Al menos 260 cuerpos han sido recuperados por los servicios de emergencia israelíes del área del desierto próxima a la franja de Gaza donde cientos de jóvenes celebraban un festival de música electrónica durante la madrugada del sábado, cuando miembros del grupo islamista palestino Hamás irrumpieron disparando a la multitud.
Por El País
Esa es la cifra que ha ofrecido a medios israelíes un portavoz de ZAKA, un grupo de voluntarios que se ocupa de recuperar los restos humanos tras ataques y otros desastres. El festival se celebraba cerca del kibutz (cooperativa agrícola) Reim, en el sur de Israel y próximo a Gaza. Cientos de padres llevan desde el sábado esperando desesperadamente noticias de sus hijos desaparecidos en esta matanza que ha conmocionado a Israel. Este domingo muchos se desplazaron a la comisaria de la ciudad de Lod, cerca del aeropuerto Ben Gurión, que fue habilitada como centro de denuncia de los desaparecidos, según informa la agencia Efe.
Arik Nani siente que su 26 cumpleaños, que iba a celebrar precisamente en el festival, se ha convertido en el “segundo día de una nueva vida”, tras escapar bajo el sonido de los disparos de armas automáticas y el olor a pólvora de los cohetes. Cuenta que la actuación del DJ estrella estaba pensada para coincidir con el alba. En un vídeo, se puede ver a la multitud bailando 15 minutos antes del momento en el que de repente, cuenta Nani, vieron decenas de proyectiles pasar por el cielo. “No sabía dónde estaba el norte, ni el sur. A una parte le dio un ataque de pánico, otros se echaron al suelo y otros se quedaron bloqueados. Y entonces pensábamos que solo eran cohetes”, relata, con un tono de voz en el que se mezclan el agradecimiento culpable por seguir vivo con el trauma, que le hace parar la conversación: “Perdona, cada mínimo ruido me altera”.
Tras los cohetes, se detuvo la música y los organizadores anunciaron por los altavoces la cancelación del festival. Los asistentes fueron hacia sus coches. “Había como un obstáculo para salir y entonces empezamos a escuchar el tatatá de armas automáticas”, prosigue este joven. “Muy cerca y por todos los lados, así que no teníamos claro hacia dónde ir. Decidimos no ir hacia el kibutz. Cayeron más cohetes, salimos del coche y nos tumbamos. Empezamos a correr. Yo, como podía, iba en sandalias. Entonces vimos un grupo enorme de gente corriendo en pánico absoluto por un espacio abierto mientras seguían sonando los disparos. Fuimos en otra dirección”, recuerda. Luego se intentó guiar por el sol, se escondió en algún momento y ―para no gastar la poca batería que le quedaba del móvil― miraba de vez en cuando la herramienta de geolocalización Google Maps para entender dónde estaba. “Los disparos seguían sonando, a veces más cerca, a veces más lejos”. Cinco horas más tarde llegó a un refugio.
También estaba en la rave Dorin Atias, una joven de 23 años que trabaja de camarera en Tel Aviv. Al alba, envió un wasap a su madre, Tali Atias, nada más empezar los cohetes. “Mamá, hay una alerta, han cancelado el festival. No te preocupes. Te contaré cómo va la cosa en cuanto llegue el coche”, relata Tali. Desde allí, le mandó un mensaje de voz. “Y ahí se cortó la comunicación”, dice la madre, exasperada por la falta de respuestas sobre el paradero de su hija. Más o menos a esa misma hora, una amiga con la que fue al festival mandó también un mensaje a su madre: “Nos han cogido, los árabes”. Se desconoce si estaban juntas en ese momento. Los israelíes secuestrados en Gaza se calculan en un centenar. “Han pasado 48 horas y no sabemos nada. Estamos intentando llegar a todos los ministros del Gobierno, pero seguimos sin respuestas”, lamenta.
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