Felipe Muñoz está encargado de gestionar el flujo migratorio de venezolanos hacia Colombia desde hace dos años. Pronto dejará el cargo para asumir la Unidad de Migración del Banco Interamericano de Desarrollo con la amplia experiencia que le dejó manejar el segundo éxodo del mundo.
El País de España le hizo una entrevista para hablar sobre este fenómeno que ha llevado a más de 5,2 millones de personas a escapar de la desidia y la persecución del régimen.
Pregunta. Usted ha estado dedicado a atender uno de los flujos de personas más grandes del mundo. ¿Cómo dimensionar el éxodo venezolano?
Respuesta. Los números son claros: 5,2 millones de personas según cifras de Naciones Unidas han salido de Venezuela en los últimos cuatro años. Hoy es el segundo éxodo más grande del mundo después del sirio, pero además en muy corto tiempo. Y las condiciones en las cuales la gente está huyendo de Venezuela cada vez son peores. En números es el más grande de la región en nuestra historia, pero hoy ya es un tema de ranking internacional.
P. Antes de la pandemia, los desplazados de Venezuela se encaminaban a superar en número este año a los de Siria.
R. Sin pandemia se podía proyectar, obviamente la covid-19 ha generado con el cierre de la frontera que hizo Colombia una disminución dramática en el flujo de personas que se han movido. Los migrantes venezolanos en Colombia siguen estando un poco por debajo de 1,8 millones, eso es el 35% de todos los que han salido de Venezuela. Hace cinco años había 140.000 extranjeros en Colombia, de todas las nacionalidades. Ha crecido más de 12 veces el número solo para una nacionalidad, y eso dimensiona el tamaño del ajuste que tuvo que hacer el Estado colombiano para recibirlos.
P. ¿Cuánto dinero requiere una emergencia de este tipo? Son cifras que desbordan la capacidad individual de respuesta de cualquier país sudamericano.
R. Incluso en países desarrollados, cuando llegó el pico de la crisis europea de refugiados en 2015 eran unas cifras en Alemania de poco más de un millón y generó toda una circunstancia de presión. Imagine en un país como Colombia. Hay varios estudios –del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial– que dicen que el costo de atender de manera integral toda esa migración puede estar alrededor de 0,35 al 0,6 del PIB anual para Colombia. No solo son los 1,8 millones de migrantes, también 500.000 retornados colombianos adicionales de primera y segunda generación que volvieron. Eso es más o menos 1,3 billones de dólares al año. Lo que hemos recibido en cooperación internacional, que ha sido muy importante, son más o menos 487 millones en los últimos tres años. Lo que la cooperación ha dado alcanza a cubrir el 12% de lo que realmente se requeriría. Aquí ha habido un esfuerzo muy importante del presupuesto de los colombianos.
P. Cerca de 100.000 venezolanos han retornado en medio de la pandemia. ¿El coronavirus va a detener el flujo migratorio?
R. La población vulnerable que se ha devuelto, sin que eso sea la voluntad del Gobierno, es un grupo que representa un poco más del 4% del total de la migración. Quienes piensan que este tema de retornados es un cambio en la tendencia migratoria están equivocados. Más del 96% de la migración está ahora en Colombia y se va a quedar por un tiempo prolongado así haya un cambio mañana en la situación en Venezuela. Además de las restricciones en la frontera para su ingreso por parte del régimen, muchos se han encontrado con condiciones que no son óptimas. Y ya empezamos a ver un reflujo migratorio de algunas personas que están volviendo. El grueso de la migración se queda en Colombia. Y nos estamos preparando, porque es posible que el descalabro del sistema de salud en Venezuela hiciera que algunos vinieran a buscar ayuda a Colombia.
