Pese a ser el tercer estado con más casos de COVID-19, en Bolívar abundaron las colas en las dos primeras jornadas de la flexibilización decretada por el régimen de Maduro.
Por José Rivas / correodelcaroni.com
El Correo del Caroní hizo un recorrido por la ciudad de Puerto Ordaz para constatar la aglomeración de personas en los bancos y estaciones de servició este miércoles.
El Banco Bicentenario de Alta Vista, en Puerto Ordaz, fue uno de los sitios más abarrotados. Pensionados esperaron bajo el sol desde las 6:00 de la mañana para retirar apenas 200 mil bolívares en efectivo, luego de casi tres meses sin cobrar la pensión.Lo hicieron sin distanciamiento social, agua, ni medida para hacer menos difícil el proceso.
“Estamos aquí aguantando sol, hambre y sed”, señaló Carlos Díaz de 80 años. Bajo el sol y recostado de una reja reprochaba, con otros pensionados, las pésimas medidas de atención. Caminó desde su casa muy temprano, a las 6:00 de la mañana, hasta la agencia en Alta Vista porque no había casi transporte. Lo hizo así por una urgencia: comprar en efectivo es su única opción pues en septiembre de 2019 perdió la tarjeta de débito y el banco no le garantiza reposición.
Díaz se expuso, a pesar de la pandemia y el trajín, porque esperaba cobrar los cuatro meses de pensión de este año. Pero no fue así. Al llegar le dijeron que tan solo podrían retirar 200 mil bolívares, monto que en Venezuela no alcanza ni para medio cartón de huevos. “Esto es una burla”, resumió.
En promedio, calcula que perdió 20 de los 80 kilos que pesaba. Su calidad de vida y su salud se fue contra el piso cuando tuvo que reducir a una el número de comidas al día. Por eso exigió a los bancos y al Estado no solo una atención digna, sino aumentar el límite de retiro y entregar el efectivo completo.
A pocos metros de la entrada de la entidad bancaria los gritos y discusiones eran recurrentes. Los usuarios peleaban por entrar mientras que los empleados trataban de organizar a los clientes por el tipo de gestión. “Por favor retírese de acá… Colóquese (sic) en la cola por favor”, fue la solicitud constante del gerente de banco cuando grupos de tres y cuatro personas se amontonaban a preguntar.
Algunos ancianos con la mascarilla mal puesta permanecían sentados en las aceras que rodeaban el banco. Cerca de las 10:00 de la mañana, una hora después de su apertura, pocos confiaban que les atendieran antes de la hora de cierre, a la 1:00 pm. Al ser pocas las garantías y mucha la desorganización algunos pensionados se regresaron a sus casas sin cobrar.
Centros comerciales
En Alta Vista solo abrió Macrocentro II con las luces apagadas, un bajo flujo de personas en sus pasillos y con casi todos sus locales cerrados. Los comerciantes de ropa y calzado se arriesgaron a abrir, pese a que el domingo la vicepresidenta Delcy Rodríguez indicó que en los centros comerciales solo podrían trabajar las peluquerías, consultorios médicos y odontológicos en un horario de 7:00 am a 2:00 pm.
Mohamad Awada fue uno de los vendedores de ropa que abrió presionado por la acumulación de deudas tanto en personal como en el alquiler de sus locales. Aunque tiene mercancía en descuento dijo que debará aumentar para suplir los costos que generó la paralización.
A Mohamad le preocupan más las deudas que la pandemia. “¿Cómo uno paga? ¿Cómo uno come?”, se preguntó quien, a su vez, contó que su esposa está embarazada y debe 900 dólares de alquiler del local desde marzo, cuando inició la cuarentena.
Consideró ilógico e injusto que un centro comercial, donde hay grandes espacios que se limpian constantemente, tenga más trabas para abrir que el centro de San Félix, donde compradores y vendedores informales no cumplen con el distanciamiento ni las medidas preventivas.
En el primer piso del centro de compras la soledad era aún más evidente. En los pasillos tan solo estaban cuatro señoras de limpieza, mientras que en dos peluquerías, de las tres donde había personal, se atendían a los clientes sin tapabocas, sin distanciamiento y sin ninguna precaución.
