Pasó de ser una estrella de la televisión a la cárcel. De usar ropa de las mejores marcas a llevar el mameluco naranja del sistema penitenciario norteamericano. De que su nombre apareciera en las páginas de espectáculos de los medios más relevantes a encabezar las noticias policiales. De ser conocida como Allison Mack a ser identificada con el 90838-053, su número de presidiaria.
El lunes pasado Allison Mack dejó la prisión de Dublin, una ciudad ubicada a pocos kilómetros de San Francisco. Para esquivar a la prensa, la noticia fue dada a conocer unos días después. Después de pasar dos años tras las rejas, le permitieron salir 14 meses antes del cumplimiento de la condena. De todas maneras, permanecerá en un sistema de libertad condicional por los siguientes tres años.
Se cree que pasa sus días en la casa de sus padres, tal como ocurrió desde que el caso salió a la luz y fue imputada.
Durante diez temporadas fue Chloe Sullivan, la mejor amiga del joven Clark Kent en la serie Smallville. A punto de cumplir 41, sin embargo, ya no será recordada por sus logros artísticos sino por haber integrado la secta NXIVM comandada por Keith Raniere en la que se esclavizaba sexualmente a las mujeres, se las extorsionaba con el posible uso de imágenes con sus desnudos y se las marcaba a fuego como si fueran ganado.
Pese haber sido condenada a pasar tres años presa y a pagar una multa de 20.000 dólares, en el momento en que el juez habló, la actriz debe haber sentido alivio. La pena fue leve teniendo en cuenta que el fiscal había pedido 14 años y que Raniere, el líder de la secta, recibió 120 años.
El magistrado tuvo en cuenta varios factores. Por un lado, el castigo fue más leve porque Mack colaboró con la investigación. Por el otro, valoró la especial situación de la actriz dentro de la secta y su triple condición de ama, reclutadora y esclava. “Fue jefa y esclava a la misma vez. Se hace complicado fijar sentencia a alguien que es, simultáneamente, cómplice y víctima. Es necesario el castigo pero también contemplar que ella fue manipulada y se sentía prisionera”.
La prisión quedó atrás para Allison Mack. Su fulgurante carrera artística también parece ser cosa del pasado.
Allison Mack nació en Alemania en 1982. Su padre, cantante de ópera, estaba actuando en ese país. Dos años después sus padres se mudaron a Estados Unidos. Actuó desde muy chica. Consiguió su primer papel a los 7 años. Después con altibajos participó en muchas publicidades, obras de teatro, series y películas. Su gran oportunidad llegó en 2001 con su papel de Chloe en Smallville, la serie que cuenta la juventud de Superman. El personaje durante algunos años tuvo una miniserie paralela en la web, Smallville: Chloe Chronicles. Y en 2008 hasta llegó dirigir un capítulo.
Tras algunos traspiés y de un estancamiento en su carrera ingresó en NXIVM, llevada por una compañera de elenco. Luego de hacer algunos de los cursos iniciales de superación personal, su belleza y fama, llamaron la atención de Keith Raniere, el líder de la organización. Al finalizar uno de los cursos, alguien se acercó y la invitó a conocer a Raniere. Le dijeron que sería la invitada especial y que le pondrían un avión privado a su disposición. El encuentro entre el líder y la actriz se dio pocas horas después. A partir de ese momento NXIVM pasó a ser el centro de la vida de Allison. Su carrera actoral quedó postergada. En ese momento estaba en pareja con el actor Sam Witwer pero el compromiso se deshizo.
Raniere fue el fundador y el líder de NXIVM, una sociedad que al mismo tiempo era una empresa que brindaba cursos de superación personal, una secta, una agrupación delictiva y un vehículo que permitía el abuso de mujeres. Los cursos y seminarios se presentaban como ideales para el desarrollo personal y profesional de sus participantes. Cada uno de ellos salía miles de dólares y estaban organizados de tal manera que uno se concatenaba con otro. Así la formación de un alumno/cliente insumía mucho tiempo y una ingente cantidad de dólares. Raniere estaba convencido de que era “el hombre con el coeficiente intelectual más alto del mundo”; lo decía cada vez que podía (lo cual ponía, de inmediato, en duda el postulado). Su poder de convicción, con su hablar sereno y envolvente, hizo que, en pocos años, sus adeptos se multiplicasen.
