El negocio de traer comida importada a Venezuela y venderla a precio de oro ha tenido total éxito, a pesar de que el país sucumbe ante una arrolladora crisis económica. Al menos en Caracas, los establecimientos conocidos como «bodegones» han proliferado por doquier con el propósito de cubrir las exigencias de lujo de una muy minoritaria parte de la población que no encuentra en los supermercados convencionales productos de alta calidad. Este ecosistema donde se desenvuelven algunos privilegiados retumba en el bosillo del 90% de los venezolanos que no tiene acceso ni siquiera a los alimentos básicos (pollo, arroz, leche) por el desabastecimiento masivo y continuado de los últimos años.
Por Ymarú Rojas / ABC
«Estos productos que llaman de “alta gama” son fabricados en otros países y llegan a Venezuela bajo encomienda y por avión», señala a ABC Felipe Capozzolo, director del Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio), que asegura que eso se traduce en costos del producto muy elevados que pocas personas pueden darse el lujo de pagar. Capozzolo insiste en que el gran problema que tienen los venezolanos es que «no tienen cómo acceder a los productos de primera necesidad».
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La gran mayoría de los artículos que se consiguen en los escaparates vienen de EE.UU. o incluso desde España. «Mi socio está en Madrid y envía chucherías, que es lo que más vendemos», comenta uno de los dueños de un local ubicado en Guarenas, una pequeña ciudad a las afueras de Caracas, y que prefiere no ser identificado. En su bodegón solo hay productos que sirven para saciar los antojos de unos cuantos. En el escaparate se aprecian Nutellas de 750 gramos a 10 euros y los huevos Kinder en 4 euros; otros productos como chicles, patatas fritas, cereales, chocolates, licores y caramelos también ganan terreno en los estantes.
Pago en dólares
En otros establecimientos, la mercancía es más variada y atienden otros caprichos. Un bodegón situado en Baruta, al este de Caracas, está dentro de una juguetería, y aunque también tiene todo tipo de golosinas, hay anaqueles que están repletos de kilos de pasta (3 euros), tomate kétchup (4 euros), RedBull (4 euros), leche de fórmula para bebés de 400 gramos (11,5 euros) y paquetes de 34 pañales (20 euros), todos importados, y productos que eran imposible hallar el año pasado.
«A veces vendemos más productos importados que juguetes. Las personas llegan aquí buscando la leche de fórmula, champú, vitaminas y chucherías. Todo lo que tenemos acá es de buena calidad y traído directamente desde EE.UU. (Miami)», explicó Lisette Salgado, supervisora de ese local.
En Venezuela se ha impuesto el dólar para cualquier tipo de pago, desplazando aún más al bolívar como moneda oficial. Cada dólar o euro se cotiza actualmente en la misma tasa: 13.000 bolívares aproximadamente. En los bodegones ofrecen a sus clientes dos modalidades de pago: en bolívares o en moneda extranjera. Pero esta última depende del cambio en el mercado negro. Y aunque los precios de los productos superan a los de su país de origen, los encargados aseguran que, de igual forma, la gente compra el artículo y lo paga como prefiera.
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«Mucha gente se siente cómoda pagando en dólares», dijo un gerente de uno de esos establecimiento, ubicado en una zona exclusiva de Chacao, que también ha pedido no revelar su nombre. En su bodegón lo que más se vende son el aceite de oliva y la pasta refinada. Las golosinas y los detergentes no se quedan atrás. «Esto se ha convertido en una moda y nosotros estamos comenzando con este negocio», confiesa el caraqueño, quien además explica que el local percibe ingresos de hasta 250 euros al día.
Cúcuta como proveedor
Históricamente, Venezuela se vio afectada por el contrabando a Colombia de toneladas de productos que se producían en el país petrolero. Pero ante la caída de la producción de crudo y el colapso de la industria manufacturera, Colombia se convirtió en un proveedor seguro para muchos venezolanos que querían abastecerse. A la ciudad colombiana de Cúcuta, en la frontera, van muchos venezolanos a comprar para luego revender en su país. «Yo obtengo ganancias de lo que vendo y también traigo cosas que sirven para mi casa», dice Anahys Campos, una pensionista que completa sus ingresos con esta actividad.
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Ella también es administradora de una empresa privada en Caracas, pero asegura que vendiendo productos gana más de lo que cobra en su trabajo. Llegar a Cúcuta y regresar a Caracas le lleva tres días. La inversión de su negocio es de 150 euros, de los cuales 25 son destinados al pasaje en autobús y, el resto, en la mercancía que venderá luego en su vivienda. Su ganancia -explica- es de apenas euros.
Con información de ABC