¿Hay vida después un éxito como “Bohemian Rhapsody”? Corría 1976 y el tema publicado un año antes en A night at the Opera posicionaba a Queen definitivamente en el olimpo del rock and roll con algo parecido a la canción perfecta. Una ópera en tres partes, elegantemente británica con la suciedad rockera necesaria, que llevó al extremo la potencialidad del grupo. El caudal vocal de Freddie Mercury, el virtuosismo de Brian May, John Deacon y Roger Taylor y la combustión entre los cuatro, abrán un abanico de posibilidades tan grandes que daba miedo. El siguiente paso podía ser hacia el abismo, lo más usual cuando se llega a la cima.
En la primera canción del siguiente álbum, Freddie parece reflexionar sobre todo esto. Asegura que se encuentra solo, que siente el peso del mundo y le clama -a sus compañeros, a su público, a quien quiera oírlo- que lo ayuden a encontrar alguien a quién amar. Lejos de la pompa barroca de la rapsodia bohemia, aquí se presenta como un hombre al piano, al borde del colapso, contenido por un falso coro góspel y mendigando un poco de amor.
“Somebody to Love” se publicó un día como hoy hace 47 años como el primer single de lo que sería A day at the races, el quinto disco de la banda. Los títulos de los álbumes, además de parafrasear al cine de los hermanos Marx, funcionaban como un juego de opuestos y contrastes. La noche y el día; la ópera y las carreras; el equilibrio entre la suntuosidad y el minimalismo con la pluma de un artista en estado de gracia como hilo conductor.
Los cuatro Queen fueron los únicos músicos que participaron del tema. Por primera vez eran los productores de su propio material y multiplicaron las voces de Mercury, May y Taylor para simular un multitudinario coro góspel. El aporte de Deacon en lo vocal es anecdótico, pero su presencia es vital para sostener el concepto. Porque el video es otra muestra del juego de las dualidades. En vez de cuatro cabezas flotando en el espacio, acá se ve a los músicos en el estudio, vestidos de entrecasa y con el desorden propio de una grabación maratónica, intercalados con un montaje de la banda actuando en el Hyde Park. El estudio y los escenarios, los hábitats naturales para una banda de rock and roll que alcanzaba su máximo punto creativo.
Para transmitir la esencia de la canción, Mercury se inspiró en Aretha Franklin y no se esmeró en ocultar estas influencias ante sus compañeros. “Los fastidié un poco con Aretha, pero solamente quería componer algo en ese estilo. Estaba incentivado por el estilo góspel que ella tenía en sus primeros discos”, reveló sin pudores en el documental Queen, The Greatest. Allí, May le dio el crédito correspondiente a su compañero, que figura como el único autor: “Freddie llegó muy preparado con muchas partes de voz y nosotros trabajamos en seguirlas”, señaló el guitarrista.
En el estudio se palpitaba que algo grande podía pasar con la canción. Más allá de no alcanzar ni por asomo a la magnitud de “Bohemian Rhapsody”, llegó al segundo puesto en el ranking británico y fue de las preferidas en los conciertos. Y para su autor, una de sus mejores performances vocales y la confirmación de que tenía hilo de sobra para seguir escribiendo clásicos. Se propuso desafiarse a sí mismo y sintió que la aventura no había sido en vano “No importa cuánto te esfuerces, la gente siempre pensará en términos de tus éxitos previos. Y siempre pensé que Bohemian Rhapsody es un gran éxito, pero que podría escribir mejores cosas”, reflexionó en el documental. Y concluyó como un orfebre contemplando embelesado su obra: “Y desde el aspecto de la composición, ‘Somebody To Love’ es una mejor canción”. A confesión de partes…
George Michael, el alma en carne viva y la versión perfecta
El 20 de abril de 1992, las figuras más importantes de la época rindieron tributo a Freddie Mercury en el Estadio Wembley. El cantante había fallecido cinco meses antes víctima del HIV, y la convocatoria, además de juntar fondos, concientizar y visibilizar una enfermedad todavía tabú como el sida, buscaba homenajear al cantante con artistas invitados cantando sus temas con sus viejos compañeros como backing band.
¿Pero quién se iba a animar animaba a ponerse en el traje de Freddie Mercury? Considerado como uno de los mejores cantantes de la historia del rock, la misión no era fácil. Tampoco el objetivo era imitarlo, claro está. Durante una jornada maratónica, por el autodenominado The Concert for Life – The Freddie Mercury Tribute pasaron interpretaciones emotivas, conmovedoras, personalísimas, rupturistas. Pero hubo consenso general que nadie cantó tan cerca de Freddie como George Michael.
El exlíder de Wham! se encontraba en pleno apogeo de su carrera como solista, con super éxitos como “Faith” o “Freedom” y traía el reciente dueto con Elton John “Don’t Let The Sun Go Down On Me” que le valió en el número 1 a ambos lados del Atlántico. Sin embargo, dentro de su cuerpo enfrentaba los demonios de una sociedad que le daba la espalda a su elección sexual. Y encerraba la tristeza porque el hombre del que se había enamorado como nunca en su vida se estaba muriendo.
