La creatividad se juntó con la solidaridad en medio de la cuarentena y dio como resultado un emprendimiento digno de mostrar.
Angélica Trejos | La Voz de América
Su autor es José Alejandro Otero, un joven de 22 años, estudiante de séptimo semestre de negocios internacionales en la universidad del Norte en Barranquilla, en Colombia, a donde llegó huyendo de la crisis económica de su país y de la violencia en Caracas.
“Ya estaba cansado de los secuestros “express”, varias veces fui víctima, la última vez yo estaba llegando a mi casa, tipo ocho de la noche, me intercepta un carro, se bajan cinco tipos armados, me montan en su carro, me quitaron el carro en el que yo iba manejando y me retuvieron durante ocho horas. Hicieron una negociación, finalmente se pudo dar la recompensa, me sueltan e inmediatamente me dejan libre, me vine para Colombia de una, sin pensarlo más”, cuenta Otero de su decisión de emigrar.
Una decisión acertada, para él y su familia, porque, aunque todos estén confinados, en la libertad que encontró en Colombia pudo llevar su imaginación más allá de los límites y su conocimiento al servicio de otros.
Hoy le muestra al mundo su más reciente creación: un dron hecho con tubos de plástico y poliestireno, desarrollado para entregar medicamentos a personas que estén aisladas y no puedan reclamarlos por estar contagiadas con la COVID-19.
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