Las zapatillas de Wang Yuetang se hunden en el lodo de lo que era su próspera granja de maíz y maní, mientras revisa el daño causado por un clima inestable.
Tres meses después de que las lluvias torrenciales inundaran buena parte de la provincia central de Henan, aún hay zonas de las llanuras en el corazón agrícola de China que siguen bajo varias pulgadas de agua. Es una de las muchas calamidades en todo el mundo que dan carácter de urgencia a la cumbre climática de Naciones Unidas que se celebra en Glasgow, Escocia.
“Este año no hay nada. Está todo perdido”, dijo Wang. “Los campesinos de las zonas bajas básicamente no tienen cosecha, nada”. Él perdió su cosecha de verano por las inundaciones, y a finales de octubre la tierra seguía demasiado húmeda como para plantar el cultivo de la siguiente temporada, el trigo de invierno.
En las granjas cercanas, plantas marchitas de judías y coles podridas asoman en el agua estancada, rodeadas de moscas. Algunas de las mazorcas de maíz pueden salvarse, pero como las hojas tienen moho sólo se pueden vender como pienso para animales, lo que baja el precio.
Las inundaciones son las peores que recuerdan los granjeros de Henan como Wang en 40 años, pero también son un adelanto de los fenómenos extremos que probablemente afrontará el país conforme el planeta se calienta y los patrones climáticos de los que dependen los campesinos de desestabilizan cada vez más.
“Conforme la atmósfera se calienta, el aire puede retener más humedad, de modo que cuando se producen tormentas puede haber más precipitaciones extremas”, explicó Richard Seager, científico climático de la Universidad de Columbia. “Es extremadamente probable que el cambio climático provocado por el ser humano provocara las inundaciones extremas que vieron este verano en lugares como China y Europa”.
China, el país más poblado del mundo con 1.400 millones de personas, es ahora el mayor contribuyente al cambio climático, responsable de en torno al 28% de las emisiones de dióxido de carbono que calientan el planeta, aunque Estados Unidos es el mayor emisor a nivel histórico.
Mientras los líderes mundiales participaban esta semana en la cumbre climática, China ha sido criticada por no establecer un calendario más ambicioso para abandonar los combustibles fósiles.
El presidente Xi Jinping, que no ha salido de China desde el inicio de la pandemia del COVID-19 y no asistirá a la cumbre, aunque envió un negociador veterano, ha dicho que el país alcanzará emisiones neutras de dióxido de carbono antes de 2030. Los críticos dicen que no es suficiente.
Las previsiones del gobierno chino pintaban un futuro preocupante: un aumento del nivel del mar que amenaza a las ciudades costeras como Shanghái, Guangzhou y Hong Kong y un deshielo de glaciares y permafrost que pondría en peligro el suministro de agua de China y grandes proyectos de infraestructuras como los ferrocarriles en la meseta tibetana.
Científicos destacados del gobierno también predicen un aumento de las sequías, olas de calor y aguaceros extremos en toda China que amenazan las cosechas y ponen en peligro embalses y represas, incluida la Presa de las Tres Gargantas.
Entre tanto, la gente en China ya sufre el golpe del cambio climático. Y en un patrón repetido en todo el mundo, los que menos han contribuido al calentamiento y tienen menos recursos para adaptarse a menudo sufren más sus efectos.
A finales de julio, los noticieros en China empezaron a emitir imágenes de lluvias torrenciales que anegaban la capital provincial Zhengzhou, en Henan. En un momento dado cayeron 20 centímetros (8 pulgadas) de agua en una hora. El agua arrastró autos, inundó el metro e hizo que la gente tuviera que vadear calles con el agua hasta la cintura. Más de 300 personas murieron cuando la megaciudad se convirtió en una Venecia accidental, con sus autopistas convertidas en canales embarrados.
Incluso cuando pasaron las tormentas más dramáticas, el agua siguió inundando los campos cercanos, una zona llana y fértil.
La economía local depende del maíz, el trigo y las verduras, y otras regiones en China dependen de la comida producida en Henan. Casi 1,2 millones de hectáreas (3 millones de acres) de terrenos de cultivo se inundaron, según el gobierno local, que estimó unos daños de 18.000 millones de dólares.
“Todo lo que podía hacer entonces era ver a los cielos llorar, llorar, llorar cada día”, recordó Wang, el productor de maní.
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