En 1979 Alvin Toffler, publica La tercera ola, en donde, de una manera futurista, anticipa temas que ya ahora sabemos son reales y lejos de conspirativos, hacen a la cultura y la sociedad. Después de la revolución, paradigma u ola agrícola luego industrial, vivíamos una de cambios profundos en el conocimiento y las relaciones sociales. Hace ya varios años que la ciencia comenzó a ver cómo patrones universales, físicos y secuenciales se repetían en las formas y tiempos de todos los procesos, desarrollando idénticos patrones matemáticos. Tirar una piedra en un lago genera ondas al igual que un sonido genera armónicos.
El enorme cambio mundial que provocó el COVID-19 nos hizo olvidar que es otro coronavirus que reaparece, desde hace mucho tiempo, cual olas de un mismo proceso, e inevitablemente las consecuencias sobre la humanidad no son ajenas unas a las otras. Los habitantes del cordón del Pacífico ya saben qué puede venir luego de un sismo de baja intensidad.
En noviembre del 2019, quizás antes, nos enteramos que había resurgido un coronavirus, primero tímidamente, que luego sería una pandemia que generó a un año casi 60 millones de contagiados y 1,4 de muertos. Al igual que los terremotos, mostró impactos más visibles y otros invisibles a primera vista.
Luego vino la segunda ola, la cuarentena, que imaginamos una corta medida restrictiva. Hoy esa limitación de nuestra libertad modificó nuestra vida con réplicas que golpean. Finalmente, al igual que todos estos fenómenos naturales, el temblor no previsto penetró en la mente. En realidad, lo venía haciendo de manera constante, pero al igual que los temblores, algunas estructuras los soportaron de mejor manera mientras que otras yasufrieron fracturas, que en psiquiatría llamamos trauma.
Esas réplicas psicológicas empezaron a ser cada vez mayores sobre una estructura ya dañada; empezaron a ser evidentes y así, por ejemplo, vemos los episodios de descompensación que generan violencia, que en muchos casos terminan luctuosamente, y allí cobramos conciencia de eso que debió alertarnos desde el inicio.
Quizás algunos esperaron en su desconocimiento de los patrones previsibles, ansiedades y depresiones subsanables, pero ahora cobran conciencia de lo que se les advertía desde el inicio: el temblor podía originar un “tsunami”, y así hoy en el mundo vemos cuadros psiquiátricos mucho más graves, psicosis, recrudecimiento de adicciones severas, violencia descontrolada y hasta algo que negamos y es la autoagresión que pueden terminar en suicidio.
Muchos países, previendo esta situación, tomaron medidas acordes y no cosméticas, y en paralelo al incremento de camas en UTI, pusieron a punto dispositivos psiquiátricos de emergencia acorde a un fenómeno excepcional y también camas de internación, tema controversial en un país que sigue negando de manera sintomática su malestar crónico, la enfermedad psiquiátrica. Las estructuras poco preparadas se habían caído y otras ya mostraban sus grietas.
En definitiva, la tercera ola que no previmos está acá. La negación, la estigmatización de caso único, no servirá frente a la realidad. Es momento de hacernos cargo de nuestras negaciones o seguir pagando las consecuencias, de manera mucho más costosa.
*Enrique De Rosa es médico psiquiatra, sexólogo y neurólogo
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