P. ¿Qué consejo le daría a su sucesor o sucesora en el cargo?
R. Hay que aprovechar el liderazgo del presidente en esta política generosa, pero seguir construyendo una política plural. Aquí hay que trabajar de la mano de alcaldes y gobernadores, leyendo a la academia, apoyándose en la sociedad civil, incluidas las asociaciones de venezolanos, con los recursos de los cooperantes internacionales y con las entidades de control y el Congreso, que está haciendo la ley migratoria. Hay que mantener una aproximación de Estado en este proceso.
P. ¿Colombia ha estado sola en la región en su postura de brazos abiertos, de acogida y flexibilidad migratoria?
R. En una primera etapa varios países tuvieron una política generosa. La tuvo Perú, Chile, Argentina, cada uno en su dimensión. Argentina, por ejemplo, hizo un proceso muy rápido de convalidación de títulos y aprovecharon unas capacidades de un grupo de personas capacitadas en educación. Lo que pasa es que desde hace un año esos procesos fueron variando, y ahora mucho más con la covid-19. Al final esto es un reto regional.
P. ¿Qué queda pendiente?
R. Creo que hay cinco retos. Uno jurídico, pues debemos seguir en el proceso de regularizar, es absolutamente clave. Otro de comunicación, hay que evitar los temas de xenofobia. También social, debemos seguir afiliando a los migrantes al sistema de salud y ampliando la capacidad de infraestructura escolar para seguir atendiendo a los niños que lo demandan [346.000 niños y niñas venezolanos están matriculados en colegios públicos colombianos]. Además tenemos que darle una dimensión local al fenómeno. Y un reto económico, seguir haciendo el proceso de inclusión financiera de los migrantes. Esta es una política en construcción.
P. ¿La permanente tensión entre los Gobiernos de Iván Duque y Nicolás Maduro, al que no reconoce Colombia, dificultan la gestión del flujo migratorio?
R. Lo deseable es que el régimen cambie. Seguramente con un Gobierno legítimo, democrático, con las normales tensiones entre países fronterizos, los procesos podrían ser otros. Cuando usted tiene un régimen que patrocina y ayuda grupos ilegales en la frontera, que afectan a los migrantes; cuando usted decide hacer cierres unilaterales; cuando usted culpa a sus propios ciudadanos que están volviendo a su país de ser armas biológicas, francamente el proceso es muy complejo. Para los migrantes venezolanos el tema del régimen es una tragedia.
P. Usted es también un lector voraz. ¿Destaca algún libro que refleje o capture el drama de los migrantes, que le haya ayudado en su trabajo?
R. Sí, encontré literatura, no solo técnica sino autores que hablaban de temas de migrantes. La mexicana Valeria Luiselli con Los niños perdidos o Desierto sonoro narra sobre eso. Mohsin Hamid, paquistaní, tiene uno que se llama Bienvenidos a Occidente. Melania Mazzucco con Estoy Contigo, una historia conmovedora de una refugiada congolesa en Roma. Y obviamente también de Venezuela. Estuve en un podcast hablando con una especialista en literatura venezolana sobre las últimas novelas, y muchos de los autores recientes tienen que ver con el desarraigo. La literatura me ha servido siempre como compañía, en general, y en este tema en particular para ponerme en los zapatos del otro.
P. ¿Ha acusado el desgaste emocional de estar inmerso en un tema tan dramático?
R. Sobre todo con los niños. Hay dos historias que no se me olvidan. La de un niño en Maicao, en la Guajira, al norte de Colombia, que cuando lo llegamos a ver al albergue me contó muy angustiado que la Guardia venezolana le había quitado su balón cuando venía. Le conseguimos el balón, pero era muy trágico. Y otro que iba con la bicicleta que le había regalado la abuela que vivía en Cúcuta, por estas familias binacionales, y también tenía mucho miedo de que se la fueran a quitar y me lo iba contando cuando estaba en el puente. El tema de los niños es muy duro, pero al mismo tiempo es el que hace que valgan la pena muchos esfuerzos. Lo que se hace en este trabajo tiene una alta carga de emotividad, pero también de satisfacción.
Con información de El País.
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