Los cortes de luz en el estado Táchira, al oeste de Venezuela y cerca de la frontera con Colombia, han aumentado en frecuencia y duración, afectando la rutina de sus habitantes y obstaculizando los intentos de recuperar la economía con una flexibilización de los controles cambiarios.
Por Manaure Quinteroy Anggy Polanco | Reuters
En noviembre y diciembre no hubo cortes de suministro eléctrico en la zona, a inicios de año fueron cortos pero frecuentes, sin embargo, desde fines de marzo y comienzos de abril son diarios y por largas horas, según residentes.
“Si acaso tenemos una hora de luz en la noche, y una hora en el día”, dijo Claudia Galeano, una artesana de 47 años a quien se le dañó la nevera por los constantes apagones. No tiene dinero para repararla y ahora debe comprar diariamente la carne o el pollo que consumirá su familia.
Corpoelec, la empresa estatal eléctrica, no respondió de inmediato a una petición de comentarios.
La infraestructura de servicios básicos como la electricidad se ha estado deteriorando desde hace más de una década por desinversión y mala gestión, según críticos y analistas, una crisis que se ha agudizado desde 2019, cuando hubo tres apagones masivos que afectaron a todo el país.
Los estados fronterizos, que se encuentran al final de las líneas de transmisión, son los más impactados por las fallas eléctricas, que también inciden en el suministro de agua y en las comunicaciones.
Varios municipios de Táchira están hasta 16 horas sin luz cada día, dijeron residentes y comerciantes.
Las interrupciones del servicio eléctrico impactan en la producción de fábricas de textil y calzado, que han intentado levantarse en medio de la relajación de los controles autorizada por el régimen de Nicolás Maduro en 2019.
Las zonas fronterizas fueron las primeras donde se autorizaron las transacciones en divisas para los pagos de bienes y servicios, y en San Cristóbal, capital de Táchira, ya un 90% de las operaciones son en moneda extranjera, principalmente en pesos colombianos, según firmas locales.
“Estamos acostumbrados a la moneda extranjera, los bolívares casi no los vemos”, dijo Jesús Contreras, un vendedor de 64 años en San Cristóbal, quien agregó que cuando recibe la moneda local, no rinde nada por la inflación, que en un año ha sido 284,4%, de acuerdo con cifras oficiales a marzo.
Los precios de los bienes en supermercados y farmacias están expresados en pesos colombianos, algunos pocos en dólares, según residentes, quienes señalan que sufren incrementos constantes de los costos de los productos. “Todos los días hay precios distintos”, dijo Contreras.
La dolarización de facto de la economía ha dado algo de oxígeno a sectores como comercio y servicios, pera la medida aún es insuficiente para superar los ocho años de colapso económico, deterioro de los servicios básicos y alta inflación.
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