Familias destrozadas oraban el sábado en Tailandia por las víctimas de una matanza en una guardería, tras recibir el apoyo del rey, que acudió a «compartir su dolor» en una inusual visita a sus súbditos.
AFP
El monarca, de 70 años, acudió el viernes por la noche al hospital de Nong Bua Lamphu, donde están siendo atendidos los heridos de uno de los peores ataques en la historia del país, que dejó 36 muertos, entre ellos 24 niños.
Los familiares de las víctimas se reunieron en un templo budista el sábado, marcando el inicio de tres días de rituales funerarios.
El incienso se mezclaba con el olor de los ramos de flores colocados alrededor de los ataúdes, muchos de ellos acompañados de fotos de los rostros sonrientes de los niños, asesinados por Panya Khamrab, un ex policía.
Flores y juguetes se amontonaban el sábado a las puertas de la guardería, mientras la comunidad del distrito rural de Na Klang seguía sin entender semejante atrocidad.
«Tengo un hijo y le gusta jugar con cochecitos de miniatura, así que pensé que a los niños muertos en el ataque también les gustaría, tenían más o menos la misma edad que mi hijo», dijo a la AFP Weerapol Sonjai, de 38 años, tras depositar una ofrenda.
El rey Maha Vajiralongkorn ofreció el viernes por la noche condolencias y ayuda a los supervivientes y las familias en duelo, que se arrodillaron ante él en el suelo del hospital, como marca la tradición tailandesa que considera al monarca como semidivino.
«He venido aquí a darles mi apoyo. Estoy extremadamente triste por lo ocurrido. Comparto su pena y dolor», les dijo en un discurso publicado el sábado.
La visita real culminó un día de conmoción en esa pequeña aldea del distrito de Na Klang, a unos 500 km al norte de Bangkok.
Rosas y juguetes
Padres desconsolados dejaban rosas blancas y juguetes en la puerta de la guardería, donde la víspera las vidas de sus pequeños de 2 o 3 años habían sido segadas por el ex sargento Panya Khamrab.
El primer ministro Prayut Chan-O-Cha se unió a ellos el viernes, dejando flores y entregando cheques de compensación a las familias en duelo, algunas todavía agarradas a objetos de sus hijos fallecidos.
Entre las víctimas también figuraba una profesora embarazada, Supaporn Pramongmuk, según explicó su marido en Facebook en un emotivo mensaje de adiós.
El atacante irrumpió en la guardería a las 12H30 locales (05H30 GMT) del jueves y empezó su matanza con una pistola de 9 mm y un cuchillo.
Después huyó en coche a su casa, atropellando a peatones por el camino, y asesinó a su mujer y su hijo antes de quitarse la vida sobre las 15H00, dijo la policía.
En total, mató a 24 niños (21 chicos y 3 chicas) y doce adultos. Muchos murieron por una combinación de cuchilladas y disparos, dijeron los investigadores.
El asesino había sido suspendido de la policía en enero y expulsado en junio por consumo de drogas. El viernes, un día después de suicidarse, tenía una vista judicial por este caso.
El primer ministro Prayut ordenó una investigación rápida del caso, que ha hecho emerger algunos de los fantasmas de Tailandia.
Metanfetamina
Popular destino turístico, este país del sureste asiático es también un centro de tránsito de metanfetamina procedente de Birmania, según las Naciones Unidas.
Las pastillas se venden en la calle por apenas 20 baht (medio dólar) y, si bien en las ciudades es fácil encontrar tratamiento contra las adicciones, en las zonas rurales es más complicado.
A ello se le suma el alto número de armas en circulación en el país, alrededor de 10 millones según un estudio de la Universidad de Sídney en 2017, y ciertos valores sociales.
La cultura tailandesa suele evitar la confrontación y trata de esconder los agravios personales, pero a veces llegan a «un punto en que explotan en violencia letal», opinó el experto de seguridad en Bangkok, Anthony Davis.
«Este síndrome se acentúa dentro de los servicios de seguridad debido a un ambiente más disciplinado y jerárquico en el que se abusa del rango y del privilegio», añadió.
De hecho, el país ha registrado varios asesinatos protagonizados por agentes de las fuerzas del orden. Hace menos de un mes, un soldado mató a dos compañeros en un campo de formación en Bangkok.
Y en 2020, otro militar asesinó a 29 personas durante 17 horas de matanza en un centro comercial en el interior del país tras una disputa con un oficial superior.
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