Ubican a Caracas como la ciudad privilegiada, al no recaer -con tanta fuerza- las fallas diseminadas en todo el territorio nacional. Expertos coinciden en devolverse a los años 1.950 ya que el abandono se acentúa en las regiones, al punto que pocas ciudades capitales de municipios o estados se salvan de la precariedad en los servicios públicos, que relacionan con el entramado de corrupción y hasta conlleva a mercados paralelos. Además que la población sobrevive a la hiperinflación con 44 meses que condenan al hambre y un piso económico que decae en producción, desahogándose en la figura de emprendedores ante la asfixia de conseguir un ingreso para el sustento.
Guiomar López | La Prensa de Lara
El olor a humo ya es común, dejó de ser exclusivo en campos y se instaló en ciudades. La salida forzada de las familias, que no solo quemaban la basura por las intermitencias de la recolección del aseo y preparan sus alimentos por las fallas de distribución del gas. También tuvieron que adaptarse a las cocinas eléctricas, con la factura de la crisis energética desde ese apagón nacional de marzo de 2.019 y que a 28 meses sigue sin programación de los cortes. La denuncia estremece desde el caos que enfrentan los venezolanos, entre potencialidades estancadas en el espejismo y el peso cíclico que hasta llegó a sustituir bombillos por los mecheros a gasoil.
El régimen solo mantiene medianamente a Caracas, por ser la puerta de entrada al país. Las deficiencias se intensifican a los más dispersos, con capitales rurales tan golpeadas por carencias de servicios públicos», señala el dirigente político Guillermo Palacios, al considerar que Venezuela retrocedió 70 años, con indicadores macroeconómicos que se acercan al inicio de la industria petrolera. ¿Quién pensaba desempolvar los molinos que pertenecieron a abuelas?, cuya respuesta se apreció desde 2.017, ante la escasez de alimentos que llevó a moler maíz para las arepas y hasta el rebusque de familias, vendiendo masa de maíz.
Una escalada con los principales servicios públicos como agua, electricidad, gas y hasta el combustible perdidos por falta de mantenimiento. Una condena por la corrupción, que no ha tenido la contraloría interna ni mantenimiento permanente para garantizar la calidad y operatividad. «No hay el interés, porque se hubiese avanzado tanto con el suministro fijo del agua, al ponerle empeño al sistema hidraúlico Yacambú», recordó de ese proyecto que empezó en los años 70 y quedó inconcluso.
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