Su enérgica y pedagógica gestión ante la expansión del coronavirus en el estado de Nueva York y la necesidad del Partido Demócrata de encontrar un líder fuerte que dé esperanzas de recuperar la Casa Blanca ha llevado al gobernador Andrew Cuomo a subir estas semanas en el escalafón como deseado presidenciable.
Carles Escolà / EFE
Cada día y durante una hora, los neoyorquinos y muchos estadounidenses -dicen que también Donald Trump- atienden en directo a las explicaciones del político demócrata sobre la propagación como un «tren bala» de la COVID-19 y, según analistas políticos, les ofrece algo muy necesario estos días a los ciudadanos confinados: la sensación de que alguien está a cargo del problema y que se enfrenta a la situación con todas sus fuerzas y con transparencia.
Nueva York y sus calles vacías afrontan estos días la pandemia casi como otro 11S. Si en aquella catástrofe emergió la figura de su alcalde Rudolph Giuliiani, esta vez el líder es el gobernador del estado, que ha tomado mando en plaza desde el Jacob K. Javits Convention Center de la Undécima Avenida, reconvertido en hospital y base operativa de la crisis.
Como dice el reportero de investigación de ABC News Josh Margolin, «la crisis del coronavirus es el momento para el que Andrew Cuomo se ha estado preparando toda su vida».
Él es el que ha dado las órdenes más enérgicas de confinamiento en todo Estados Unidos -«asumo toda responsabilidad, cúlpenme», indicó- y es el calculado contrapeso a un Donald Trump que parece más preocupado por reactivar la economía que por salvar vidas. Sin duda, las presidenciales del próximo noviembre marcan un «deadline» al que hay que llegar lo mejor parado posible.
Andrew Marc Cuomo, de 62 años, no ha optado a las primarias demócratas, en las que aún pugnan los septuagenarios Joe Biden y Bernie Sanders, pero el político nacido en Queens y licenciado en Derecho por la Universidad de Fordham siempre ha estado presente en las quinielas como presidenciable. Seguro que estará ahí para 2024.
Su estilo gusta a amplios sectores porque no le tiembla el pulso ante la que es la crisis de salud pública más grave en un siglo y sabe llegar a un público estadounidense que aprecia el carisma más personalista.
«Es riguroso en los datos pero al mismo tiempo emplea el lenguaje de la calle. Busca ejemplos prácticos e historias humanas para llegar a todo el mundo (…) Mantiene siempre la actitud de un padre, que te corrige y te protege. Su discurso tiene alma», aseguran los consultores Alejandro Romero y Gerard Guiu, de Llorente y Cuenca.
El gobernador un día aparece en rueda de prensa con su hija Michaela para que le ayude a convencer a los adolescentes neoyorquinos a que renuncien a ir a Florida en su «spring break» y contener así los contagios, y otro día habla en directo ante las cámaras de proteger a los mayores, «como mi madre, Matilda», porque «nuestros ancianos sí importan», aunque a Trump no se lo parezca.
Incluso ha llegado a ilustrar una comparecencia con la foto de su padre, Mario Cuomo, figura clave en la estirpe de esta familia italoamericana y que fue gobernador de Nueva York entre 1983 y 1994 desde un marcado acento social, y que justamente lideró en aquella época la oposición al neoconservador Ronald Reagan.
Y es que el clan Cuomo destila poder; es una de las grandes familias del aparato del Partido Demócrata. Andrew Cuomo es muy amigo de los Clinton -fue secretario de Vivienda en la presidencia de Bill Clinton- , que viven en el condado neoyorquino de Westchester, y es gobernador del estado desde 2010 y optará a un cuarto mandato en 2022, lo que le permitiría superar en el ‘trono’ de Albany a su padre, que estuvo 12 años al frente del gobierno estatal.
Divorciado de Kerry Kennedy, la hija pequeña del senador y candidato a la presidencia Robert Kennedy, asesinado en 1968, Andrew Cuomo tiene un hermano pequeño, Chris Cuomo, que es un conocido periodista de la cadena CNN -son famosas las bromas entre ambos cuando éste lo entrevista- y una hermana, Maria, casada con el prestigioso diseñador Kenneth Cole. Maria llamó un día a su hermano para pedirle un test de Covid19 y éste se negó, le dijo que se tranquilizase se quedara en casa, que no pasaría nada.
Andrew Cuomo fue, ya con 20 años, director de la campaña de su padre y luego fue su asistente personal cuando éste se convirtió en gobernador, ambos siempre inspirados por los carismáticos presidentes Franklin Delano Roosevelt (FDR), Teddy Roosvelt y Grover Cleveland.
Seguramente el que mejor define a Cuomo es el profesor de Ciencias Políticas de la SUNY Gerald Benjaim, quien cree que el actual gobernador transmite que «sabe lo que hace; es duro, no se esconde ante las disputas a la vez que no soporta la oposición». «Pero es muy bueno en una crisis. Cree que sabe lo que está haciendo y tiene el control».
Cuomo es muy consciente de que su gestión ante el COVID-19 definirá su legado y su futuro. «Estoy seguro de que habrá consecuencias políticas», declaró cuando tomó la decisión de ordenar a los neoyorquinos que se queden en casa: «Francamente, no me importa», comentó ante los periodistas desde la franqueza y sentido de la responsabilidad que ya le caracterizaban cuando era fiscal general del Estado.
Ahora Nueva York es el epicentro del país más contaminado por el nuevo virus y las consecuencias de salud y económicas son impredecibles. Pero ahí estará el gobernador demócrata para dirigir la nave del estado. Como escribió el columnista del The New York Times Ben Smith: «Cuomo es el fanático del control que ahora necesitamos».
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