La organización tenía varias células diferentes. Una de ellas estaba integrada solo por mujeres. Una especie de grupo exclusivo, con un ingreso muy restringido. A sus integrantes les hacían creer que pertenecer era un enorme y exclusivo privilegio. Ese subgrupo selecto y secreto estaba a cargo de Allison Mack. Se llamaba DOS (Dominus Obsequious Sororium). Se presentaba como un lugar de empoderamiento femenino. Esa definición no era más que un eufemismo.
La arenga con la que se convocaba a las jóvenes era más o menos siempre la misma: “Somos mujeres que se reúnen y se comprometen de tiempo completo, la una con la otra, para volver nuestros yoes más poderosos, para impulsarnos a enfrentar nuestros peores miedos y exponer las mayores vulnerabilidades, a sabiendas de que estamos lado a lado sin importar lo que suceda y para cumplir nuestra palabra al sobrellevar el dolor”, decía con convicción Allison Mack.
La admisión requería de varios pasos. El primero era un juramento de lealtad y de sumisión. Después había que entregar garantías. Las mujeres eran obligadas a revelar secretos familiares, muchos inconfesables, ante una cámara: sus palabras quedaban registradas. Ese desnudo emocional no alcanzaba. Allison Mack, la reclutadora, exigía una segunda garantía. El desnudo también debía ser físico. La aspirante debía enviarle fotos sin ropa que eran guardabas bajo amenaza de hacerlas públicas ante una defección.
El rito iniciático era atroz. 3 o 4 mujeres en una habitación. Su ama les venda los ojos y les ordena desnudarse. Todas obedecen sin dudar. Su voluntad ya está doblegada. Mientras se sacan la ropa, aunque no ven nada, saben que las demás hacen lo mismo. Luego las empujan hacia una camioneta. Viajan desnudas, solo con la venda en los ojos, recorren unos kilómetros. No saben dónde van.
En el destino, alguien las ayuda a bajar. Entran a una casa. Una de las mujeres, tal vez, espía por debajo de la tela y ve que es una vivienda lujosa. Acuestan a la primera en una camilla. De pronto el resto escucha unos gritos desgarradores y olor a carne quemada. Como si fueran ganado, las marcan. En la ingle. Los gritos y las lágrimas no detienen la operación. La que soporta estoica la tortura es felicitada y puesta de ejemplo. En el aire persiste el hedor dulzón de la piel carbonizada. En sus ingles queda, marcado a fuego, un símbolo extraño.
Ya pasado el momento, ya en sus casas, y con la ayuda de un espejo, las víctimas lo podrán descifrar. Si se lo mira vertical, el jeroglífico se convierte en una A y una M, las iniciales de Allison Mack. De costado, con una mirada apaisada, lo que surge no causa, a esa altura, sorpresa alguna. Con claridad, en ese tatuaje labrado a hierro caliente (o con un bisturí eléctrico), cauterizado en la piel, aparecen una K y una R, las primeras letras del nombre y el apellido del líder, Keith Raniere, el que luego tendrá acceso sexual a las mujeres iniciadas, las señalizadas con sus iniciales.
Ser miembro de DOS significaba convertirse en esclava. Se pasaba a ser parte de una estructura piramidal en la que las mujeres que ocupaban los puestos superiores eran las amas de las inferiores en esa jerarquía. Las esclavas debían estar disponibles las 24 horas del día por si eran llamadas por Allison Mack o Raniere. Estaban obligadas a estar bajo permanente dieta y debían someterse a las iniciativas sexuales de los líderes.
Quien violara la confidencialidad, cometiera lo que Mack o Raniere consideraban una indisciplina o la que no obedeciera ciegamente, se arriesgaba a que las fotos y confesiones brindabas al comienzo, material sensible e íntimo, se difundiera. Un procedimiento claramente extorsivo.
Allison convencía a sus esclavas que tener relaciones sexuales con Raniere tenía poderes “curativos”. A él le gustaban las mujeres muy flacas, por eso todas estaban sometidas a dietas de menos de 800 calorías diarias. La otra gran obligación que tenían las esclavas era la de reclutar otras mujeres. Si no lo hacían, Mack ejercía una presión insoportable sobre ellas, siempre blandiendo las fotos, filmaciones y datos sensibles que tenían atesorados de cada una de ellas. El incentivo era el acceso al líder, las puertas que podría abrir Mack (cada vez más cerradas desde su involucramiento en la secta) y que ellas podían tener sus propias esclavas a disposición.