Mercury no había hablado en público de su enfermedad hasta un día antes de su muerte, y nunca se refirió a su condición sexual. Michael recién lo haría seis años más tarde, luego de una trampa orquestada por un policía encubierto, que lo detuvo por conducta lasciva luego de ofrecerle sexo en un baño público. Presiones de la industria, inseguridades propias y postales de un mundo que a la distancia parece mucho más lejano.
Aquella noche londinense, George brilló con luz propia, mucho más que la que irradiaba su blazer color salmón. Irrumpió en escena con el riff del piano, y respaldado por May, Taylor y Deacon -y esta vez sí por un coro góspel de carne y hueso-, logró en “Somebody to Love” lo más difícil en las versiones: la hizo propia respetando el envase original. “Si no puedes cantar como Freddie, únete a él”, habrá pensado el talento de origen griego. Y fue la gran estrella terrenal de la noche, coronando su faena con otras dos versiones: la tristemente premonitoria “These are the days of our lives”, a dúo con Lisa Stansfield, y la folkie y festiva “39″.
“Fue probablemente el momento más increíble de mi carrera. Estaba viviendo una fantasía de mi niñez, cantar las canciones de Freddie frente a 80 mil personas. Fue una extraña mezcla de orgullo y tristeza”, declaró tiempo después. Es que además de para Mercury, para los fans y para la causa solidaria, George estaba cantando para él mismo. Y para honrar su historia de amor con Anselmo Feleppa, un diseñador brasileño del que se había enamorado en Río de Janeiro y que por esos días se debatía entre la vida y la muerte.
Feleppa se enteró que era portador del virus a los seis meses de la relación y según dijo Michael, no había querido tratarse en Inglaterra para no exponerlo ante la prensa. “Si no hubiera sido por eso, tal vez seguiría vivo”, dijo luego el cantante aturdido por la culpa. El diseñador murió en 1993 y fue el empujón para que el británico le contara a sus padres su elección sexual, que se mantuvo en privado hasta aquel escándalo forzado en un baño de Beverly Hills.
Después de Wembley parecía que el futuro de George no tenía límites y de hecho se rumoreó con que podría ocupar el lugar de Mercury en una nueva etapa de Queen. Mucho tiempo después, Roger Taylor desestimó esta versión: “Recuerdo escuchar los rumores, pero no hubiera encajado bien”, le dijo a Classic Rock y esgrimió sus razones: “George no estaba acostumbrado a trabajar con una banda en directo. Cuando escuchó el poder que tenía detrás de él en los ensayos, no se lo podía creer”, agregó. Nobleza obliga, calificó la actuación de “magnífica”. Las imágenes de los ensayos, con Michael luciéndose bajo la mirada aprobatoria de David Bowie y Seal, parecen indicar lo contrario. Sin embargo, no hubo Queen con otro cantante hasta 2004, cuando sumaron a Paul Rodgers, ya sin la presencia de John Deacon.
Fito Páez, a la conquista del espacio
La belleza de la melodía, lo universal de la plegaria, la teatralidad de su concepto llevaron a “Somebody to Love” de paseo por diferentes partes del mundo, sorteando las barreras de los géneros musicales y los idiomas. Lo interpretó Anne Hathaway en el filme Ella enchanted y fue uno de los números más celebrados en la serie Glee. Fue traducida a varios idiomas, entre ellos el español, con una adaptación bastante fiel del grupo Mocedades a comienzos de los ‘80.
Mucho más arriesgada fue la versión de Fito Páez, que la incluyó en su disco de covers titulado Canciones para Aliens publicado en 2011. El objetivo era que el trabajo funcionara como una cápsula del tiempo de sus influencias y sus obsesiones, que pudiera ser decodificada en el futuro, en algún lugar remoto del espacio.
El autor de “Giros” echó mano a clásicos de diferentes géneros y estilos, una muestra de su amplitud musical, y un homenaje a la casa de Rosario y a la melomanía de su padre, tan bien retratada en la biopic El amor después del amor. Y en ese recorte de una posible banda de sonido de su vida, dictado un poco por los retazos de su memoria y otro por las pulsiones de su inconsciente, “Somebody to Love” era una de las canciones que Fito había abrazado por su cuenta. Se topó con ella cuando el conservatorio era un recuerdo y había asumido al rock como estilo de vida, quedó suspendida en algún lugar de su cabeza hasta que sintió que era el momento de hacerla propia.
El resultado es “Las dos caras del amor”, una versión naturalmente en castellano, con la melodía en el piano reconocible aún en su tempo más lento. “Insistí, resistí, después de la tormenta verás el amor”, canta Fito y podría estar hablándose a sí mismo. El tan mentado góspel acá es un recuerdo, sostenido en el piano y en los arreglos de Leo Sujatovich, el arquitecto del álbum. “Por momentos parece un ‘Desde el alma’, un valsecito criollo… es una versión insólita del tema”, la definió el propio intérprete, que la situó junto a “Construcción” (Chico Buarque), “Va pensiero” (Giuseppe Verdi), “Un beso y una flor” (Nino Bravo) y “Yo no quiero volverme tan loco” (Charly García) entre el ecléctico setlist para dialogar con los extraterrestres. Porque de eso se tratan las canciones, de modificar la vida de quienes las componen, de quienes las interpretan y de quienes las escuchan.
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