En el “condominio de las abuelas”, caminar por los pasillos era un festín para los sentidos. El olor a plátano frito, pan de jalá acabado de hornear y pechuga asada se mezclaban con los sonidos de los éxitos de salsa de Willy Chirino y el diálogo operístico de los actores de telenovelas.
Por LINDA ROBERTSON– EL NUEVO HERALD
En los 12 pisos de Champlain Towers South hubo juegos de cartas, cenas de Shabat, reuniones familiares, celebraciones navideñas. Paseos al amanecer en la playa seguidos por cafecito cubano en balcones bañados por la brisa del mar. Los nietos chapotearon en la piscina mientras sus abuelos durmieron en las tumbonas. La gente conversó en inglés, hebreo, portugués, francés, ruso y español. En cualquier viaje en ascensor, era un popurrí de “Shalom”, “Oi, tudo bem?”, “Rad tebya videt” o “Cómo estas?” (Hebreo, portugués, ruso, español).
Luego, a eso de la 1:30 de la madrugada del 24 de junio, mientras la mayoría de los inquilinos dormían, el edificio empezó a crujir y a hacer ruidos. Los insomnes que temían un terremoto se apresuraron por las escaleras y escaparon, pero 55 de 136 unidades fueron destruidas. En cuestión de segundos, decenas de vidas quedaron enterradas bajo toneladas de escombros.
El corazón y el alma de la pequeña localidad de Surfside quedaron silenciados. Hasta el mediodía del sábado el número de muertos era de 24 y el de desaparecidos —una clasificación que mantiene un hilo de esperanza— de 124.
“Estamos orando para que El Todopoderoso haga un milagro, un milagro de proporciones bíblicas”, dijo el rabino Raphael Tennenhaus, del Jabad del sur de Broward, que conoce a 34 de los desaparecidos, incluidos su cuñada y su cuñado.
Lo que queda de Champlain South, un lugar donde muchos sueños de jubilación se hicieron realidad y un número creciente de familias jóvenes echó raíces, está habitado por equipos de búsqueda y rescate que encuentran peluches, juguetes, carteras, tarjetas escritas a mano y fotografías, pero pocos cuerpos. El olor de los vapores de diésel y los sonidos de las grúas gigantes flotan sobre las ruinas y en ese tramo de Collins Avenue.
Los vecinos de Surfside están en estado de shock y temen que su ciudad, como Parkland, sea famosa para siempre por la tragedia.
“Surfside está en el centro del universo en este momento. ¿Puedes creerlo? Aquí nunca pasa nada”, dijo Peggy Sreter. “A partir de ahora, nos conocerán como la ciudad donde se derrumbó el condominio”.
Sreter y su esposo Abe, dueños del café The Carrot en Harding Avenue, estiman que conocían a 50 personas que vivían en Champlain South. Han escuchado relatos desgarradores de solo cuatro sobrevivientes, incluido el de una amiga que salió por la puerta del piso 11 y casi tropezó con el abismo al otro lado del pasillo donde las unidades de sus vecinos se habían caído.
“Muchos de nuestros clientes están desaparecidos”, dijo Sreter mientras preparaba platos de comida para los miembros de la familia que esperaban en el centro comunitario. “Pero la prima de mi madre logró escapar. Estaba en el lado seguro del edificio“.
LOS ABUELOS CUBANOS QUE VIVÍAN EN SURFSIDE
La difunta madre de Sreter vivió en el número 304 de Champlain South durante sus años de jubilación. Los padres de Sreter formaban parte de un gran grupo de judíos cubanos que emigraron a Miami en 1960 después de la revolución de Fidel Castro y se establecieron en Surfside.
“La torre sur solía estar llena de judíos como nosotros- jewbans”, dijo Sreter, recordando cómo sus hijos crecieron pasando los fines de semana en la piscina de su abuela. “Es una institución. Todos los abuelos cubanos vivían en ese edificio ”.
Y a las abuelas no les gustaba perder ni un centavo en los juegos de póquer, dijo Michelle Kuper, nativa de Surfside, cuya abuela y tía vivían en Champlain East.
Varias familias disfrutan de la piscina del Centro Comunitario de Surfside el 5 de julio de 1981, el mismo año en que se inauguró Champlain Towers, la torre de condominios que se derrumbó. Las fotos son de Tina Paul, quien creció en Surfside, trabajó en Nueva York como fotógrafa y ahora es la vicealcaldesa de la ciudad de Florida. photo by ©Tina Paul 1981 PHOTO BY ©TINA PAUL 1981
“Me reía de mi abuela porque todas las semanas iba al banco a buscar los $100 en billetes de $20 pero también en rollos de cinco, diez y centavos”, dijo Kuper. “Se lo tomaban muy en serio. No podías meterte con ellos cuando estaban jugando a las cartas“.
Sucesivas olas de inmigrantes también fueron atraídas a Surfside y Champlain South, donde encontraron su pedacito de paraíso a la orilla del mar. En los 40 años transcurridos desde que fue construido, nombrado por su desarrollador franco-canadiense, se ha convertido en el hogar de cada vez más puertorriqueños, colombianos, venezolanos, argentinos, brasileños, chilenos, paraguayos y uruguayos.
Llegaron también muchos judíos latinoamericanos a Champlain, ya que estaban cerca de sinagogas y restaurantes kosher. En los últimos años, más jóvenes y parejas con niños se fueron mudandp, uniéndose a los inquilinos que vienen huyendo del frío y los que llegaban de Nueva York.
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