Pese a que la Organización Mundial de la Salud insiste en que el coronavirus pierde capacidad infecciosa a un metro del enfermo, nuevos estudios confirman que el patógeno puede estar suspendido en el aire, por los menos a cinco metros de distancia.
Según una investigación desarrollada en un hospital de la Universidad de Florida, el coronavirus sigue siendo “viable” flotando a casi cinco metros de un paciente con COVID-19: el virus capturado al vuelo y llevado al laboratorio es capaz de infectar células y se multiplica en ellas. Es infectivo. Además, los virus apresados en el aire son genéticamente idénticos a los extraídos de la garganta del paciente sintomático. El nuevo estudio ha encontrado “el arma del crimen”, la prueba de que puede existir transmisión aérea del coronavirus en espacios cerrados, según el ingeniero español José Luis Jiménez, un experto en aerosoles de la Universidad de Colorado (EE UU) que no ha participado en la investigación, reseñó El País de España.
“Las implicaciones para la salud pública son numerosas”, sostienen los autores, encabezados por el virólogo John Lednicky, de la Universidad de Florida. Las gotículas respiratorias, principales culpables de la transmisión según la OMS, tienen un diámetro de más de cinco milésimas de milímetro y caen pronto al suelo por su propio peso, aunque al evaporarse podrían producir aerosoles, de menor tamaño, que aguantan más tiempo en el aire.
“Para evitar la transmisión basada en aerosoles, tomar medidas como la distancia física de 1,8 metros no sería útil en un espacio interior y proporcionaría una falsa sensación de seguridad, provocando la exposición al virus y brotes”, subrayan los autores.
Su estudio preliminar, pendiente de aceptación en la revista de la Sociedad Internacional de Enfermedades Infecciosas, todavía no ha sido revisado de manera exhaustiva por investigadores independientes.
La OMS ya advierte de la posible transmisión aérea del coronavirus en hospitales, pero solo tras procedimientos médicos que generan aerosoles, como la intubación traqueal de un enfermo. En el hospital de Florida, los pacientes no habían sido sometidos a ninguna de estas técnicas: eran simplemente dos personas con covid hablando o tosiendo en una habitación sin ventanas, pero ventilada. El aire se cambiaba seis veces cada hora, con filtros de partículas. Además del enfermo sintomático, ingresado el día anterior, en la estancia había otro paciente a punto de ser dado de alta.
El último informe específico de la OMS, publicado el 9 de julio, era escéptico ante la hipótesis de la transmisión aérea. “Hasta la fecha, no se ha demostrado que el SARS-CoV-2 se transmita por ese tipo de vía de diseminación de aerosoles. Dadas las posibles repercusiones que tendría la confirmación de esa vía de transmisión, es necesario realizar mucha más investigación al respecto”, afirmaba el documento. La OMS, sin embargo, reconocía que “no se puede descartar que se haya producido transmisión mediante aerosoles de corto alcance, especialmente en entornos cerrados específicos, por ejemplo, lugares en los que haya personas infectadas, exista hacinamiento y no se disponga de ventilación suficiente durante un periodo prolongado”. La organización cita brotes sospechosos en restaurantes y gimnasios abarrotados y mal ventilados.
Un grupo de 36 investigadores internacionales ha urgido a la OMS a que minimice la posible transmisión aérea en espacios cerrados mediante directrices claras para mejorar la ventilación. Los españoles Xavier Querol y José Luis Jiménez son dos de los firmantes. Querol, un geólogo del CSIC experto en calidad del aire, es muy cauto pese a las nuevas evidencias. “Es muy peligroso que nos basemos en un solo estudio que todavía puede ser rechazado durante la revisión por otros científicos”, opina. El geólogo recuerda que otras investigaciones anteriores ya hallaron material genético del virus flotando en el aire de algunas habitaciones de hospital, por ejemplo, en Wuhan, la ciudad china donde empezó la pandemia. Los indicios se acumulan. “No hago ninguna crítica a la OMS. Solo ponemos sobre la mesa las evidencias científicas actualizadas. En nuestro grupo de 36 somos sobre todo expertos en calidad del aire y física atmosférica. Tenemos una visión incompleta y reconocemos que solo la OMS tiene la visión completa”, afirma Querol.
Con información de El País
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