El embajador Mark Green, que sirvió como Administrador de USAID del 2017 al 2020, exaltó que a pesar de los ataques del régimen chavista contra Juan Guidó y su círculo más cercano, y «a pesar de todo el malandraje que Maduro y su empresa criminal, disfrazada de gobierno, Juan Guaidó nunca huyó del país ni renunció a su cargo. Por el contrario, hizo todo lo posible por defender a su pueblo, tratando de responder a su sufrimiento y anhelo de libertad».
Asimismo expresó que “con Maduro y su brutal régimen envalentonado por concesiones, es difícil no preocuparse de que el bienestar del pueblo venezolano pase una vez más a un segundo plano ante el afán de Maduro de legitimidad, poder y un salvavidas económico”.
Tras lo cual, añadió que, “con la nueva propuesta legal para las organizaciones no gubernamentales, es Maduro el que está imitando lo que Beijing y Moscu ya han hecho para esencialmente criminalizar el apoyo a estas entidades y la sociedad civil”.
“Ciertamente, Juan Guaidó y la coalición más amplia de la oposición venezolana no han podido restaurar la verdadera democracia representativa y el estado de derecho en ese país, lo cual no es tarea fácil. También es cierto que no toda la oposición estaba unida detrás de Guaidó y su estrategia. Pero eso no disminuye el legado de coraje personal y político de Guaidó, ni su visión de una Venezuela digna para su pueblo”, dice parte del editorial.
Juan Guaidó nunca huyó del país ni renunció a su cargo. Por el contrario, hizo todo lo posible por defender a su pueblo https://t.co/Re289rpCY8
— el Nuevo Herald (@elnuevoherald) February 3, 2023
A continuación el editorial completo
Al iniciarse un nuevo capítulo de la tortuosa historia de Venezuela tras la decisión de desmontar el Gobierno Interino, vale la pena detenerse un momento para rendir homenaje a la absoluta tenacidad, valentía y liderazgo de Juan Guaidó. En 2019, la Asamblea Nacional de Venezuela -el único órgano verdaderamente elegido democráticamente del país- dio el valiente paso de invocar el artículo 233 de la Constitución. Esta disposición otorgaba al presidente de la Asamblea Nacional la presidencia interina de la República, ya que existía un vacío de poder tras las falsas elecciones presidenciales de 2018. Los Estados Unidos, la Unión Europea y docenas de países responsables de todo el mundo se unieron a millones de venezolanos y a la oposición para no aceptar los fraudulentos resultados de las elecciones y reconocer a Juan Guaidó como presidente interino.
Desde entonces, Guaidó fue secuestrado brevemente, su vehículo fue atacado en repetidas ocasiones y él mismo fue agredido en múltiples ocasiones. Su casa fue allanada por los soldados de Nicolás Maduro y su familia fue amenazada una y otra vez. Sus asesores más cercanos, Roberto Marrero y Sergio Vergara, fueron secuestrados y encarcelados por las fuerzas de Maduro. Su tío Juan José Márquez fue detenido bajo cargos falsos. También otros fueron detenidos injustamente, encarcelados, a menudo torturados durante su detención o obligados a exiliarse.
A pesar de todo eso, de todo el malandraje que Maduro y su empresa criminal -disfrazada de gobierno- pudo ejercer, Juan Guaidó nunca huyó del país ni renunció a su cargo. Por el contrario, hizo todo lo posible por defender a su pueblo, tratando de responder a su sufrimiento y anhelo de libertad. En 2017, cuando llegamos a la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), Venezuela era una de las crisis humanitarias más urgentes a las que nos enfrentábamos. Millones de venezolanos ya habían comenzado a huir de la tiranía y la mala gestión de Maduro, lo que rápidamente se convertiría en el mayor caso de migración a gran escala de la historia de las Américas y, en la actualidad, en la segunda mayor crisis de desplazamiento externo del mundo. Nuestra tarea era difícil. No íbamos a suministrar ayuda a través del régimen de Maduro. No solo era y se mantiene descaradamente corrupto, sino que a menudo utilizaba la ayuda extranjera para premiar a sus seguidores políticos y castigar a sus oponentes.
Y entonces llegó Juan Guaidó. Con el apoyo bipartidista del Congreso, pudimos colaborar con su gobierno interino y con el resto de la coalición de partidos políticos G4, formada por Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, y Voluntad Popular. Aplicando estrictas medidas de supervisión, pudimos trabajar con estos líderes para apoyar a los defensores de los derechos humanos, a los medios de comunicación independientes y a las organizaciones de la sociedad civil dentro de Venezuela. Proporcionamos apoyo técnico a la Asamblea Nacional elegida democráticamente. Ayudamos a reducir la propagación de la malaria (que sólo volvió al país cuando se hundió el sistema sanitario y se produjo un aumento de las explotaciones mineras ilegales bajo el régimen de Maduro), y trabajamos a través de ONG para proporcionar cierta forma de servicios sanitarios básicos.
Gracias al compromiso cada vez mayor que teníamos con Guaidó y sus aliados de la coalición, en octubre de 2019, USAID pudo firmar un Convenio de Objetivos de Desarrollo, o un DOAG, con Venezuela – el primer acuerdo bilateral firmado entre Estados Unidos y Venezuela en más de 65 años. A finales de 2020, USAID -no el Gobierno interino liderado por Guaidó- había administrado más de 1.200 millones de dólares en ayuda humanitaria y al desarrollo para aliviar el sufrimiento de los venezolanos dentro y fuera del país, así como de los países que los reciben. Gracias a Juan Guaidó, nuestro trabajo también abrió la puerta a que organizaciones de la ONU, como el Programa Mundial de Alimentos y UNICEF, pudieran operar en Venezuela de forma neutral e imparcial. Durante el año 2020, Guaidó visitó al ex primer ministro británico Boris Johnson, al presidente francés Emmanuel Macron, y al primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Sus viajes culminaron con una visita al Despacho Oval del presidente Donald Trump.
En el discurso del Estado de la Unión de ese año, miembros del Congreso de ambos partidos políticos ovacionaron a Guaidó para simbolizar el compromiso de Estados Unidos con él, con su causa y con toda Venezuela. Con Maduro y su brutal régimen envalentonado por concesiones, es difícil no preocuparse de que el bienestar del pueblo venezolano pase una vez más a un segundo plano ante el afán de Maduro de legitimidad, poder y un salvavidas económico. Cabe recordar que fue el propio dictador Maduro quien bloqueó durante mucho tiempo la ayuda humanitaria, primero negando la existencia de la crisis y luego exigiendo poder controlarla y convertirla en un arma para recompensar a sus simpatizantes y castigar a sus rivales. Con la nueva propuesta legal para las organizaciones no gubernamentales, es Maduro el que está imitando lo que Beijing y Moscu ya han hecho para esencialmente criminalizar el apoyo a estas entidades y la sociedad civil.
Ciertamente, Juan Guaidó y la coalición más amplia de la oposición venezolana no han podido restaurar la verdadera democracia representativa y el estado de derecho en ese país, lo cual no es tarea fácil. También es cierto que no toda la oposición estaba unida detrás de Guaidó y su estrategia. Pero eso no disminuye el legado de coraje personal y político de Guaidó, ni su visión de una Venezuela digna para su pueblo.
Es incuestionable: La historia deberá mirar favorablemente a Guaidó como alguien que, a pesar de las amenazas a su propia vida, se enfrentó a un tirano brutal y despiadado que se ha mantenido en el poder en gran medida con el apoyo de Cuba, Nicaragua, Rusia, Irán y China.
Lee completo aquí
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones, descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.