El presidente Joe Biden reconoció este miércoles que «queda trabajo» por delante para solucionar la escasez de leche infantil en Estados Unidos, al tiempo que anunció nuevos suministros masivos por vía aérea desde el extranjero.
AFP
«Aún queda trabajo por hacer, pero estamos logrando grandes avances», dijo en la Casa Blanca, aunque estimó que pasarán «unos meses más» antes de que se vuelva a la normalidad.
Biden se reunió virtualmente con representantes de cinco fabricantes: ByHeart, Bubs Australia, Reckitt, Perrigo y Gerber (Nestlé).
No estaba Abbott, que controla el 40% del mercado estadounidense. El cierre de una de sus fábricas en febrero agravó considerablemente los problemas de suministro que ya experimentaba la primera potencia mundial.
Si Estados Unidos lleva un tiempo preocupándose por el suministro de leche infantil, por motivos relacionados con la pandemia de covid-19, la crisis se agravó realmente en febrero con la retirada de productos y el posterior cierre de una fábrica del grupo Abbott.
Desde entonces, las autoridades han informado de graves problemas de salubridad en la planta.
El presidente dijo el miércoles que sólo había sido informado a principios de abril y que entonces había movilizado al gobierno.
«Muy serio»
«No creo que nadie haya previsto el impacto del cierre de una planta», dijo Biden. Pero la industria le contradijo.
Uno de los representantes del sector invitados el miércoles, Robert Cleveland, vicepresidente de Reckitt, aseguró haber sabido «desde el principio» que este cierre de fábrica «sería algo muy serio».
Murray Kessler, jefe de la empresa Perrigo, también dijo que comprendió rápidamente que este evento provocaría «una escasez considerable».
Ambas declaraciones son potencialmente costosas para el presidente estadounidense y su administración, ya muy criticados por su respuesta sobre el tema, considerada demasiado tardía.
El demócrata de 79 años reconoció el miércoles que no hay «nada más estresante que la sensación de no poder satisfacer las necesidades de tu hijo».
Todo este asunto también empaña la imagen de eficiencia y competencia que los asesores del presidente quieren proyectar, para contrastar mejor con el caos del mandato del expresidente republicano Donald Trump.
Ante los estantes vacíos y la angustia de los padres, el gobierno estadounidense ha puesto en marcha una especie de puente aéreo para traer leche en polvo infantil desde el extranjero, bajo el nombre de «Operation Fly Formula».
El miércoles, la Casa Blanca anunció la inminente llegada de leche infantil de Australia -unas 172 toneladas, suficiente para fabricar unos 4,6 millones de biberones- y del Reino Unido -unas 136 toneladas, suficiente para fabricar unos 3,7 millones de biberones-.
La Casa Blanca organizó toda una puesta en escena en torno a estos reabastecimientos aéreos: creó un logotipo con un biberón alado y mostró soldados en uniforme descargando palés.
El Ejecutivo estadounidense también activó un decreto que data de la Guerra Fría, que le otorga competencias específicas en materia industrial, con el fin de ayudar a los fabricantes a acelerar la producción.
Estados Unidos ya enfrentaba problemas de mano de obra y de suministro vinculados al covid-19 cuando Abbott cerró una fábrica de fórmula infantil en febrero después de un retiro del mercado de productos sospechosos de causar la muerte de dos bebés.
Desde entonces, el fabricante se disculpó, mientras que la agencia estadounidense de medicamentos (FDA) denunció graves problemas de salubridad en el sitio.
La crisis ha reavivado el debate sobre la concentración extrema de este mercado, controlado en un 90% en Estados Unidos por tres empresas, y cerrado a las importaciones de leche fabricada por empresas europeas.
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