La inocencia infantil crece entre bases agrietadas con el aumento de la vulnerabilidad en la salud mental de niños, niñas y adolescentes. Así lo demuestra la organización Cecodap en la presentación de los estudios correspondientes a 2021, con el incremento de más de 200% en solicitudes de atención psicosocial estimadas en 4.910 casos en comparación con 2020. Reflejan que los menores sufren los embates de la depresión, tristeza, llanto y hasta ideas suicidas, mientras el Estado no suministra datos oficiales, ni implementa políticas públicas o programas de apoyo por la asistencia médica, además del fortalecimiento institucional por la garantía de condiciones de sus necesidades urgentes.
Guiomar López | La Prensa de Lara
Es un sesgo definido por las deficiencias en la atención desde el sistema público nacional, con menos posibilidades de especialistas que van desde orientadores, psicólogos y psiquiatras. La penumbra de la violencia siempre está presente en los conflictos más comunes de convivencia, separación de padres y problemas entre parejas. Todo con niños que les ha tocado aguantarse las lágrimas, guardar sus carritos o muñecas, que son sustituidos por mercancía a la venta o por un cepillo para limpiar parabrisas en las calles.
Abel Saraiba desde Cecodap, precisa la atención de 4.989 niños, niñas, adolescentes y familiares, con casos de alteración de ánimo por tristeza y llanto, angustia, ansiedad, depresión, duelo, irritabilidad y rabia. «No son prioridad en materia de salud mental, ni por el mínimo interés del Estado y se ven afectados por la violencia que llega al riesgo suicida», señala y recalca la atención de casos de niños de 2 a 4 años de edad. También lamenta ese vacío desde el sistema de salud público, considerando que 68.8% de los servicios de salud mental están a cargo de la sociedad civil. De hecho, de las 204 entidades abordadas, resulta que solo 138 se encuentran activas.
Precisa el aumento en 61.7% por consultas a causa de violencia, que lleva casi a la par a la violencia sexual e intraframiliar, luego siguen de género, acoso escolar y un mínimo porcentaje no especificado. Ambientes inseguros y que no proporcionan la protección que deberían tener los niños y adolescentes, con casos al extremo en los que el hogar es el primer centro de maltratos y agresión por parte de los padres. Además de la vulnerabilidad de aquellos hijos con padres en el exterior, quedando bajo el cuidado de abuelos o demás familiares que no velan por el resguardo de la estabilidad emocional del niño.
Más crudo
«La realidad nos impresiona porque suele ser más trágica», lamenta el psiquiatra Marco Tulio Mendoza, al considerar que dicho estudio es solo una muestra del reflejo social, considerando las limitaciones por la falta de información y de investigaciones más profundas porque la problemática es más grave, con menores que no se les ha ofrecido el ambiente de armonía y tranquilidad. La calma y seguridad es vital en los primeros años de vida, así como los lazos afectivos desde la familia y demás expresiones motivadoras a la expresión de las potencialidades de los niños, niñas y adolescentes.
Rechaza lo injusto de altos niveles de desnutrición, que comprometen el desarrollo físico e intelectual, cuestionamientos como la privación en la calidad del pensamiento, en lenguaje, creatividad y demás indicios plagados por los ambientes hostiles. «Es impresionante ese modelaje de conductas con violencia y atropellos a la dignidad, que brotan desde la violencia intrafamiliar», lamenta.
También precisa esa falla en seguimiento, la Ley de Protección del Niño, Niña y Adolescente (Lopnna) como una de las más completas, pero se queda corta sin los debidos mecanismos de aplicación. Critica la merma y hasta desaparición de programas para el abordaje permanente de estos menores, tanto con el debido apoyo en orientación psicológica o con alternativas para desarrollar habilidades. «Se tienen algunas organizaciones en este trabajo de calle, pero no terminan de menguar el arrastre de la violencia», precisa.
Identifica al Estado inadvertido, sin ambientes escolares acordes a la motivación de los menores. Además de señalar como desamparo, al considerar la falta de vigilancia para erradicar las raíces de la violencia. «Es toda una cadena por la falta de seriedad en políticas de salud mental, que terminan responsabilizando a la mujer», denuncia de un descuido que arropa a toda la familia, frente a las amenazas de sobrevivir a escenarios propicios para el consumo de bebidas alcohólicas y drogas.
Llama a la revisión de refuerzo en formación de profesionales para atender este tipo de trastornos mentales, debido a la pérdida del recurso humano valioso por la migración. Reevaluar la apertura de más postgrados en especialidades como psiquiatría en universidades.
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