La ausencia de Daniel Ortega este viernes en los funerales de su íntimo amigo, el diputado Jacinto Suárez, avivó los rumores que desde hace un mes circulan sobre la suerte del presidente de Nicaragua.
Por Fabián Medina Sánchez / Infobae
A Ortega, de 74 años, no se le ve ni se le oye desde el pasado 12 de marzo cuando participó en una videoconferencia con otros mandatarios centroamericanos para definir estrategias regionales ante el avance del COVID-19. Más aún, desde el 21 de febrero pasado no participa en acto público alguno. Tampoco su esposa Rosario Murillo, quien, sin embargo, todos los días hace un contacto telefónico con los medios de comunicación afines al gobierno.
Las especulaciones en las redes sociales sobre la suerte de Ortega van desde que está guardando una cuarentena severa en su búnker de El Carmen, o que está muy enfermo, posiblemente en Cuba, e, incluso, que podría estar muerto.
No sería esta la primera vez que se da por muerto a Daniel Ortega, un personaje dado al ostracismo, desde su época de la cárcel, hace 53 años. En una ocasión él mismo apareció desmintiendo los rumores que le daban por muerto. “Este es su primer milagro, usted me resucitó, señor cardenal”, bromeó, después de una larga ausencia el 3 de marzo de 2014, cuando llegó a recibir al cardenal Leopoldo Brenes al aeropuerto de Managua.
“Las ausencias de Daniel Ortega son bastante clásicas”, dice la exguerrillera Dora María Téllez. “Él se desaparece, más aún cuando hay circunstancias críticas a las que no quiere responder. Se ausenta en las crisis, sobre todo cuando no tiene buenas noticias que dar, y prefiere que sea Rosario Murillo quien saque la cara, pues prefiere que se queme Murillo a que se queme él”.
El analista político, Eliseo Núñez, considera que a Ortega le gusta fomentar esos rumores, estimular la idea que puede estar muerto para luego aparecer como inmortal. “No le demos cuerda a eso de que Daniel (Ortega) se murió, ese rumor lo dejan caer ellos mismos para que después aparezca y con eso destruyen la credibilidad de quienes lo difundieron además de aumentarle su categoría de ‘dios invencible’ que sus fanáticos le dan”, escribió Núñez en Twitter.
Este viernes se esperaba una prueba de vida de Ortega, cuando asistiera a los funerales de su viejo amigo y compañero de luchas, el diputado Jacinto Suárez, quien falleció este jueves a los 73 años de edad. Sin embargo, ni Ortega ni su esposa, Rosario Murillo, ni nadie de su familia, llegaron a la vela o a la ceremonia solemne que se realizó en homenaje a Suárez en la Asamblea Nacional.
Jacinto Suárez y Ortega vivieron en el mismo barrio cuando niños, se integraron en fechas similares al movimiento guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y pertenecían a un pequeño grupo de amigos que se forjó en la cárcel entre 1967 y 1974. “El Grupo de los Ocho” se le conoció y fue el círculo de amistad más cercano a Daniel Ortega el resto de su vida. De los ocho, sobreviven tres, y uno de ellos es el jefe de seguridad de Ortega.
El sociólogo y antiguo militante del Frente Sandinista, Oscar René Vargas, no cree que Ortega esté muerto. “Habría mayores movimientos políticos al interior del sandinismo y los poderes fácticos, y se harían visibles. No podrían ocultar ese tipo de cosa por mucho tiempo. Podrían ocultarlo uno, dos, o tres días, pero no es una muerte que pasaría desapercibida por mucho tiempo”.
Vargas conoce a Ortega desde los orígenes del Frente Sandinista. En una ocasión, incluso, le salvó la vida. Tiene varias hipótesis para explicar la ausencia de Ortega. “Uno, el siempre aparece en forma irregular y toma su tiempo entre una presencia pública y otra, salvo problemas fundamentales. Dos, creo que también es parte de su enfermedad, tiene que cuidarse y chequearse constantemente y tomarse su descanso entre una aparición pública y la siguiente. Y en tercer lugar, diría yo, porque eso de estar explicando a la gente qué es lo que pasa con el coronavirus, no es de su estilo, y ha dejado que sea la Murillo quien diga las cosas”.
“Él se cuida. Sabe que es una persona con una enfermedad crónica, que cualquier cosa y se muere. Es un tipo que tiene lupus y un problema cardíaco. Preventivamente lo mandaron a cuidarse”, dice Vargas.
Dora Mará Téllez, quien fue miembro de gabinete de Ortega en los años ochenta, considera “muy posible que esté en Cuba, o en Aserradores, Chinandega, un complejo turístico donde se reunía toda la familia y pasaba sus vacaciones. Un aislamiento de esa naturaleza”.
Hasta ahora el gobierno de Daniel Ortega ha actuado en sentido contrario a los protocolos que han seguido el resto de países del mundo para enfrentar el COVID-19. Nicaragua es el único país de América que mantiene abiertas sus fronteras, los niños siguen yendo a clases, y el gobierno promueve actividades de concurrencia masiva, en lugar del aislamiento social recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Si Ortega y su familia están en aislamiento severo, dice Eliseo Núñez, “se confirmaría como un ser humano de muy poca calidad, porque sabiendo que él mismo ha tenido que ponerse en cuarentena, ¿por qué no le recomienda eso a los ancianos de este país? Sino que, al contrario, manda todo mundo a la calle a contagiarse”.
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