Sin perder un ápice de su educación y serenidad, Weng hace guardia en la puerta de su supermercado en Buenos Aires para medir la temperatura de todos los clientes que ingresen con la intención de comprar, una norma obligatoria en tiempos de coronavirus.
Javier Castro Bugarín / EFE
«Estoy tomando a todo cliente que entre la temperatura para prevenir, es por seguridad», asegura a Efe el comerciante de origen chino, propietario de este establecimiento en el barrio porteño de Villa Urquiza.
UN RITUAL NECESARIO
Cada vez que alguien entra en el local se repite el mismo ritual. «Buen día, perdón que le moleste», comienza diciendo Weng a todos los clientes que pasan por la puerta, quienes aguardan con una sonrisa a que empiece el protocolo habitual.
Con la espalda recta y los brazos extendidos, el comerciante alza uno de esos peculiares termómetros en forma de pistola que miden la temperatura corporal casi al instante, apunta a la frente de la persona en cuestión y espera al pitido que certifique que, en efecto, no presenta fiebre alguna.
«Está bien, normal, gracias», contesta Weng a todas las personas, mayores y jóvenes, que se someten a la prueba con éxito.
En el interior del local continúan las precauciones: todo el personal aparece ataviado con mascarillas y guantes de látex, desinfectando de forma recurrente con spray la zona de los cajeros y limpiando todo a conciencia para limitar al máximo posible la propagación del COVID-19.
Los clientes, algunos de ellos también con mascarillas, aprovechan la ocasión para hacer acopio de insumos básicos, especialmente papel higiénico, y otros algo más ociosos, como vinos y bebidas azucaradas.
Afuera del local se repite una estampa habitual durante los últimos días en Buenos Aires, con una larga cola de clientes esperando a que le llegue su turno y varios carteles que, en español y en chino, invitan a que se tomen todas las medidas de prevención.
«Hay que limitar la entrada de clientes para no juntar a mucha gente dentro del local», señala Weng, reproduciendo las recomendaciones que ya han puesto en marcha la inmensa mayoría de establecimientos en la capital argentina.
LOS SUPERMERCADOS ABRIRÁN DURANTE LA CUARENTENA
Negocios como el de Weng son de los pocos que podrán abrir sus puertas al público mientras dure el «aislamiento social, preventivo y obligatorio» decretado este jueves por el presidente argentino, Alberto Fernández, con el fin de evitar la propagación del coronavirus.
La medida regirá hasta el próximo 31 de marzo y el Gobierno ya anunció que será «absolutamente inflexible» con aquellos que violen la cuarentena.
Además de los supermercados, otros comercios de «proximidad», como farmacias, ferreterías y clínicas veterinarias, abrirán sus puertas durante el tiempo que dure el aislamiento.
Entre el resto de excepciones figuran a su vez las altas autoridades del Gobierno nacional, provincial y local, los empleados de la sanidad y las fuerzas de seguridad y armadas, los periodistas y quienes trabajan en la producción de alimentos, de fármacos y otras actividades como el petróleo.
El Ejecutivo argentino decretó esta cuarentena «excepcional» después de instaurar hasta «30 medidas» con las que contener el alcance del coronavirus, reportado por primera vez en el país austral el pasado 3 de marzo y que hasta ahora ha contagiado a 158 personas y acabado con la vida de otras cuatro.
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