Después del año más negro de su historia, el único en sus 65 ediciones en el que hubo de ser cancelado, el Festival de la Canción de Eurovisión ha logrado dejar atrás la sombra de la pandemia para renacer y brillar este martes con una primera semifinal en la que se han cumplido casi todos los pronósticos.
EFE
Malta, una de las grandes favoritas al triunfo según las casas de apuestas, ha conseguido en la ceremonia celebrada en Róterdam una de las diez plazas clasificatorias para la final del próximo sábado junto a Israel (por sorpresa), Noruega, Rusia, Azerbaiyán, Lituania, Chipre, Suecia, Bélgica y Ucrania.
Por el camino se han quedado otros seis contendientes: Rumanía, Australia, Irlanda, Eslovenia, Macedonia del Norte y Croacia, algunas de las cuales, de no ser por el alto listón, podrían haber pasado sin problemas en cualquier otra edición, especialmente la última.
Y es que el año de barbecho parece haberle sentado bien al festival europeo, que ha retornado con uno de sus mejores niveles tanto en el apartado musical como en el escenográfico, con abundancia de propuestas dinámicas y enfocadas al puro espectáculo televisivo, incluso en el caso de las baladas.
La gala, que en España ha podido seguirse a través de La 2 de RTVE, ha arrancado puntual a las 21 horas en el Ahoy Rotterdam con un escenario apabullante y muy versátil al que han podido asistir 3.500 personas como espectadores pese a que el país está sometido aún a fuertes restricciones por la covid-19.
De hecho, la enfermedad ha estado a punto de arruinar la participación en directo de dos de los países de esta semifinal, Malta y Rumanía, cuyos equipos compartían hotel con dos positivos declarados el pasado fin de semana en el seno de otras delegaciones. Finalmente, los resultados negativos de sus PCR les han permitido subirse al escenario.
Colorista, pletórica de voz y con momentos bien definidos, la maltesa Destiny ha podido interpretar así en directo su «Je Me Casse», un vodevil entre soul y pop que no desentonaría en la BSO de la película «Burlesque» y que ha cerrado la ceremonia por todo lo alto.
No le ha ido a la zaga el arranque con los lituanos The Roop y su contagioso «Discoteque», un ritmo que no ha decaído con actuaciones en la onda más pura del pop anglosajón y bailable, como la de la chipriota Elena Tsagrinou con los toques mediterráneos de «El Diablo» o la azerí Efendi con «Cleopatra» y sus soniquetes arábigos.
En esa liga también ha jugado la israelí Eden Alene y «Set Me Free» y, pese a las dudas iniciales (los pronósticos la dejaban fuera), finalmente no le ha pasado factura la escalada de violencia en la que su país se ve envuelto desde hace días con los palestinos y que ha causado decenas de muertos.
Los belgas Hooverphonic, referencia del trip hop en los años 90 con temas como «Mad About You» y por ende los rostros más conocidos fuera del circuito eurovisivo, han servido la elegancia con «The Wrong Place» y una sencilla pero efectista propuesta en 360 grados en torno a su vocalista, Geike Arnaert.
En ese variado espectro, Tusse le ha puesto la nota de calor humano al evento con su relato de niño refugiado procedente de Uganda que llega a representar a Suecia con «Voices», un canto de hermanamiento colectivo y empatía.
Únicos y distintivos con el folk electrónico de «Shum», los ucranianos Go_A se han ido ganado la plaza día a día, especialmente desde su desembarco en los ensayos, igual que la rusa Manizha con el canto de rebeldía de «Russian Woman». Para el recuerdo, el momento en el que escapa de su traje folclórico y del cliché como una matrioszka empoderada.
Ya en el apartado de los excesos, tan enraizados en la tradición del pop para masas como en la de Eurovisión, han quedado las alas de ángel y abrigo de oso polar con estética rapera del candidato noruego TIX o la camiseta con efecto de bola de espejos del macedonio Vasil.
Tanto recurso y despliegue de luces durante la gala ha dejado muy pequeña la actuación enlatada desde Australia de Montaigne, la única que no ha podido viajar hasta Róterdam por las restricciones de su país.
Llegado el final, solo cabe reprocharle algo a esta primera gala: que el guion se olvidara de mencionar al cantautor italiano Franco Battiato, quien fuera uno de sus más ilustres participantes, fallecido justo hoy a los 76 años.
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