Tras cuatro visitas en terreno y entrevistas a más de 300 personas, la organización internacional Human Rights Watch sostiene que desde el lado colombiano del Tapón del Darién, con una cifra récord de medio millón de personas que le han atravesado este año, los criminales del llamado Clan del Golfo son quienes controlan el acceso de los migrantes y se lucran altamente de ello.
«Este infierno era mi única opción. Abusos contra migrantes y solicitantes de asilo en el Tapón del Darién«, es el título del primero de cuatro informes que está difundiendo HRW, cuya sede central está en Nueva York, y que busca poner de relieve la dramática situación que se vive en la zona boscosa entre Colombia y Panamá que ha devenido en paso fronterizo de miles de personas, de muy diversas nacionales, en la ruta que luego le lleva a Centroamérica y México con el objetivo de ingresar a territorio estadounidense.
«Venezolanos, haitianos y ecuatorianos, pero también personas de otros continentes como Asia y África arriesgan sus vidas en esta selva donde están expuestos a abusos por parte de grupos criminales, incluyendo violencia sexual, y reciben poca protección o ayuda humanitaria», advierte el documento de HRW difundido este 9 de noviembre.
Tomando las cifras oficiales de Panamá, ya que del lado colombiano no existe prácticamente institucionalidad, lo cual permite la actuación a sus anchas de grupos criminales, HRW precisa que desde enero de 2022 más de 440.000 venezolanos han cruzado el Tapón del Darién, la cifra más alta entre todas las nacionalidades. Le siguen más de 80.000 ecuatorianos y más de 63.000 haitianos.
«Del lado colombiano del Darién, el Clan del Golfo, un grupo armado involucrado en narcotráfico, regula las rutas que pueden utilizar los migrantes y solicitantes de asilo, decide quién puede asistirlos en el camino, extorsiona a quienes se benefician del flujo migratorio y establece normas de conducta para la población local y los migrantes, que a veces hace cumplir mediante la violencia», sostiene el informe internacional, que por primera vez establece de forma explícita la actuación de una banda criminal en los abusos y desmanes que tienen lugar en el Darién.
De acuerdo con HRW, el Ejército colombiano calcula que el Clan del Golfo obtiene —en promedio— unos 125 dólares por cada persona que cruza el Darién. Si este número es correcto, esta banda criminal habría obtenido casi 60 millones de dólares solamente durante este año 2023, gracias al control que tiene de la ruta migratoria del lado colombiano, que es en la práctica el acceso de los migrantes para internarse en la selva del Darién.
El paso por el Darién, a pesar de lo inhóspito y violento, ha tenido alzas muy significativas. Más de 130.000 migrantes, principalmente haitianos y cubanos, cruzaron en 2021. El número prácticamente se duplicó a 250.000 en 2022, con la alta irrupción de venezolanos y ecuatorianos, desde el año pasado. Entre enero y octubre de este año la cifra se colocó ya en medio millón de personas.
El Darién, otrora una inexpugnable barrera natural, es un infierno según el testimonio de los migrantes. El terreno es empinado y resbaladizo, y los ríos son caudalosos. La mayoría de las rutas, según ha corroborado HRW con cuatro visitas al terreno, siguen senderos que coronan lomas con alturas de hasta 1.800 metros. Quienes cruzan llaman al punto más alto la Loma de la Muerte, y al río Turquesa, el Río de la Muerte, por el gran número de cadáveres que hay en sus aguas.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha reportado que al menos 229 personas desaparecieron en el Darién entre enero de 2021 y septiembre de 2023, porque sus familiares reportan los casos, pero nadie sabe con certeza cuántas personas realmente han muerto por este peligroso camino.
«La situación en el Tapón del Darién es el resultado de una serie de políticas migratorias fallidas en el hemisferio y subraya la necesidad urgente de establecer una respuesta respetuosa de derechos para proteger a quienes huyen de las crisis de derechos humanos en la región», asevera la abogada y activista colombiana Juanita Goebertus, directora para las Américas de HRW.
La organización internacional emplaza a los gobiernos de los países involucrados, tanto Panamá y Colombia, como las naciones centroamericanas y México, a que se concierten esfuerzos y decisiones de carácter humanitario, para atender a lo que catalogaron como una crisis sin precedentes.
HRW ha solicitado que se ponga en marcha un régimen de protección temporal para toda la región que conceda a venezolanos y haitianos un estatus legal por un plazo razonable y renovable. «Los crecientes desafíos migratorios en nuestra región exigen nuevas políticas de alcance regional que garanticen los derechos de las personas en movimiento», enfatiza Goebertus.
Tal como apuntan los investigadores Caitlyn Yates y Juan Pappier, en un reporte reciente del Migration Policy Institute, «el movimiento dentro y a través del Tapón del Darién no es del todo nuevo. Las autoridades panameñas llevan rastreando algunas llegadas de migrantes desde 2010, y hay casos registrados de cruces desde hace más de una década».
Sin embargo, a partir de 2021 ocurrió una suerte de explosión. Ese año, más de 130.000 migrantes lograron cruzar la selva a pie, frente a una media de menos de 11.000 al año durante toda la década anterior.
Inicialmente, los migrantes que cruzaban el Tapón del Darién solían proceder de Haití o Cuba. Apuntan Yates y Pappier que de 2015 a 2021, aproximadamente el 79% de todas las personas que cruzaron el Darién eran haitianos, cubanos o hijos nacidos en Brasil o Chile de migrantes haitianos que se habían trasladado a Sudamérica en años anteriores.
En los últimos años, las elevadas cifras de migrantes en situación de irregularidad las encabezan los venezolanos. Yates y Pappier recuerdan que entre 2010 y 2021, se registraron algo más de 3.000 venezolanos que cruzaron el Darién; y luego en 2022, la cifra superó los 150.000.
Una de las razones del precipitado aumento fue la decisión, adoptada ese año, de México y varios países centroamericanos de exigir visados a los venezolanos. Ello impulso a muchas personas, que no podían llegar legalmente a México, a cruzar por el Darién, básicamente con el objetivo de seguir su ruta terrestre de varios países teniendo como norte llegar a EEUU.
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