Gabriela Méndez, encargada de una de ellas, manifestó gran temor por la flexibilización y su impacto en la tasa de contagio. Para protegerse indicó que recibirían a los clientes con tapabocas, gel antimaterial y evitando la aglomeración dentro del local.
Aunque no le parece del todo oportuna la flexibilización por los últimos contagios, entiende que la decisión es necesaria para producir ingresos tanto para los comerciantes como para los trabajadores. “El equilibrio es la necesidad del trabajo, muchos de los que están trabajando ahorita es porque lo necesitan”, afirmó.
Méndez consideró que, aunque en algunos locales están tomando las medidas preventivas, en la calle sucede todo con lo contrario. Desde el lunes ha visto una mayor cantidad de personas saliendo de sus casas y aglomeración dentro del transporte público, donde incluso van parados.
Desorden y poca vigilancia
A diferencia de otras semanas, el tránsito peatonal aumentó. En la Plaza del Hierro los pasajeron hicieron cola esperando un bus, aglomerados y sin distanciamiento. Incluso al abordar las unidades las medidas poco se cumplen. Los usuarios tienen dos opciones: pasar hasta dos horas esperando para llegar a su destino o pagar para ir parados pero más rápido.
Orlando Herrera, de 56 años y supervisor de una distribuidora de alimentos, señaló que en marzo se hicieron desinfecciones, pero luego hubo una relajación en el cumplimiento de las medidas preventivas.
“Los meten tipo latas de sardina”, comentó. Aunque teme trasladarse en transporte público es la única alternativa que tiene al estar sin combustible hasta el viernes, si es que acaso logra abastecer gasolina.
Sin distanciamiento por combustible
En Castillito la cantidad de ciudadanos aglomerados fue más por la cola de combustible que por los comercios abiertos. Unas personas porque salieron de sus vehículos a empujarlos y otras porque se pararon en las islas o aceras a conversar, incluso sin mascarilla.
Pocos comercios cumplieron con garantizar el distanciamiento, las soluciones de agua con cloro o el uso adecuado de la mascarilla. Sin ningún llamado de atención, los clientes entraron a los locales como cualquier día normal
Linardo Rodríguez indicó medidas de distanciamiento con pintura amarilla en la ferretería donde trabaja, en la avenida principal de Castillito. Por su avanzada edad, 69 años, le preocupa el aumento de los contagios en la última semana, pero también considera que sin un ingreso económico es imposible mantenerse paralizados. “Haber flexibilizado la situación nos parece justo, porque necesitamos trabajar y comer”.
Piensa que los guayaneses han cumplido las reglas de prevención y que la falla está en la poca efectividad de medidas aplicadas por el gobierno para solucionar el acceso a alimentos y el suministro de combustible.
Lo económico y la salud
En las útimas semanas, los gremios solicitaron a la Alcaldía la flexibilización de ciertos sectores, distintos a los aprobados, con medidas preventivas acordes para mantener el ingreso económico de los comercios y evitar mayores contagios por la COVID-19.
El exministro de salud y epidemiólogo José Félix Oletta informó que la medida ejecutada, sin previa consulta a la sociedad científica, aumentará las probabilidades de contagio en la población y, por lo tanto, la cantidad de casos nuevos. “Todos los indicadores nos señalan que no es un buen momento desde el punto de vista de salud pública para la flexibilización, si aumenta el número de casos vamos a tener una onda epidémica”.
El experto explicó que tiene que haber una reducción sostenida de casos confirmados, o sospechosos y mortales, por un período de dos semanas para decir que están dadas las condiciones para comenzar a flexibilizar las medidas de aislamiento.
La Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, en su informe Estado actual de la epidemia de COVID-19 en Venezuela, proyectó una tasa de contagios de mil casos para la primera semana de septiembre, en un escenario conservador, y 4 mil nuevos casos para la primera semana de junio si aumenta la tasa de infección.
En Venezuela, según el último informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), se han realizado 16.577 pruebas con el método de reacción en cadena de la polimerasa (PCR), apenas 2,37% del total de pruebas aplicadas, con un promedio de 600 pruebas diarias, insuficientes para determinar el avance del COVID-19 en el país.
COn información del Correo del Caroní
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