Venezuela es, en este momento, el país que tiene la tasa crediticia más baja de América Latina, y esta circunstancia deja el funcionamiento de su economía con uno de sus motores naturales averiados. La debilidad del crédito bancario en el país sigue representando –junto al levantamiento de las sanciones, el regreso al financiamiento internacional y la recuperación de su industria petrolera- uno de los obstáculos más notorios para que el país retome las tasas de crecimiento previas a su profunda crisis social y política.
Hay consenso entre los actores económicos -incluyendo al Gobierno chavista- en torno a la necesidad de recuperar la tasa de financiamiento de proyectos productivos, pero las altas tasas de inflación y la debilidad de la economía luego del derrumbe del ciclo 2014-2020 le colocan claros límites a este objetivo. La banca venezolana, la quinta en tamaño de América Latina hasta el año 2012, tras haber sido azotada por cuatro años de hiperinflación, sobrerregulaciones y amenazas, es hoy una de las más pequeñas de toda la región.
En 2022, los préstamos y financiamientos para consumo y desarrollo de proyectos de la banca nacional mostraron una clara recuperación – promediando, de acuerdo con cálculos de la consultora Ecoanalítica, unos 1.000 millones de dólares-, pero su nivel sigue siendo diminuto, muy lejos de su ritmo histórico, que llegó a ubicarse en 15.000 millones. En 2016, en plena crisis de hiperinflación, las cifras de financiamiento de la banca privada tocaron la ridícula cifra de 400 millones de dólares.
“La hiperinflación, la depreciación de la moneda, y el consecuente debilitamiento de la banca, además de importantes problemas de sobrerregulación por parte de las autoridades, han ocasionado este derrumbe”, señala Asdrúbal Oliveros, economista y socio directivo de la firma Ecoanalítica.
El portal informativo Hispanopost señalaba que, hace poco, algunos banqueros se reunieron con las autoridades venezolanas con el objeto de explorar la posibilidad de autorizar el volumen de créditos a través de la reducción del encaje legal. Todo indica que, de momento, el Banco Central de Venezuela no podrá hacer mucho más para complacer estas demandas.
Un alto ejecutivo bancario que prefirió mantener su nombre en la reserva confirmó la existencia de ésta y otras conversaciones con las autoridades. “Se les ha dicho que hay que bajar el encaje. En el Banco Central de Venezuela entienden que el crédito no se está alimentando de los depósitos, sino del patrimonio de los bancos. El BCV está haciendo grandes intervenciones para mantener el tipo de cambio. Con la dolarización vinieron los créditos indexados, dolarizados, en 8 por ciento, y préstamos al 16 por ciento de interés. Eso hace que mientras los depósitos bajen, el crédito comience a subir”.
“Para frenar el precio del dólar, el Gobierno aplica una política monetaria restrictiva con un elevado encaje que impide a los bancos prestar más del 70% de los depósitos que reciben del público”, observa el economista y exministro de minería Víctor Alvarez. “El elevado encaje deja sin liquidez a los bancos para financiar la producción y el consumo. Por eso en Venezuela no hay créditos hipotecarios, tampoco para comprar automóviles, y ni siquiera para comprar artefactos electrodomésticos. Y el límite de la mayoría de las tarjetas de crédito gira en torno a los 20 dólares. Los bancos están descapitalizados y patrimonialmente no pueden afianzar un elevado volumen de créditos”.
La consecuencia inevitable es que esta restricción, afirma Alvarez, es el freno al consumo privado, “componente clave de la demanda agregada que mueve la producción y reactiva la economía”. “Las tasas de crédito tuvieron un repunte importante, de casi el 90% en 2022, pero lo curioso es que eso sigue siendo insignificante”, dice José Manuel Puente, economista y académico del Instituto de Estudios Superiores de Administración, IESA.
Puente afirma que la reducción de las tasas inflacionarias es una condición necesaria, pero no suficiente, para apuntalar la recuperación de los préstamos, y afirma que, para que el crecimiento en el país sea sostenido, será necesario “un programa adecuado de estabilización macroeconómica con ayuda financiera internacional. Es imposible que los préstamos de la banca a los sectores productivos aumenten mucho con tasas reales negativas como las que existen en Venezuela: un promedio de 40% en un país que tiene una inflación superior al 200%”.
Venezuela necesita conjurar el grave problema inflacionario que todavía padece para emprender una recuperación económica que le regrese protagonismo a la banca nacional y dinamice su economía. Las políticas restrictivas de la liquidez que adelanta el Ejecutivo tienen un sesgo recesivo, que ata a los bancos de pies y manos.
“El crédito bancario seguirá aumentando, quizás de forma inercial”, pronostica la fuente vinculada a la banca. “Falta mucho. Para que el aumento sea vigoroso, se necesitan más depósitos y generar ganancias por la vía de la devaluación: te presto 100, me tienes que pagar eso, más 16%, más la depreciación. Eso obliga a pagar 232. De esos, 116 son lo pactado, y el resto mi ganancia. Si no hay depreciación, las ganancias de la banca se reducen”.
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