Ninguno de los cinco núcleos de la UDO se ha salvado del hampa y el vandalismo. Ante la falta de soluciones concretas los estudiantes intentan asumir la vigilancia y el resguardo de los bienes y documentos que aún quedan dentro de las sedes.
Cuando los estudiantes y docentes de la Universidad de Oriente (UDO) del núcleo Cumaná regresaron a sus actividades en enero de 2020, se encontraron con otro robo más de una larga lista. Esta vez se habían robado todo el material de las aulas de computación, lo que indignó a la comunidad universitaria, generó protestas, la exigencia de soluciones y el pronunciamiento de las autoridades. Lograron la instalación de un puesto de custodia diurno por parte de la policía del estado Sucre y por la noche algunas rondas de funcionarios de la Guardia Nacional. Pero la medida no surtió el más mínimo efecto: en menos de una semana volvieron a robar y en esa oportunidad se llevaron los implementos del departamento de Bioanálisis.
Una cuenta parecida llevaban en la sede de UDO Monagas: para marzo de 2020 ya habían robado siete veces y en uno de tantos asaltos cargaron con los equipos de los salones de tecnología, y se llevaron todos los discos duros donde se habían digitalizado las tesis y los trabajos de grado de los egresados.
En la UDO Bolívar los robos se hicieron tan sucesivos que los delincuentes no solo se llevaron los equipos de aire acondicionado, el cableado eléctrico y hasta los marcos de las ventanas, sino que hasta cargaron con el cielo raso del techo de las aulas, lo que las dejó inhabilitadas.
En el núcleo UDO Nueva Esparta los únicos dos vigilantes que permanecen en custodia de los bienes ni siquiera podían hacer rondas porque los ladrones se llevaron todas las luminarias dentro del campus universitario, y lo convirtieron en un espacio sumido en la penumbra que tiene como única fuente de iluminación las luces de los edificios cercanos a la institución.
En plena cuarentena, en mayo de 2020, al núcleo Anzoátegui se le sumó otro robo en la Biblioteca Central más el área de Tecnología Educativa: desmantelaron todos los equipos eléctricos, arrancaron el cableado, se llevaron los aires acondicionados, arrasaron con el material de oficina y por supuesto ocasionaron destrozos y vandalizaron todas las áreas.
Así la Universidad de Oriente se iba perdiendo pedazo a pedazo. Según un reporte constatado por la organización Aula Abierta, la UDO ha sido una de las casas de estudios que ha sufrido más incidentes de inseguridad desde que fue declarado el confinamiento de distancia social: por lo menos 28 casos en un período menor a tres meses.
El culmen
El desmantelamiento progresivo y sistemático contra la universidad alcanzó uno de sus peores puntos desde la noche del 31 de mayo hasta la madrugada del 1º de junio debido al incendió que consumió por completo la biblioteca central del núcleo Sucre que acabó con una colección bibliográfica y hemerográfica de 120.000 ejemplares valorada en más de 1 millón de dólares.
La razón por la cual la biblioteca ardió en llamas durante toda la noche fue la misma que permitió que ocurriera semejante hecho: los bomberos tuvieron que esperar que amaneciera para actuar porque no tuvieron apoyo de los cuerpos de seguridad y era demasiado riesgoso entrar a las instalaciones de la casa de estudios en la oscuridad de la noche.
La rectora de la UDO, Milena Bravo, aseguró luego del incendio que el ataque a la universidad en todos sus núcleos y extensiones «viene orquestado de alguna manera. No tenemos otra explicación lógica. En el consejo universitario un consejero dijo que los malandros entran a robar, sacan los libros, los tiran al suelo y se llevan los estantes. Pero esta vez vinieron a quemar. Yo creo que a un malandro no le interesa quemar libros, pierde tiempo. Entonces hay que sacar algunas conclusiones», dijo en entrevista al diario El Nacional el pasado 8 de junio.
Esta hipótesis la comparte la dirigencia estudiantil. Por eso tomaron acciones inmediatas sin esperar alguna respuesta de los cuerpos policiales. En el núcleo Bolívar los estudiantes resguardaron por su cuenta más de 6 mil libros de la biblioteca para evitar que se repita lo que ocurrió en el núcleo Cumaná.
La previsión tuvo sus fundamentos. Apenas habían pasado dos días desde el incendio que despertó la atención de la opinión pública nacional pero de igual manera, el 3 de junio, delincuentes volvieron a meterse en las instalaciones de la Unidad de Cursos Básicos en el núcleo Anzoátegui, donde destrozaron el mobiliario, rompieron las cerraduras de las puertas y dañaron las ventanas. Por ello, los dirigentes de esta sede sacaron de la institución los documentos de registro y archivos estudiantiles para mantenerlos a salvo.
