La polémica en el partido Túnez-Mali, acabado antes de tiempo por el árbitro, ha dañado la imagen de la Copa de África de Naciones (CAN), un torneo pendiente también de la evolución de la pandemia y de la violencia en el oeste de Camerún, el país anfitrión.
AFP
La imagen de los tunecinos enojados con el árbitro zambiano Janny Sikazwe, que dio por concluido el partido antes del tiempo reglamentado, sin dar oportunidad a los norteafricanos de tratar de empatar, ha dado la vuelta al mundo.
Sin embargo, el comité organizador de la Confederación Africana de Fútbol (CAF) rechazó en la noche del jueves la protesta de Túnez y homologó el resultado de 1-0 a favor de Mali.
«Vergüenza», «Farsa», «Mascarada», tituló este jueves la prensa tunecina sobre un escándalo que daña la imagen de la competición.
Leyenda del fútbol camerunés, el antiguo portero Joseph-Antoine Bell, aseguró a la AFP que la «imagen de la CAN no depende de los cameruneses, que no son responsables del árbitro; hay que preguntar a Patrice Motsepe», presidente de la CAF.
«Lo nunca visto»
«Es solo la imagen de un hombre que se ha equivocado; será sancionado, como un jugador expulsado. Hay que dejar de pensar que cuando un negro hace algo, afecta a toda África», añadió Bell, comentarista de la emisora Radio France Internationale (RFI).
«Que se hable más bien de la falta de juego limpio de los tunecinos», reclamó con ironía. «Después de todo, fallaron un penal, que no nos quieran hacer creer que iban a marcar en el descuento, tuvieron todo el partido para hacerlo».
Para Patrice Neveu, seleccionador de Gabón, este incidente «es más que malo para la imagen del torneo». «Es lo nunca visto. Si el árbitro pita el final antes de tiempo, sus adjuntos o el VAR pueden señalárselo», añadió.
Pero Neveu, positivo al covid-19, ilustra otro de los grandes problemas a los que se enfrente la CAN, al igual que el resto del planeta: la pandemia.
«Ninguna selección se salva del covid», lamenta el seleccionador de Cabo Verde, Humberto Bettencourt.
La pandemia no solo debilita a las diferentes selecciones con jugadores enfermos, sino que impide que los estadios se llenen de público, salvo en los encuentros del anfitrión Camerún y los que disputa Nigeria en Garua, localidad cercana a la frontera entre estos dos países.
Enfrentamientos en Buea
«Hemos tenido que cambiar nuestros planes. Teníamos dos partidos de preparación antes del torneo (que fueron cancelados) y a veces hemos tenido que trabajar con solo once jugadores y sin porteros», lamenta Bettencourt, el técnico adjunto que está sustituyendo al seleccionador Bubista, que se ha quedado en su país, víctima del covid-19.
Otra de las preocupaciones de los anfitriones cameruneses de cara al torneo era la seguridad y no se equivocaban. Este miércoles se registraron enfrentamientos armados entre separatistas anglófonos y fuerzas de seguridad en el oeste del país, amenazado también por los islamistas de Boko-Haram en el norte.
El torneo sufre también aún de improvisación, con obreros trabajando todavía este jueves en el nuevo estadio de Olembé, en Yaundé.
Antes de la competencia, la gran cita del fútbol africano ya se había visto menospreciada por la reticencia de los clubes europeos de dejar a sus estrellas africanas.
Todo ello había hecho dudar incluso de la disputa de la CAN. Tuvo que ser el nuevo presidente de la Federación Camerunesa de Fútbol, Samuel Etto’o quien reivindicase que el torneo se iba a celebrar en su país en las fechas previstas.
«Podemos elegir entre quedarnos con los bonitos goles de Iheanacho y Gradel o con lo hecho por el árbitro en el Túnez-Mali. ¿(Esos goles) Dan una mala imagen del torneo?», reivindica Bell.
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