La vicepresidenta ejecutiva del gobierno de Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez, dijo el pasado 31 de julio que dentro de las instalaciones tendrían 300 camas, una unidad de cuidados intensivos y 82 médicos y enfermeras de la Tercera Brigada Ernesto “Che” Guevara de la Misión Médico Cubana en Venezuela, una unidad de triaje en la parte externa, donde se iban a recibir pacientes asintomáticos, con síntomas leves y también a aquellos con pruebas rápidas positivas. La capacidad en total era de 1200 camas.
“Si me traes una orden firmada por un general, te dejo pasar al hospital de campaña. Pero de otra forma es imposible, no estamos autorizados para dar esa información. Tampoco el personal civil o médico. Solo con una orden, como te dije, firmada por un general”.
Esa fue la respuesta tajante de un guardia apostado en la entrada principal del hospital de campaña, instalado en el estacionamiento del Poliedro de Caracas, cuando el equipo de Crónica.Uno se acercó a las instalaciones para verificar la operatividad de ese centro centinela, dado el avance de la pandemia.
De los 79.117 casos positivos acumulados desde marzo, 88 % está recuperado, según versión oficial. De esos 8627 que se encuentran como pacientes activos: 6841 están en hospitales, 1539 en CDI y 247 en clínicas privadas.
En las instalaciones del Poliedro, la vicepresidenta ejecutiva del gobierno de Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez, dijo el pasado 31 de julio que tendrían 300 camas, 150 para hombres y 150 para mujeres; una unidad de cuidados intensivos y 82 médicos y enfermeras de la Tercera Brigada Ernesto “Che” Guevara de la Misión Médico Cubana en Venezuela.
Además, una unidad de triaje en la parte externa, donde se iban a recibir pacientes asintomáticos, con síntomas leves y también a aquellos con pruebas rápidas positivas. La capacidad en total era de 1200 camas.
Érika Farías, alcaldesa de Caracas, el 1° de agosto dijo que ese puesto centinela era el más grande del país para atender a los infectados por el brote. De hecho, aseguró en ese momento que contaba con unidades de trauma shock, Rayos X móvil; además de 13 ambulancias que estarían habilitadas para el traslado de los afectados. Ese día ingresaron a 50 personas con sospechas del virus. A la fecha se desconoce cuántos hay o cuántos han pasado por ahí.
El equipo de Crónica.Uno no consiguió la carta firmada por el general, así que no logró el ingreso, y el trabajo se redujo a la observación a través de las rejas y a entrevistas en los alrededores.
Desde el perímetro metálico se divisaron más de 70 carpas dispuestas bajo el ordenamiento militar. Un grupo con la cruz roja como identificación que funciona como triaje. Las más grandes son para los hospitalizados. Otras, que están en la parte de atrás, son para el personal paramédico y rescatistas.
Este martes 6 de octubre, dentro del estacionamiento había tres carros estacionados y una sola ambulancia aparcada en un costado, no estaba en zona de embarque para emergencia. De hecho, hubo una señora que salió con un muchacho que caminaba encorvado y abordó un carro particular. Al hombre no lo recibieron y lo llevaron a otro hospital.
“Aquí están los asintomáticos”, refirió una mujer del Movimiento Somos Venezuela. Ella trabaja desde una carpa ubicada a 50 metros aproximadamente de la entrada principal. Ahí reciben los paquetes y la comida para los que permanecen aislados. La gente se registra por ese punto, deja los insumos y ellos se encargan de dirigirlos a las personas beneficiadas.
Crónica.Uno conoció del caso de José Bonilla*, habitante de la parroquia La Vega, que ingresó a este puesto centinela a principios de septiembre. Sus vecinos lo llevaron primero al CDI de Montalbán, luego al de El Paraíso y solo le administraron antibiótico para la neumonía.
Viendo que no se recuperaba, lo llevaron al hospital de Coche, donde le dijeron que se fuera para El Poliedro. Los allegados de Bonilla estaban extrañados porque ya tenía un cuadro clínico.
Una hora esperó para que le dieran ingreso a las carpas. Fue un sábado. Ahí estuvo con oxígeno, en el día lo sentaban en una silla y en la noche lo pasaban a una cama.
Su esposa, hermana y sus amigos podían verlo y le llevaban comida. A la semana, el doctor que lo atendía le dijo que no podía tenerlo más y lo transfirió para el centro Victorino Santaella, en Los Teques. José duró cuatro días aislado, no lo pudieron ver más y murió de un paro cardíaco.
Mientras estuvo en El Poliedro, el paciente solo hizo referencia a que el día lo pasaba sentado en una silla. Nunca se quejó de la atención médica y del suministro de medicinas. Durante esa semana siempre estuvo con oxígeno.
Ni el ruido de una sirena
En la entrada donde estaba el guardia, otras cuatro personas vestidas de verde olivo estaban sentadas revisando el celular sin mayor cuidado del entorno.
“Pero cuántos hay allá adentro, esa es una información que no te puedo dar, nosotros entramos y salimos y no sabemos cuánta gente hay allá”, respondió uno de los obreros del movimiento que entró al hospital trajeado con bata, gorro, guantes y tapabocas. Todo el implemento era desechable, pero no lo descartó cuando salió.
Tampoco en la puerta principal hay un cordón de seguridad que tome temperatura y haga la labor de desinfección. La gente entra y sale, toca la reja sin guantes y habla sin distanciamiento.
Rejas adentro el movimiento en este hospital de campaña es reposado. El personal sanitario se pasea con sus trajes blancos de bioseguridad. Otros charlan bajo el sol, mientras los pacientes descansan bajo los ramales que de vez en cuando ayudan a mantener fresco el ambiente.
En cholas, en shorts y sin camisas algunos, de los muy pocos que se observaron desde los alrededores, deambulan sin impedimentos entre una carpa y otra.
Las mujeres también salen del aislamiento. Igual como si estuvieran en sus casas, en shorts, camisetas y batas. Por el calor las puertas de las carpas son recogidas como cortinas y en algunas se pudieron divisar literas con mosquiteros.
Hay baños portátiles dispuestos en el centro del estacionamiento y en los laterales. Se pudieron contar más de 40 en este hospital de campaña.
Casi a las 11:00 a.m. el ambiente era de total normalidad. En más de media hora solo entraron tres personas. Una de ellas un trabajador. Mientras que en el coso, que décadas atrás fue plaza llena para el espectáculo, reinaba el silencio. Dos policías bolivarianos indicaron que ahí estaban los casos leves. Pero igual no soltaron prenda de cómo estaba la situación en el interior. Ni el ruido de una ambulancia alteraba los ánimos por los lares del hospital de campaña que se vendió como el más grande del país.
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