Allison Mack, y su anterior fama, ejercían de imán. Las aspirantes eran jóvenes, flacas y bellas. Todas parecían seguir el mismo patrón físico, el del gusto de Raniere. Son muchos los testimonios que coinciden en afirmar que Mack era la principal reclutadora y la cabeza de DOS.
Uno de sus intentos más notorios de reclutamiento se dio a través de Twitter en febrero de 2016. Arrobó en un tuit a Emma Watson invitándola a su grupo. “Participo de un movimiento humanitario único para el desarrollo de las mujeres. Me encantaría hablarte de él. Como colega tuya sé que compartimos la mirada del mundo. Creo que podríamos trabajar juntas. Avisame si estás dispuesta a conversar”. Mack no recibió respuesta pública de la actriz de Harry Potter.
Allison Mack era la jefa (ama) de un pequeño ejército de casi 20 mujeres que estaban a disposición de ella y de Raniere y que no podían mantener relaciones amorosas ni sexuales con otras parejas. Tampoco podían exigir ver con mayor frecuencia a Vanguardia. Solo debían estar disponibles (y extremadamente delgadas) para cuando fueran requeridas para sesiones sexuales individuales o grupales.
La dinámica diaria de las esclavas requería que le pidieran a su ama permiso para comer (en el juicio una de las víctimas narró cómo durante semanas se culpó por los problemas de erección de Raniere porque ella tenía dos kilos de más de los que le requerían) y hasta para dormir, que reportaran sus movimientos y cada alimento que ingerían. Aunque no hubiera ninguna actividad planeada debían ponerse a disposición de su ama y de Vanguardia. Cada tanto todas, ama y esclavas, se sacaban una “Foto Familiar”. Desnudas, abrazadas y con amplias sonrisas enviaban una imagen a Raniere.
Allison Mack, en cualquier momento del día, enviaba un mensaje a una de sus esclavas. El texto solo era un signo de interrogación. La respuesta debía llegar en menos de un minuto. “Acá estoy. Lista, Ama”. Quién se retrasara sufriría castigos físicos. Golpes con lonjas de cuero, duchas heladas o algún otro martirio.
La sentencia judicial se demoró por la pandemia. Mientras tanto la actriz debió cumplir prisión domiciliaria (en la casa de sus padres y sin acceso a teléfonos celulares ni dispositivos con conexión a internet) y pagar una fianza de 5 millones de dólares.
En esos días intentó cursar algunas materias en la Universidad de Berkeley pero fue repudiada por los otros estudiantes. También se divorció de Nicki Clyne, una actriz canadiense de la serie Battlestar Galactica, que también integraba la secta, con la que fue obligada a casarse para que Clyne obtuviera la ciudadanía norteamericana. Recién se supo públicamente del casamiento cuando las investigaciones por los delitos de NXIVM salieron a la luz.
Con su colaboración con el fiscal, logró que la acusación inicial por tráfico sexual, abusos y la de organizar trabajo esclavo fuera dejada de lado y que sólo se la acusara por Racketeering, algo similar a integrar una asociación ilícita, de ser parte de una organización delictiva, y por extorsión.
Antes de la sentencia, Allison Mack escribió una carta. Sus disculpas fueron detalladas y parecieron sinceras. Escribió que sus acciones se debieron a “una inclinación equivocada a las enseñanzas de Raniere”. Explicó que en el momento de ingresar a la organización ella estaba inestable emocionalmente intentando encontrar el rumbo de su carrera artística y que esa vulnerabilidad permitió que actuara de ese modo. Sostuvo que ella solo buscaba que Raniere la volviera a convertir en una gran actriz.
Y terminó expresando: “Les pido perdón a las que traje a NXIVM. Les pido que me perdonen por haberlas expuesto a ese esquema nefasto y emocionalmente abusivo manejado por ese hombre retorcido. Les pido perdón por empujarlas a poner su plata y su cuerpo en algo tan horrendo. Siento el peso de una culpa enorme por haber violado su confianza, por haberlas guiado por un sendero horrible. Les pido perdón a todos los que les hablé mal y a los que dañé. Yo en ese momento creía que estaba ayudando. Creía en el amor y en el empoderamiento. Estaba muy confundida. Nunca quise ser una persona malvada, pero lo fui. Raniere y la organización fueron el peor error de mi vida. Y son el más grande remordimiento”.
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