Los científicos explicaron que estudiaron la historia genética del COVID-19 desde el 24 de diciembre hasta el 4 de marzo y descubrieron tres variantes distintas pero conectadas. También afirmaron que el virus presente en la ciudad china de Wuhan -punto de partida del brote- no es la variedad original.
La cepa de Wuhan fue definida como tipo B y se deriva del coronavirus original del SARS-CoV-2 que saltó a los humanos desde murciélagos y pangolines (tipo A).
La cepa tipo A es la versión que ahora prevalece en América y Oceanía. Y la llamada tipo C desciende del tipo B de Wuhan y se propagó por Europa a través de Singapur.
El doctor Peter Forster, becario del Instituto McDonald de Investigaciones Arqueológicas de Cambridge, contó que el estudio comenzó en febrero, cuando se les facilitó un total de 160 genomas del coronavirus, en gran parte intactos, procedentes de la base de datos del GISAID, una iniciativa público-privada con sede en Alemania que promueve el intercambio de datos sobre el COVID-19.
“Esto permitió ver los comienzos de la epidemia”, contó Forster al diario británico DailyMail. “La raíz del brote no es el tipo B, que se ve en China. La raíz es el tipo A, que se ve en América y Australia”, afirmó.
El tipo A de COVID-19 es el más cercano al que se encuentra en murciélagos y pangolines y se considera la “raíz” de la pandemia. Se encontró en Wuhan pero no fue la variación más predominante en la ciudad del centro de China.
El tipo A tiene dos subconjuntos: el primero, denominado alelo T, tiene vínculos sustanciales con Asia Oriental ya que se encontró en americanos que vivían en Wuhan; el segundo, llamado alelo C, es ligeramente diferente debido a una cadena de mutaciones.
“Es digno de mención que casi la mitad de casos con este alelo C del tipo A, sin embargo, se encuentran fuera de Asia Oriental, principalmente en los Estados Unidos y Australia”, escribieron los investigadores en el estudio publicado este jueves en la revista estadounidense PNAS.
Por otro lado, se encontró que el tipo B estaba “cómodo” en el sistema inmunológico de las personas en Wuhan y no necesitaba mutar para adaptarse. Sin embargo, fuera de China y en los cuerpos de personas de diferentes lugares, la variación mutó mucho más rápidamente, lo que indica que se estaba adaptando para tratar de sobrevivir y superar la resistencia.
“El coronavirus mutó del tipo A al B y, en la forma B se siente cómodo en el huésped en Asia Oriental. Pero en Europa o Australia, por ejemplo, la historia inmunológica varía debido a la exposición a diferentes enfermedades a lo largo del tiempo”, explicó Forster.
Y agregó: “El tipo B del virus puede no prosperar en anfitriones fuera de Asia Oriental y es posible que haya mutado para sobrevivir en diferentes poblaciones. Actualmente estamos analizando 1.000 genomas más del SARS-CoV-2 para confirmarlo, ya que la tasa de mutación parece aumentar fuera de China”.
La variante C es “hija” del tipo B y es el principal tipo europeo, encontrado en pacientes tempranos de Francia, Italia, Suecia e Inglaterra. Está ausente en la muestra de China continental del estudio, pero también se ha visto en Singapur, Hong Kong y Corea del Sur.
Los científicos sostienen que estos estudios podrían ayudar a predecir futuros puntos calientes de transmisión de la enfermedad a nivel mundial.