China mintió. Y la mentira en lo que tiene que ver con el coronavirus, es la mentira de un gigante. Y cuando se trata de algo tan grande, las consecuencias son impredecibles. Ya se ven. Se perdió tiempo, instituciones globales como la Organización Mundial de la Salud, OMS, bajaron la guardia y el virus avanzó. Pero Vargas Llosa dijo lo que tenía que decir.
Por Juan Carlos Zapata / ALnavío
Una investigación de la agencia Associated Press, AP, determina no que China ocultó datos -esto ya se sabía- sino que lo hizo en un momento que ahora resulta ser crucial en la lucha contra el virus. AP descubrió que entre el 5 y el 17 de enero, Pekín no informó de nuevos infectados aunque ya en Wuhan, la provincia donde se desató lo que hoy es pandemia, registraba numerosos casos.
La censura informativa se aplicaba en varias direcciones: El gobierno no informaba al público. El gobierno impedía que los médicos informaran y si lo hacían eran castigados. El gobierno central informó mal cuando lo hizo: por ejemplo, al cabo de una teleconferencia con autoridades regionales, admitió la posibilidad, solo la posibilidad, de que el virus pueda ser transmitido a seres humanos.
Ya se sabe, en China la información está centralizada. Hay testimonios de autoridades de Wuhan apuntando que antes de emitir un comunicado tenían que consultar con Pekín. Hay un temor manifiesto de las provincias a comunicar noticias negativas. Y esto, entre otras razones, porque el gobierno central analiza lo que es negativo y no conviene para la imagen del país. La centralización y el esquema burocrático afectan el procesamiento de la información y cuando se transmite puede resultar tarde y costoso, como en este caso del coronavirus.
En esa misma teleconferencia del 14 de enero, y siempre tomando cuenta la versión de AP, las autoridades admiten también el riesgo de que el virus pueda saltar hacia el extranjero, ya que se había registrado un caso en Tailandia. “Con la llegada del Año Nuevo lunar mucha gente va a viajar y el riesgo de transmisión y propagación es alto”, es lo que dice el memorando oficial, según reporta AP.
Lo peor es que el 15 de enero, mientras las autoridades por fin reconocían un nivel de emergencia de grado Uno, en público, en televisión, un funcionario como el director del Centro de Emergencia, CDC, señalaba que “el riesgo de contagio en humanos es bajo”. Solo hasta el 20 de enero, el presidente Xi Jinping admitió la seriedad del virus. Y aquí es donde aparece el punto central. De haberse reconocido con anterioridad el riesgo del virus, más temprano habrían llegado las medidas de aislamiento, el uso de mascarillas y la prohibición de los viajes.
Esta demora, como se ha visto, le ha costado al mundo la expansión del virus con un saldo de más de 2 millones de muertos y una crisis económica de mayor profundidad que la Gran Depresión de 1930. Ha costado las críticas de Donald Trump a la OMS por supuesta parcialidad con China. Trump ha coincidido también con la versión de que se perdió mucho tiempo y del silencio de la OMS respecto a la desaparición de investigadores en China. Y aun todo no ha acabado. Porque de la crisis económica los escenarios que se manejan son referenciales, según ha dicho el FMI.
Ahora China, en el intento de lavarse parte de la responsabilidad que le atañe, ha aplicado una estrategia de poder blando, de ayuda y cooperación, y compartir información médica y de investigación científica. Pero China no quedará a salvo de culpa. Todavía se considera que las cifras reportadas sobre infectados y muertos no son las verdaderas.
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