La pasión rojinegra les inflama el corazón con tal vehemencia que para ellos no hay crisis económica o ideología que los separe o los aleje de su equipo.
Venezuela es el único territorio de Sudamérica en que el fútbol no es el deporte número uno, pero para una de las hinchadas más antiguas del país no hay nada por encima del Caracas Fútbol Club.
A los “Demonios Rojos” no les importa que la mayoría de sus compatriotas prefieran el béisbol ni que su equipo tenga una mala racha. Tampoco se pierden sus partidos si el dinero escasea: su país vive la peor crisis económica de su historia, y una de las más graves del continente, pero los aficionados se las ingenian para poder costear boletos y viajes que les permitan estar cerca de sus ídolos.
“Puedo llegar a vender cosas de nuestra casa”, dice Emanuel Jesús Antunes, un estudiante de cine de 22 años.
La mayoría de los venezolanos ganan el salario mínimo, equivalente a menos de 15 dólares mensuales, y se estima que la inflación alcanzará 200.000% este año.
Los “Demonios Rojos” no gambetean, no embocan al arco ni defienden en ese rectángulo sagrado al que acuden con devoción desde hace 30 años. Su pasión está en la sangre y por eso la mantienen aunque implique deshacerse de algunas posesiones, poner en jaque sus relaciones personales y arriesgar sus estudios o empleos.
“He faltado a muchos cumpleaños y varias ocasiones especiales en mi vida familiar”, agrega Emanuel, quien puede perderse un festejo del Día de la Madre pero nunca un juego. Para él este deporte es “pasión, sentimiento, alegría, nada más por estar en la cancha y ver el equipo”.
Franklin Paredes coincide. Según el estudiante y trabajador a destajo de 20 años, ha dejado de ir a trabajar y estudiar con tal de estar en los partidos.
“El Caracas es mucho más que un equipo. No me sentiría bien si un domingo no estoy en un viaje o si un domingo no estoy en la cancha. Ya es mi religión”, detalló.
Sin embargo, lo que el club Caracas une no lo separa el hombre: cuando su equipo juega, los cientos de venezolanos que conforman la barra dejan afuera del estadio sus preferencias ideológicas y diferencias de nivel socioeconómico para reunirse, apoyarse y cuidarse. Sin grietas políticas que los separen, se transforman en un bloque. Gritan, saltan y cantan juntos. Laten al unísono. Se apoyan unos a otros sin distinción.
El equipo de Caracas se fundó en 1967, cuando la capital venezolana carecía de un equipo con su nombre. Al poco tiempo cautivó a los aficionados y el amor por el grupo creció. En su primera etapa conquistó 14 títulos como equipo aficionado y desde su ascenso a la primera división en 1985 se adjudicó 11 campeonatos.
La pasión de sus aficionados siguió viva pese a que únicamente sumó dos títulos en casi una década. Apenas el 8 de diciembre pasado se consagró campeón del torneo de Clausura al empatar 1-1 y 2-2 ante su archirrival, Deportivo Táchira. Ocho días después se convirtió en campeón absoluto por primera vez en ocho años, al superar en penales a Estudiantes de Mérida por 4-3 luego de igualar 1-1 en los 90 primeros minutos.
“Aquí estamos siempre, no importa el resultado. Es mi vida, es mi pasión”, asegura Vanderlei Rojo, de 29 años.
Los “Demonios Rojos” recorrieron más de 750 kilómetros para el último choque del torneo de Clausura, pero fueron sorprendidos con la noticia que su espacio fue ocupado por hinchas del Táchira tras un retraso. En camino a Caracas, se vieron obligados a escuchar el cotejo mediante una intermitente señal de radio, pero nada enfrió su ánimo y a bordo de los autobuses se abrazaron y muchos lloraron de alegría.
“Los jugadores demostraron que estábamos equivocados con ellos. Hicieron lo que debían”, sostuvo Víctor Canario.
El malestar que arrastraba la barra tiene que ver con la falta de títulos, lo que atribuyen sobre todo a los directivos. Según ellos, estos últimos ven al equipo como “un negocio” que se preocupa más por la venta de jugadores que por las victorias. Su enojo los llevó un día a colocar pancartas de repudio, lo que derivó en enfrentamientos con la policía.
“La única manera de que (los hinchas) crean en ti es ganando”, afirmó Noel Sanvicente, técnico del equipo, tras la conquista de la esquiva 12da estrella como campeón del fútbol venezolano.
“Es importante decir que seguimos un proyecto bastante ambicioso y de largo plazo”, enfatizó. “La directiva sabe hacia dónde quiere ir, nosotros buscamos vender jugadores, proyectar jugadores y eso se logra ganando”.
Sanvicente (2002-2010), quien estuvo en el banquillo en los años de gloria del club, regresó en 2016 y recién ahora empieza a revertir el mal momento. Con ocho coronas en su cuenta, seis de ellos con Caracas, es el técnico con más títulos en la historia de la liga venezolana de fútbol..
A pesar de los desencuentros, parece que el Caracas Futbol Club se encamina a un mejor futuro, a semejanza de la selección nacional. Esta última, la “Vinotinto”, se ubicó en noviembre en el puesto 25 del escalafón de la Fifa, el mejor de su historia, fruto de seis victorias, entre ellas, sus 3-1 ante la Argentina de Messi y 4-1 sobre Japón, cuatro empates y dos derrotas.
No a todos les agrada el fervor de la barra, pero en general consideran que se han convertido en una parte esencial en los partidos.
“Dicen muchas groserías y son provocadores, pero son divertidos. Son parte del espectáculo”, consideró Agustín Hernández, un comerciante de 37 años.
A diferencia de rivalidades deportivas en otros lugares, la obsesión de los aficionados del fútbol y béisbol venezolanos se limita a cruces verbales, que suelen estar cargados de chistes y buen humor. Aquí los seguidores de equipos rivales como los Leones de Caracas y los Navegantes de Magallanes a menudo se mezclan entre la multitud.
Además de esperar más victorias de su equipo, los Demonios Rojos esperan seguir creciendo y se esfuerzan por ofrecer una imagen positiva siempre que pueden. Con ese propósito realizan talleres deportivos, actos culturales y ofrecen comida caliente en barriadas pobres de Caracas.
La barra tiene presencia en redes sociales como Facebook y Twitter y hasta un programa de radio de 30 minutos para mantener al día a la hinchada. Procuran además no descuidar la seguridad. El aficionado que se excede es apartado sin vacilaciones, destacan sus organizadores.
AFP
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