La Comisión Europea quiere asumir la coordinación del rearme de la UE para garantizar que la mayor inversión en defensa desde la II Guerra Mundial sea eficiente.
La Comisión Europea ha realizado un inventario de las carencias de la inversión europea en defensa y el resultado del ejercicio, al que ha tenido acceso EL PAÍS, revela una pavorosa situación de vulnerabilidad, especialmente en un escenario de guerra abierta como el provocado por Rusia el pasado 24 de febrero. El organismo presidido por Ursula von der Leyen urge a los Gobiernos de los 27 Estados miembros a reforzar sus capacidades porque la agresión rusa contra Ucrania “ha deteriorado sustancialmente el panorama de seguridad en la Unión Europea”. Pero pide que se haga de manera coordinada y reclama para Bruselas la tarea de organizar e incentivar el rearme para garantizar que se cubren las carencias más graves de los ejércitos europeos.
La defensa de los países europeos tiene casi tantos talones de Aquiles como soldados. El listado de carencias, elaborado por el brazo ejecutivo de la UE a petición del Consejo Europeo, incluye defensas aéreas para proteger ciudades o infraestructuras neurálgicas de ataques con misiles, drones de vigilancia y aviones de combate, tanques o fuerzas navales. A esa falta de armamento de gran envergadura se añaden trabas en movilidad y logística, ausencia de una red de conectividad vía satélite con cobertura europea y encriptada, agujeros en la ciberseguridad o escasez de munición tras los envíos de material para ayudar al ejército de Ucrania.
El borrador del documento de la Comisión repite una y otra vez que esta situación es insostenible a la vista “del incremento en las amenazas de seguridad”. Y apunta que la guerra del presidente ruso, Vladímir Putin, contra Ucrania ha puesto de manifiesto “los efectos negativos, no ya de años, sino décadas, de bajo gasto en defensa en tiempos de paz”.
Bruselas calcula que el gasto europeo en defensa, que rondaba los 200.000 millones de euros al año antes de la guerra de Ucrania, aumentará unos 60.000 millones al año si los 21 países de la Unión que pertenecen a la OTAN alcanzan el objetivo de invertir en defensa el equivalente al 2% del PIB. En todo caso, la Comisión da por descontado que “Europa afronta el mayor incremento del gasto militar en los Estados miembros desde el final de la II Guerra Mundial”.
Pero la Comisión teme que esa voluminosa inyección no logre toda su eficiencia si se hace a escala puramente nacional, con el riesgo añadido de que redunde en beneficio de industrias extracomunitarias si se hace sin priorizar el desarrollo de proyectos continentales. “Por desgracia, otros aumentos del gasto anteriores han dado unos resultados inferiores al de nuestros aliados y, lo que es mucho peor, al de nuestros rivales”, señala el documento comunitario, en referencia a las compras de material al aliado estadounidense. El texto apunta como ejemplo que en 2020, un año que ya registró una expansión del gasto militar, la inversión conjunta solo fue del 11%, muy lejos del 35% que se ha marcado la UE como objetivo.
Von der Leyen elevará al Consejo Europeo, que celebra una cumbre extraordinaria a finales de este mes y otra ordinaria en junio, varias propuestas para alentar el desarrollo de una política europea de defensa y acabar con la actual fragmentación y alentar la cooperación. Todas ellas aspiran a otorgar a Bruselas un papel central en un terreno como el militar, prácticamente vetado hasta ahora para las instituciones comunitarias y reservado en exclusiva a los gobiernos nacionales o a un organismo intergubernamental como la Agencia Europea de Defensa.
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