La estigmatización del paciente con COVID-19 es una realidad. El temor a ser contagiado aunado a una narrativa oficial despectiva ha ocasionado que el paciente positivo al virus sea visto como una amenaza para el resto de la población.
Jhoana Suárez | La Prensa del Táchira.
La narrativa y el trato que han recibido quienes son sospechosos de portar el virus e incluso quienes lo padecen, es para los expertos una evidente violación a los derechos humanos establecidos por demás en la constitución venezolana.
Llamar «arma biológica» a los retornados contagiados o no, forma parte de la narrativa que pudiera estar influyendo en al estigmatización del paciente con COVID-19.3
Para Javier Tarazona, presidente de Fundaredes es necesario deplorar desde el inicio como se ha actuado contra la población civil que ha regresado a territorio venezolano, pues hasta ahora «la narrativa oficial del gobierno de facto ha sido xenofóbica».
«A los venezolanos que han migrado de manera forzada se les ha calificado como armas biológicas, asegurando que el gobierno colombiano les ha inoculado el virus para afectar a la población venezolana», dijo.
Trato xenofóbico
Para Tarazona el trato xenofóbico que se les da a estos venezolanos, forma parte de una narrativa de justificación y un ejemplo de ello es cuando se refieren a los casos importados, cuando es obvio que los contagios hayan venido de un contagio internacional.
«Yo invitó a que se corrija de parte de instancias como la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo el trato hacia las personas que sea portadoras del virus, porque estos ciudadanos jamás buscaron ser contagiados y merecen un trato digno», añadió.
La improvisación y el trato a los migrantes forzados contagiados o no, ha sido inhumano y cruel, lo que constituye, según Tarazona, una violación sistemática a los derechos humanos y en el caso específico de las personas que reportan ser positivas al COVID-19 aún más, porque se les trata como «vulgares delincuentes».
El representante de Fundaredes hizo referencia a un caso reciente de la aldea San Pablo en Queniquea, municipio Sucre, donde se detectaron dos personas positivas al virus, a quienes se les trató como «narcotraficantes», usando policías como custodios sin siquiera cumplir con los protocolos sanitarios.
«En Táchira se han presentado casos muy particulares, por ejemplo la familia de la parte alta de la ciudad, a quienes les llegaron a la urbanización, la trancaron, mantuvieron aislada la familia, mostrando un trato irresponsable», dijo.
Se convirtió en fobia
Pero la estigmatización no solo ha tenido un impacto social, hay un efecto psicológico al que no se le ha dado la importancia que merece. La fobia en que se ha convertido la pandemia de COVID-19 genera graves efectos sobre el portador que puede influir en su recuperación.
El psicólogo tachirense Alfonso Amaya, aseguró que la estigmatización de este tipo de paciente, es producto natural de la fobia, por ello se dice que la pandemia tiene todos los elementos para ser una fobia social y una fobia por odio.
«El COVID-19 ha causado una fobia social y de odio, podríamos llamarla covidofobia, con varias dimensiones; temor a infectarnos, temor a usar centros de salud, temor a ser discriminados y temor de morir y estos temores se traducen en actitudes sociales dirigidas a familiares y al paciente portador», añadió.
Para Amaya los efectos de esta covidofobia sobre el paciente van desde un aumento en sus niveles de ansiedad, hasta devastadores efectos sobre el sistema inmunológico.
«Un minuto de cortisol en la sangre genera seis horas de deficiencia inmunológica, lo cual paradójicamente expone más al virus o agrava los síntomas físicos si ya se está infectado», agregó.
Es tarea del Estado Venezolano, entiéndase Gobierno y población en general, garantizar los derechos de estos pacientes sin que sean expuestos a la discriminación, como se establece en el artículo 21 de la Constitución Bolivariana.
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