Invasiones y confiscaciones de fincas, mafias que trafican tierras, inseguridad jurídica y violencia. El estado llanero de Barinas, donde nació Hugo Chávez y su familia ejerce el poder regional, sintetiza los males de la agricultura y la ganadería en Venezuela, cuya población está sometida al hambre y la crisis humanitaria.
Francisco Olivares | El Estímulo
En la tierra de los Chávez, según el levantamiento estadístico que ha llevado la Asociación de Productores Rurales de Barinas (AsoBarinas), las invasiones siguen su curso. Hasta ahora 710.130 hectáreas de tierras productivas han sido despojadas a sus legítimos dueños durante la llamada revolución bolivariana, el movimiento fundado por el comandante de paracaidistas Hugo Chávez.
El estatal Instituto Nacional de Tierras INTI, grupos irregulares armados y activistas vinculados al chavismo son los protagonistas de estas apropiaciones indebidas y agresiones.
La superficie confiscada, expropiada, usurpada o robada, junto con sus instalaciones, cultivos, animales, equipos y bienhechurías suma un área equivalente a dos veces la superficie de un pequeño país como Puerto Rico.
En la zona norte y oeste del estado Barinas, en los municipios Cruz Cojedes, Barinas y Bolívar, dominan grupos organizados vinculados con autoridades locales que se registran como asociaciones campesinas.
Estos grupos dirigen las invasiones, según los datos que maneja la Asociación de Productores Rurales de Barinas (Asobarinas). En las zonas este y sur, frontera con el estado Apure, hay presencia de grupos armados, llamados “botas negras” asociados a los movimientos guerrilleros como FARC disidentes, Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Bolivarianas de Liberación (FBL).
Según los productores de la región estas bandas se han convertido en “un Estado dentro del Estado” y controlan hasta las guías para movilizar el ganado.
Un caso emblemático
Una de estas historias que muestran la ausencia de leyes y seguridad jurídica en Barinas ha sido la invasión de una pequeña finca de 257 hectáreas que lleva dos años invadida. A pesar de haber demostrado toda la documentación exigida por la autoridades del Instituto Nacional de Tierras (INTI), los invasores permanecen allí impidiendo la producción que sus legítimos dueños desarrollaron durante muchos años.
Se trata de la Finca “El Paraíso” ubicada en el municipio Barinas, cerca de la capital de la entidad, cuyo propietario es Hermes Balza. Lo llamativo de esta invasión es que no se trata de una gran terrateniente, sino un pequeño productor cuyos predios fueron reconocidos y ratificados en 2018 con un título de “adjudicación socialista agraria y carta de registro agrario” emitida por la Unidad de Memoria Documental del INTI, y avalado por la Oficina Regional de Tierras de Barinas.
Toda esa documentación respalda a su dueño Hermes Balza. Sin embargo, este productor no se pudo escapar de los invasores que operan en la región.
Invasiones bárbaras
Para el momento de la invasión, Balza tenía 87 búfalos, 70 hembras de levante y 15 animales dedicados al ordeño; además de 12 vacas de raza Carora que producían queso. Así mismo contaba con cinco hectáreas sembradas de cacao tipo porcelana, reconocido internacionalmente entre los mejores del mundo. La finca, además de tener área de producción, poseía una parte clasificada como zona de reserva protegida.
Según la denuncia de los productores, como los invasores no lograron obtener los documentos para su permanencia dentro del fundo procedieron a incendiar la finca. Quemaron todo, tanto la parte de producción que incluyó potreros, cercas y botalones de madera; así como la zona de siembra.
Además incendiaron parte de los bosques protegidos en donde se encuentra 10 caños que son los nacientes del río Santo Domingo, el más importante de la entidad.
Método perverso
El mecanismo de este tipo de invasiones suele operar de la siguiente manera. Primero se ubica un grupo de invasores en la puerta de la finca. Es el grupo de vigilancia, en tanto que otros movilizan los documentos ante el INTI y otros organismos para permanecer en la propiedad. Luego se procede a la quema de cercas y potreros, lo que obliga al productor a sacar las reses del lugar y trasladarlos a otra finca para que puedan pastar.
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