El presidente de Perú obliga a renunciar a su ‘número dos’, cambia a seis ministros e incorpora más mujeres al Gabinete.
Empieza un nuevo capítulo en el aún breve Gobierno de Pedro Castillo. El presidente peruano ha roto este miércoles, 69 días después de asumir el poder, las amarras que lo ataban al sector más radical de su entorno. El mandatario forzó la renuncia de su primer ministro, Guido Bellido, mano derecha de Vladimir Cerrón, el líder de la formación marxista-leninista que aupó a Castillo a la presidencia, después de llegar al partido como un paracaidista. Si algún día Cerrón o Bellido, quien encontró casi por azar al maestro rural y le ofreció la candidatura de Perú Libre, pensaron en él como un hombre de paja, este miércoles su creación ha tomado vida propia. El presidente ha cambiado además a 6 de sus 19 ministros, lo que Perú Libre ha definido como “una traición a todas las mayorías” que lo llevaron al poder.
Castillo se ha encontrado en estos dos primeros meses de presidencia numerosas piedras en el zapato, pero Bellido fue desde el primer día la más gorda de todas. Su nombramiento fue una sorpresa, desagradable para casi todos. Algunos de los ministrables se negaron durante horas a asumir su cartera hasta que el presidente se comprometió a mantener a Cerrón alejado de las decisiones del Gobierno. Esa fue la primera gran crisis del Ejecutivo. Antes incluso de echar a andar.
La elección de un desconocido para la mayoría, sin experiencia de gestión y autor de exabruptos misóginos y homófobos en redes sociales como primer ministro fue interpretada como la prueba de que Castillo se plegaba al poder de Cerrón, al que muchos acabaron por considerar un presidente en la sombra. Bellido nunca lo puso fácil. Desde el primer día se convirtió en el centro de las críticas al Gobierno y la tensión con él dentro del gabinete fue en aumento. En las últimas semanas amenazó públicamente con expropiar un yacimiento de gas o invitó a renunciar a un ministro si no estaba de acuerdo en reconocer a Nicolás Maduro. Varios miembros del Gobierno se desmarcaron de él públicamente.
Los intentos del presidente por alejarse de un discurso radical -su defensa a la propiedad privada, sus invitaciones a la inversión extranjera y a la estabilidad económica-, chocaban una y otra vez con Bellido, convertido en un verso libre al que Cerrón jaleaba desde el altavoz de Twitter. El Gobierno tenía difícil avanzar así.
Pero su salida también abre un interrogante sobre la relación futura del Gobierno con las siglas con las que llegó al poder. A tenor de los primeros comunicados -”la bancada de Perú Libre no respalda este Gabinete”-, nada augura que la relación vaya a ser fácil. Al presidente no le sobra ni un apoyo para sacar sus iniciativas adelante. Renunciar a los escaños de Perú Libre podría ser un suicidio político. Cerrón, como líder de la formación, ya lo había advertido en la red social antes de conocer la nueva composición del Gobierno: “Es momento que Perú Libre exija su cuota de poder, garantizando su presencia real o la bancada tomará posición firme”.
Castillo ha decidido aún así asumir los riesgos y cortar de raíz el mayor de sus problemas, pero no el único. La remodelación del Gobierno anunciada la noche del miércoles corrige algunos errores, que él mismo reconoció, como el aumento del número de mujeres, que pasan de dos a cinco. La nueva primera ministra será la excongresista Mirtha Vásquez, defensora de los derechos humanos. El mandatario pretender cerrar la brecha que Bellido había abierto en el Ejecutivo, en el que varios responsables ni siquiera despachaban directamente con él a pesar de ser el presidente del Consejo de Ministros.
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