Con el endurecimiento de las leyes en Rusia, el aumento de la persecución y la censura y control sobre los ciudadanos, muchos periodistas y activistas se vieron obligados a huir del país en busca de seguridad y para poder continuar con su trabajo desde el extranjero.
Por Infobae
Sin embargo, lo que inicialmente pareció ser una solución, con el tiempo demostró no serlo.
El FBI y la policía de Alemania están investigando el caso de tres mujeres anti-Putin que presentaron de forma repentina inusuales síntomas que podrían dar cuenta de un envenenamiento, una de las prácticas favoritas del líder ruso.
Además de indicar malestar, las mujeres comparten otros denominadores comunes: todas habían realizado trabajos críticos con Putin y la guerra en Ucrania, y, por ello, habían huído a Estados Unidos y Europa.
“Es extraño porque muchos de nosotros vinimos a Europa y sentimos que estamos a salvo pero no lo estamos”, comentó la periodista radiofónica Irina Babloyan a The Wall Street Journal.
El pasado octubre, Babloyan se encontraba en Tiflis, Georgia, cuando comenzó a sentir un dolor abdominal que se vio seguido de enrojecimiento e hinchazón en las manos. Creyendo que se trataba de una reacción alérgica, continuó con su agenda y se trasladó a Alemania, donde se hizo tratar de acuerdo a esa idea.
Sin embargo, resultó ser más que eso. La fiscalía de Berlín mantuvo una conversación con ella pero cerró la investigación tras concluir que el envenenamiento no había ocurrido en su país. Pero no descartaron esta posibilidad. Tampoco pudieron determinar qué era lo que su cuerpo había rechazado.
Similar fue la denuncia presentada por Elena Kostyuchenko, quien enfermó de un momento al otro mientras viajaba en un tren de Múnich a Berlín.
Kostyuchenko trabajó durante 17 años en el periódico Novaya Gazeta y fue una de las encargadas de reportar la guerra desde Ucrania. En marzo, la censura del Kremlin pudo más y el medio cerró.
La periodista, entonces, se mudó a Berlín y, desde allí, comenzó a reportar para el medio de comunicación en lengua rusa Meduza. Causalmente, durante su viaje a Múnich firmaría los papeles necesarios para poder volver a informar desde Ucrania.
En este trayecto de poco menos de cuatro horas, Kostyuchenko comenzó a presentar extraños síntomas como sudoración y fuerte olor, fatiga, náuseas y dolor abdominal.
Al igual que muchos tras la pandemia de 2020, creyó que se trataba de un cuadro de coronavirus pero posteriores análisis dieron cuenta de una actividad hepática anormal y sangre en su orina.
En diciembre, la policía alemana se puso nuevamente en contacto con ella y tomó más muestras de sangre para análisis toxicológicos aunque tampoco pudo determinar qué sustancia desencadenó los síntomas que, hasta el día de hoy persisten y no le permiten trabajar durante más de unas horas.
De todas formas, los fiscales abrieron una investigación bajo la carátula de intento de asesinato.
El tercer caso conocido en el último tiempo afectó a Natalia Arno, una activista veterana fundadora de la Fundación Rusia Libre, que lucha por la defensa de la organización cívica en el país y analiza periódicamente la situación allí.
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