Hace dos meses Jorge Rivero creía saberlo todo sobre la administración de una funeraria.
A pesar de una carrera de 30 años y una historia familiar multigeneracional en la industria funeraria —el bisabuelo de Rivero fue el primero en entrar en el negocio, con la inauguración en 1947 de una funeraria en La Habana— Rivero dijo que nada podría haberlo preparado para la forma en que el coronavirus ha revolucionado su rutina de trabajo.
“Es una nueva era”, explicó Rivero, el actual copropietario de Vior Funeral Home en Miami, ubicado frente al Magic City Casino. “Todo ha cambiado”.
La pandemia ha provocado más muertes y más trabajo —el número de familias que atiende Vior se ha visto duplicado o triplicado comparado con el tiempo anterior al coronavirus— y ha restringido a los deudos la posibilidad de decirle adiós a sus seres queridos, independientemente de la razón de la muerte, ya sea por COVID-19 o no.
Debido a órdenes del condado, las visitas a las funerarias se limitan a solo 10 personas, al igual que las ceremonias de entierro. En este tipo de reuniones, el cumplimiento de las pautas de distanciamiento social impide que los familiares se puedan abrazar.
“Es una escena muy fría”, dijo Rivero.
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