Desde 1863 hasta 1998, más de 150.000 niños indígenas fueron separados de sus familias y llevados a internados estatales en Canadá.
Por BBC
Estos colegios administrados por el gobierno, y operados mayormente por la Iglesia católica, formaban parte de la política para lograr asimilar a los niños indígenas.
A los menores no se les permitía hablar su idioma o practicar su cultura y muchos eran maltratados y sufrían abusos.
Ahora, el aterrador hallazgo de los restos de 215 niños que eran estudiantes de uno de esos internados, la Kamloops Indian Residential School ha puesto de nuevo el foco en los abusos cometidos en estas instituciones.
«Genocidio cultural»
Las iglesias cristianas fueron esenciales en la fundación y el funcionamiento de este tipo de escuelas.
La Iglesia católica, en particular, fue responsable de operar hasta el 70% de los 130 internados, según la Sociedad de Sobrevivientes de Escuelas Residenciales de Indígenas.
Los niños se vieron obligados a abandonar sus idiomas nativos, hablar inglés o francés y convertirse al cristianismo.
Joseph Maud fue uno de esos niños. En 1966, con cinco años, ingresó en el internado de Pine Creek, en Manitoba.
Se esperaba que los estudiantes hablaran inglés o francés, pero Maud solo hablaba su nativo Ojibwa.
Si los estudiantes hablaban su lengua propia, se les tiraba de las orejas y se les lavaba la boca con jabón, le contó Maud a la BBC en 2015, cuando se publicó un informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR).
«Pero el mayor dolor fue estar separado de mis padres, primos y tíos y tías», le dijo Maud a la BBC.
El informe describió la política dirigida por el gobierno como un «genocidio cultural».
«Estas medidas fueron parte de una política coherente para eliminar a los aborígenes como pueblos distintos y asimilarlos a la corriente principal canadiense en contra de su voluntad», se lee en el resumen del informe.
«El gobierno canadiense siguió esta política de genocidio cultural porque deseaba desprenderse de sus obligaciones legales y financieras con los aborígenes y hacerse con el control de sus tierras y recursos».
Malas condiciones y abusos
En el informe también se detallaron fallas radicales en el cuidado y la seguridad de estos niños, con la complicidad de la Iglesia y el gobierno.
Los estudiantes a menudo fueron alojados en edificios mal construidos, con poca calefacción e insalubres, según el informe. Muchos carecían de acceso a personal médico capacitado.
Con el trabajo de la CVR se estimó que unos 6.000 niños habían muerto mientras estaban en internados. Sus cuerpos rara vez regresaban a casa y muchos fueron enterrados en tumbas sin nombres.
El Proyecto Niños Desaparecidos documenta las muertes y los lugares de entierro de los niños y hasta la fecha se han identificado más de 4.100 menores.
Pero muchos más sufrieron abusos emocionales, físicos y sexuales.
Maud le contó a la BBC en 2015 que tenía que arrodillarse en el piso de cemento de la capilla, porque las monjas le decían que «esa es la única forma en que Dios te escucha».
«Lloraba al arrodillarme, y pensaba: ‘¿cuándo va a terminar esto? Que alguien me ayude'».
Recordó que cuando mojaba la cama, la monja a cargo de su dormitorio le frotaba la cara con su propia orina.
«Era muy degradante, humillante. Porque estaba durmiendo en un dormitorio con otros 40 niños», contó.
En 2008, el gobierno canadiense se disculpó formalmente por el sistema.
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