Pocos días antes de Navidad, dos ciudadanos venezolanos residentes en Chile se volvieron virales en redes sociales tras subir videos en los que se mofaban de la forma de celebrar el 24 de diciembre de los chilenos. El primero fue Diego Ariza, quien decía en su registro: “Gente, yo no sé si es en todo Chile o solamente por acá donde yo vivo, pero si yo no veo los estados de la gente de mi país, no me doy cuenta de que estoy en Navidad”.
Por su parte, otro usuario de TikTok ( @cesar_80s), también se descargó en un video: “Un 24 de diciembre, coño. Este es el país más aburrido, con la gente más aburrida que puede existir en el planeta. Ustedes no ven música en ningún lado. Somos los únicos que tenemos música aquí, y ya nos llamó el conserje para que la bajáramos por ruidos molestos. Somos venezolanos, somos alegres”, sentenció.
Ambos son parte de las 1.625.074 personas extranjeras residentes al 31 de diciembre de 2022, total estimado por el Servicio Nacional de Migraciones (Sermig) y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). De ellas, la mayoría llegó desde Venezuela (32,8%). Le siguen Perú (15,4%) y Colombia (11,7%). En el caso de las personas provenientes de Venezuela, su participación en Chile ha registrado un aumento, ya que en 2018 representaban el 25,7%% de los inmigrantes en suelo nacional, según consigna un reportaje del diario The Clinic.
Este aumento de la población venezolana ha traído constantes disputas entre vecinos, sobre todo en comunas populares como Estación Central, que alberga edificios que son verdaderos guetos verticales con hasta 1.000 departamentos en los que las peleas por las constantes fiestas y el elevado volumen de la música se repiten todas las noches.
La presidenta de la Asociación Venezolana en Chile, Patricia Rojas, explica que las fiestas de fin de año para los venezolanos son “como las Fiestas Patrias en Chile, muy alegres y efusivas. Además que esto conlleva una cantidad de tradiciones para los venezolanos. Nosotros tenemos un plato típico exclusivo para la Navidad, que es la famosa hallaca, y esto congrega a todos los miembros de la familia a la elaboración de este plato, que es de casi dos días. Ahí trabajan desde los más chicos hasta las abuelas con la receta. Eso une mucho a la familia. Y, por supuesto, siempre se tiene la música tradicional de diciembre y se toman ciertos tragos tradicionales”, explica.
“También las personas en diáspora que tenemos que entender que, bueno, no es que perdamos nuestra identidad, sino que entendamos que hay procesos que hay que ir tomándolos con calma, que bajar un poco el volumen no va a quitar la alegría de la fiesta. Podríamos ser más flexibles, tanto las comunidades de acogida como la personas en diáspora”, añade Rojas.
“Las expresiones de redes sociales exacerban muchas veces este tipo de expresiones como ‘tú haces esto, yo no hago esto otro’, ‘tú celebras de esta forma y yo no soy tan alegre para celebrar’. Ahí también es súper interesante cómo somos conscientes de los caracteres de las sociedades. Una sociedad que es capaz de diferenciar y poder entender que existen caracteres distintos hace que sea más tolerante, más flexible, tenga un mejor aprendizaje al escuchar y conversar con otros. Estamos en la primera parte de este proceso”, expone Rodrigo Figueroa, sociólogo y académico de la Facultad de Ciencia Sociales de la Universidad de Chile.
“Creo que el lenguaje que se presta en redes sociales, el facilismo con el que etiquetan situaciones y las hacen virales, evidentemente, pueden ser caldo de cultivo de situaciones de xenofobia o rechazo a los procesos migratorios. El gran desafío es ser consciente de este tipo de cosas. Para ello necesitamos una sociedad más educada. Que aprenda a comprender la diferencia. Hemos pasado de universos sociales que era claramente identificables y que podríamos reconocer como miembros de una sociedad a otro más complejos que tenemos que aprender a convivir con ellos. Y muchas veces, como sucede cuando uno entra a un bosque, uno se pierde. Perderse implica xenofobia”, agrega.
Aprender a convivir
El video de Diego Ariza fue grabado en las calles Santo Domingo con Teatinos, en pleno centro de Santiago, ciudad que concentra el 57,8% de la población extranjera del país. “Las comunidades inmigrantes, generalmente, ocupan ciertos espacios que son redes sociales que facilitan el empleo, el acceso a vivienda a servicios. Y van copando ciertos territorios en los que encuentran una oportunidad. Eso va generando una sensación de copamiento una sensación de mayor conflicto con otras comunidades y, evidentemente, hay expresiones de eso”, plantea Rodrigo Figueroa. “Pero eso no quiere decir que la sociedad no sepa entender que tiene que convivir con diferencias. Creo que estamos en el proceso de transición en la sociedad chilena de asimilar estos fenómenos migratorios de las últimas tres décadas”, añade.
Sobre el choque cultural que se está produciendo con los venezolanos, el académico lo define como “diferencias que tiene que ver con las prácticas que son propias de las comunidades cuando van generando sus propias identidades”. Además, dice que la convivencia “ha sido súper desafiante para la comunidad chilena”, ya que antes “había menos diferencias que se podían reconocer en sus prácticas”. “Ahora son múltiples y más abundantes, y eso hace que las percepciones de las personas sean desafiadas”, asegura.
“Sinceramente tengo días esperando que esta situación que se está viviendo ahorita, el no entendimiento de las culturas, no pase a mayores. Nosotros tenemos que partir del punto de vista que estamos en un país ajeno. No solamente en cuanto a que es otro país, sino en cuanto a formas de ver la vida. Y eso hay que comprenderlo”, reflexiona Beto Hernández, ingeniero industrial que emigró de Venezuela a Chile a finales del año 2016.
La presidenta de la Asociación Venezolana en Chile reconoce que “estamos al debe, tanto la comunidad venezolana como las comunidades de acogida. No hemos trabajado en la convivencia”, comenta.
“Pudiera ser que sí, por supuesto, estás en un edificio donde hay, no sé, 400 departamentos y son muy pequeños y la calidad de construcción del departamento y la música alta por más de un mes, efectivamente, va a generar un mal rato para el resto de los vecinos”, dice, para luego sentenciar: “Pero quizás también entender un poco de personas que viven desarraigo. Y la Navidad significa reencontrarse con esa venezolanidad o con esa Venezuela que uno añora”.
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