Actualmente Venezuela es el país de América con mayor número de casos de malaria. Un retroceso que hizo reemerger una epidemia otrora controlada, que favorece las inequidades sociales y dificulta el cumplimiento de los objetivos internacionales de eliminación de la enfermedad. Expertos indican que la desinversión en el sistema de salud, la discontinuidad en el programa antimalárico y la creciente actividad minera al Sur del río Orinoco son las principales razones para el resurgimiento de la malaria en el país, así como para su transmisión transfronteriza. A continuación se analizan las implicaciones de la minería en el resurgimiento de la enfermedad tras una breve descripción de la misma en el mundo, en los países de América y en Venezuela.
Explosión de la minería en Venezuela
En el año 2016, en el marco de la caída de la producción petrolera y del cambio de política de Estado de protección a explotación de zonas naturales y territorios indígenas, se decretó la creación de la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional “Arco Minero del Orinoco” (Gaceta Oficial Nº 40.855), ubicada en el estado Bolívar, la cual tiene una extensión de 111.844 Km2, equivalente al 12% del territorio nacional (SOSOrinoco, 2021a), con la intensión de estimular las actividades asociadas a extracción de minerales y forestales. Con esta política, el gobierno venezolano abre camino para la explotación minera legal e ilegal a gran escala en zonas de especial importancia cultural, ecológica y medioambiental.
Los límites del polígono que forman el Arco Minero coinciden con las reservas forestales de Imataca, San Pedro, El Frío y Río Parguaza, importantes centros de endemismo de varias especies de plantas y animales. Igualmente abarca el refugio de fauna silvestre de la Tortuga Arrau, especie catalogada por el Libro Rojo de la Fauna Venezolana como en peligro crítico, siendo la degradación del ambiente uno de los factores que afecta directamente a la población de la tortuga fluvial de caparazón duro más grande del mundo. A todo esto se le suma la zona norte del Parque Nacional Caura, que hasta hace menos de 20 años era considerado como un lugar prístino con poca o ninguna intervención humana.
Al decreto de creación del Arco Minero del Orinoco, se le sumó posteriormente en abril de 2020 la promulgación de la resolución 0010, publicada en Gaceta Oficial Nº 6.526, en la que se determinaron nuevas áreas geográficas para la exploración y explotación de Oro en espacios fluviales ubicados dentro del Área del Arco Minero, por parte de la Corporación Venezolana de Minería, S.A. u otra filial designada por el gobierno para realizar la actividad minera. Los ríos mencionados en la Gaceta son el Cuchivero, en el área 1 del Arco Minero; el Caura, en el Área 2; los ríos Aro y Caroní, en el Área 3; y los río Yuruari y Cuyuní en el área 4 del Arco Minero. Es importante mencionar que las áreas determinadas para minería de los ríos Cuchivero, Caura y Aro quedan justo en los linderos con el Parque Nacional Caura. Asimismo, las áreas determinadas de minería en los ríos Yuruari y Cuyuní se encuentran dentro de las reservas forestales San Pedro e Imataca, uno de los santuarios más importantes a nivel mundial del águila arpía, la más grande del hemisferio sur.
La Alta Comisionada de las Naciones Unidas por los Derechos Humanos, en el informe A/HRC/44/54 del 29 de septiembre de 2020 recomendó la derogación de dicha resolución manifestando que la apertura a la explotación minera en áreas de fuentes de agua potable y de alimentos de los pueblos indígenas, así como en sus vías de navegación, perjudicaría sus derechos y destruiría sus territorios.
Aunque posteriormente la resolución del Ministerio fue derogada en todas sus partes (Gaceta Oficial Nº 41.983), su promulgación demostró lo frágil que es el sistema de áreas protegidas en Venezuela, y que la principal amenaza a la preservación del ambiente y de las culturas indígenas proviene de las políticas adoptadas desde el ejecutivo.
La minería y la malaria
La explotación minera en Bolívar lleva intrínseca la deforestación. La pérdida de bosque en el área del Arco Minero entre los años 2000 y 2020 fue de 520.900 ha, de las cuales casi la mitad (230.121 ha) desaparecieron entre 2015 y 2020 debido a los cambios de uso de la tierra (principalmente agropecuario y minero) que se han dado en la zona (SOSOrinoco, 2021b); esto sin contar las áreas que se encuentran fuera de los linderos del Arco Minero donde también hay extracción de minerales.
Los procesos de extracción de oro afectan los ríos, los suelos y a la población indígena, en otras palabras alteran negativamente todo el ecosistema y las formas tradicionales de vida. El uso de maquinaria socava la superficie terrestre a través de fuertes chorros de agua que producen un lodo que finalmente es amalgamado con mercurio (SPDA, 2014). El mercurio utilizado es liberado en gran cantidad en los ríos, contaminando los ecosistemas acuáticos y los seres vivos que de ellos dependen, incluyendo a los humanos.
A su vez, el daño ambiental producto de la deforestación tiene un efecto climático, pues aquellas zonas degradadas por la minería, de donde se ha removido la cobertura vegetal, quedan expuestas al sol y esto, junto a las grandes piscinas que quedan una vez extraído el mineral, favorecen las condiciones para la proliferación de los vectores causantes de la malaria (Fletcher et al, 2022).
Los principales vectores para todas las especies de Plasmodium en el estado Bolívar son los mosquitos Anopheles darlingi y el Anopheles albitarsis (Grillet et al, 2021). Investigaciones realizadas indican que tradicionalmente los hábitats predilectos de An. darlingi son lugares total o parcialmente sombreados en arroyos ubicados en bosques, bosques inundados y pequeñas charcas a orilla de grandes ríos (Faran y Linthincum, 1981; Hudson, 1984; Rozendaal, 1990, citado por Moreno et al., 2015). En el municipio Sifontes se ha visto un cambio en la distribución del mosquito debido a las alteraciones ambientales antrópicas, encontrándose de forma abundante en lagunas con macrofitas (plantas acuáticas) y detritos (residuos de la descomposición de materia orgánica), próximas a viviendas humanas (Moreno et al., 2015), lo que está directamente relacionado con la actividad minera en tanto fomenta los hábitats ideales para la proliferación de los mosquitos, con la deforestación y creación constante de lagunas y charcas.
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