un amigo cercano.
Las dudas sobre el suicidio de Chris Cornell
El 18 de mayo de 2017, Chris Cornell sacaba las notas más tristes que una guitarra puede hacer sonar. Con la melena corta y desacomodada, enfundado en unos jeans oscuros y una camiseta color gris, el vocal de Audioslave y Soundgarden lo daba todo en un escenario en Detroit, Estados Unidos, y se despedía de sus fanáticos; aunque ellos no lo sabían.
Según reportaron medios internacionales, horas después de aquel concierto, el cantante de 52 años de edad presuntamente se quitó la vida en una habitación de hotel de aquella ciudad estadounidense, en donde lo encontraron con una cinta en el cuello, ya sin vida.
La depresión que sufría Chris desde hacía varias décadas fue razón suficiente para que algunos se convencieran de que había sido un suicidio. No era, desde ya, la primera estrella del grunge que partiera de esa manera. Sin embargo, poco después de su muerte, la esposa de Cornell calificó de “inexplicable” el presunto suicidio.
“Yo sé que amaba a nuestros hijos y que nunca se hubiera quitado la vida conscientemente por el daño que les haría. Cuando hablamos después del concierto noté que balbuceaba. Estaba diferente. Me dijo que tal vez se había tomado un Ativan o dos de más”, explicó Vicky Cornell.
Entonces Vicky culpó al médico responsable del tratamiento del cantante de “Like a Stone” y, específicamente, al uso de aquel fármaco que, a pesar de combatir la ansiedad y el insomnio, podría tener efectos adversos como pensamientos paranoides o suicidas, balbuceos y alteración del juicio.
Mia Zapata: el asesinato que sacudió a Seattle
Era el verano de 1993, en Seattle. Durante un 6 de julio, una mujer caminaba con una camiseta de la banda de punk en ascenso The Gits. Acababa de reunirse con uno de sus amigos, aunque en realidad estaba en búsqueda de su pareja. Al no encontrarlo, emprendió el regreso a su casa a las dos de la madrugada.
Esa mujer llevaba por nombre Mia Katherine Zapata y era una de las estrellas de la escena punk y grunge de Seattle. Aquella noche sería la última vez que se le vería con vida; en el camino, un hombre la violó y la estranguló con los cordones de la prenda que llevaba puesta.
La prenda, por cierto, era la publicidad de la banda que lideraba. Una promesa en la música grunge que de repente se desvaneció con el asesinato de Mia Zapata, que no sería esclarecido hasta 2002, cuando dieron con el homicida y le dictaron sentencia.
Su cuerpo fue encontrado a las 3:20 de la madrugada en una calle solitaria por una prostituta. El velorio de Mia fue sumamente íntimo.
Se prendieron velas en las casas, se rindieron pequeños homenajes y, sobre todo, la comunidad se organizó para iniciar Home Alive, un organización anti violencia que ofrece clases de defensa personal.
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