José Agreda, secretario general de la organización 100% Udista Nueva Esparta, explicó que la pandemia solo empeoró la situación porque la universidad quedó desmovilizada y mucho más vulnerable.
«Planteamos como una propuesta de apoyo de parte del movimiento estudiantil que podamos cubrir los turnos de la mañana para que los vigilantes puedan estar durante la tarde y noche porque solo quedan dos vigilantes por turno y el déficit de presupuesto es tan obvio que ni siquiera alcanza para comprar las baterías de las linternas en una universidad donde no hay nada de iluminación».
Agreda coincide con lo que plantea la rectora Bravo. «Esto es un ataque sistemático porque en un mismo día pueden robar todos los núcleos o viene uno detrás de otro. En cada núcleo se vinieron realizando siete mesas de seguridad con todos los órganos competentes y no funcionó para nada. La UDO es la casa de estudio más grande del país y forma a 56% de la población estudiantil en el territorio nacional y es un espacio estratégico político. Ante cualquier eventualidad, llámese elección o lo que sea, hay grupos interesados en que la universidad esté desmovilizada».
Destrozar la academia
El 7 de mayo unos sujetos habían hecho destrozos dañando una gran parte de los libros en la Biblioteca de Ciencias de la Tierra del núcleo Bolívar, una acción que a todas luces no representaba ningún interés material sino una intención de producir daños en un patrimonio difícilmente recuperable.
“Desde el 14 de marzo hasta el 5 de junio de 2020, Aula Abierta ha documentado al menos 112 incidentes contra el patrimonio universitario, tales como: robos, hurtos, incendios provocados en espacios universitarios, destrucción de bienes de las universidades, destrucción de áreas universitarias destinadas a la conservación ambiental, asesinatos y actos de otra naturaleza, que afectan las actividades de docencia, investigación y extensión de las principales universidades públicas venezolanas”, señaló esta organización que monitorea la situación de la academia.
“Sin embargo, estas cifras no logran expresar la magnitud del daño realizado a nuestra nación, como puede evidenciarse de la situación del Instituto Oceanográfico de la Universidad de Oriente, único en enseñanza e investigación sobre la materia en Venezuela y de reconocimiento mundial, cuyo pasado, presente y futuro cercano fue destruido en fecha 18 de abril de 2020 a raíz de un incendio que acabó con años de investigación científica. Una suerte similar ha padecido el Herbario JJ Pacheco adscrito a la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET), donde especies vivas producto de más de 40 años de investigación científica fenecieron debido a un hecho delictivo registrado el 05 de junio de 2020, el cual tomó mobiliario necesario para la conservación de las mismas”, detalla el documento.
Los incendios se han convertido en una práctica recurrente que combinada con los robos y el vandalismo se expresa en la destrucción de las instalaciones físicas, pero que deriva en pérdidas casi irreparables porque el presupuesto deficitario que el sector universitario viene arrastrando desde hace 11 años no permite la recuperación y puesta en práctica de las áreas que poco a poco van quedando inhabilitadas.
En mayo de 2019 también incendiaron el auditorio del núcleo Cumaná. En esa oportunidad el diputado de la Asamblea Nacional (AN), Robert Alcalá denunció que grupos del oficialismo habían tomado las oficinas del rectorado para ocasionar destrozos y que la situación se hiciera insostenible para intervenir esta casa de estudio «quedarse con la planta física y montar allí la Universidad de la seguridad», aseveró Alcalá.
A esto se suman los abusos y omisiones de las autoridades competentes que revelan un nivel de impunidad que agudiza la situación, como lo que ocurrió apenas unas horas después de la quema de la biblioteca del núcelo Sucre. El alcalde de Cumaná, Luis Sifontes, ordenó a funcionarios policiales que se presentaran en la casa del jefe de transporte de la institución, quienes le obligaron a llevar un autobús propiedad de la universidad que había sido confiscado para uso de la alcaldía.
La decana del núcleo Sucre, Noris Jordán, intentó en varias ocasiones hablar con el alcalde para que le sea devuelta la unidad de transporte a la UDO, pero Sifontes no la atiende.
La rectora Milena Bravo especificó que han dirigido múltiples denuncias a las alcaldías, al Cicpc y a todos los órganos de seguridad regionales y municipales que tienen ámbito de acción por el entorno local de cada núcleo, pero a pesar de ello han sido ignorados por parte de estas instituciones y de la Fiscalía.
«Los vándalos actúan a su libre albedrío y saben que no les va a pasar nada». Entre el año 2019 y el primer semestre de 2020 han introducido 30 denuncias sobre robos y otros hechos de violencia y daños patrimoniales en contra de la universidad. Ninguna ha sido respondida.
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