Michael Palou, chef de un restaurante de lujo, se preparaba para irse al trabajo el lunes cuando le llegó al teléfono la noticia de que lo habían despedido.
Su compañero de casa y amigo de toda la vida, Gianni Arriaga, quien es camarero en otro restaurante, llegó a casa con la misma noticia. De la noche a la mañana, los dos hombres de 28 años se ven desempleados y desesperados sobre cómo van a poder sobrevivir, y mucho menos pagar el alquiler de $1,500 de su apartamento en La Pequeña Habana.
“Todos tenemos pánico”, dijo Palou. “La gente tiene que saber que esto es lo más difícil que nos has pasado desde el huracán Andrew”.
Los primeros efectos del coronavirus ya se han hecho sentir en el dinámico mundo de los restaurantes en Miami cuando los dueños empezaron a cerrar locales y despedir personal después que el gobierno ordenó el cierre de los comedores el martes para reducir la propagación del virus.
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El que le envió el texto con la noticia a Palou fue el chef y restaurantero Michael Schwartz. De ahora para luego, sus nueve restaurantes, entre ellos Michael’s Genuine, Tigertail and Mary, Harry’s Pizzeria y una compañía de banquetes, pasó de tener 460 empleados a seis.
Schwartz, ganador del Premio James Beard como uno de los mejores chefs del sur del país visitó varios de sus restaurantes y trató de dar la mala noticia en persona. Otros se enteraron por un email colectivo y un mensaje en Instagram.
“Fue un día descorazonador, pésimo”, dijo Schwartz. “Es una maldita pesadilla”.
En todo el sur de la Florida, los dueños de restaurantes tienen que decidir si cerrar completamente o tratar de mantenerse a flote con solo comida para llevar o entregar.
Al igual que Schwartz, la chef Michelle Bernstein y su esposo David Martínez echaron un vistazo a los números y decidieron que su única opción era cerrar el popular Café La Trova, en La Pequeña Habana, un dinámico bar, restaurante y centro de música cubana de antaño, que ya está en total silencio.
Han tratado de mantener las ventas con comida para llevar en su restaurante y bar Sweet Liberty, en Miami Beach, e incluso han ofrecido jocosamente un rollo de papel higiénico con cada pedido. Pero Martínez dice que “no ha funcionado” y que no durará mucho tampoco.
“Tuvimos que informar a 90 personas en La Trova que teníamos que cerrar”, dijo Martínez. “Ningún restaurante puede darse el lujo de pagar a todo su personal cuando no está entrando dinero”.
Martínez dijo que están pagando todos los beneficios médicos de los empleados “hasta que no podamos hacerlo más”.
Su esposa, Bernstein, también ganadora del Premio James Beard, con una plataforma nacional y un popular programa de televisión en PBS, Check, Please!, echó manos a las redes sociales para pedir ayuda inmediata a los legisladores.
Bernstein está pidiendo a ciudades, condados y al estado de la Florida que permitan a los restaurantes quedarse con el impuesto a las ventas, que tendrían que pagar el 20 de marzo. Esa cifra es 7% de todas las ventas, y las municipalidades toman otro 1% o 2% de una industria que emplea a 12% en el estado de la Florida y genera más de $50,000 millones.
“En esta todos vamos a perder un restaurante”, dijo Bernstein. “¿Por qué nuestros legisladores no pueden ofrecernos algún alivio?”
Muchos restaurantes están pidiendo la intervención del gobierno, como lo hizo el hotel y grupo de restaurantes Life House, que cerró su restaurante Mama Joon con un aviso de pocas horas.
“Entendemos que es un momento particularmente difícil para los individuos que han perdido su empleo y entendemos que esto va más allá de nuestros locales”, escribieron al Miami Herald en un email. “Estamos evaluando formas en que podemos ayudar a los necesitados y esperamos que los gobiernos locales y nacional puedan crear un plan para ayudar a estas personas y a la industria como un todo”
El Departamento del Trabajo anunció el miércoles que permitirá a los estados solicitar un máximo de $100 millones para ayudar a los trabajadores por cuenta propia y los que han perdido su empleo o les han reducido las horas debido a lo que la agencia calificó de “desastre”.
El presidente Donald Trump habló el martes con los presidentes de las mayores compañías de restaurantes del país. Pero los dueños de los restaurantes independientes dicen que son los pequeños locales, e incluso los más grandes pero independientes, que necesitan participan en esas conversaciones..
“McDonald’s y esos no son grupos de restaurantes, son otra cosa”, dijo Michael Beltán, chef y dueño de restaurantes de Miami.
Beltrán dijo que los restaurantes más pequeños como el suyo están tratando desesperadamente el modelo de comida para llevar para mantenerse a flote.
Beltrán, de 34 años, dueño de tres restaurantes en Coconut Grove, tuvo que reducir en 40% el salario a sus gerentes y despedir la mayoría de sus 100 empleados. Beltrán modificó el menú para ofrecer comidas para llevar en su local Chug’s Cuban-American, agregando cosas como empanadas, y preparando más pastelitos, rellenos de cosas como mantequilla de maní. También está ofreciendo descuentos de 50% en vinos de sus otros restaurantes, Ariete y Nave.
De esas ventas, Beltrán ha prometido donar 15% y la mayor parte de las propinas a un fondo para su personal desempleado. Pero sabe que eso apenas alcanza.
“Estoy haciendo un gran esfuerzo por mantener a la gente a flote” dijo. “Nuestros empleados son los que hacen de nuestro restaurante algo especial, así que queremos hacer lo máximo por ellos”.
¿Y los impuestos? Beltrán dijo que está diciendo a otros dueños que usen la recaudación del impuesto a la ventas para pagar a empleados que han perdido el trabajo y que negocien con los dueños de los locales alquiler o la hipoteca.
“Lo único que les digo a todos es guarden su dinero. ¿Qué van a hacer¿ ¿Sacarlos del local? El tribunal de desahucios está cerrado”, dijo Beltrán.
Por ahora, los dueños y empleados se ven haciendo planes muy diferentes. Schwartz dijo que su compañía ha iniciado el complicado proceso de solicitar varios préstamos a un año sin intereses que el gobernador Ron DeSantis anunció esa semana.
Para para cocineros como Palou, las preocupaciones son graves.
Una vez planeaba un quiosco de su restaurante experimental, Parcha, un fin de semana en un evento en Wynwood que cancelaron. “Pensé que iba a ser el principio del algo grande. Y ahora pasa esto”, dijo.
Su compañero de apartamento, Arriaga, se pregunta si tendrán que dejar el sector de restaurantes, después que el restaurante japonés Zuma del downtown lo despidió con 11 horas de tempo personal acumulado.
Y también se pregunta qué será de su mamá, quien dice se dedica a limpiar casas en Miami para pagar las medicinas de su hermano menor, enfermo de cáncer.
Este viernes recibirán su último cheque de nómina.
“Esto es una reacción en cadena y afecta a todos”, dijo Arriaga.
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