El analista financiero Henkel García advirtió que «la principal restricción para retomar algo de normalidad en la economía y en nuestras vidas es la gasolina; no hay, lo cual constituye la principal restricción que enfrenta el gobierno para reabrir la economía en Venezuela”.
Durante su participación en el Foro Hatillano 153, mediante una conferencia virtual, el economista señaló que «volver a la normalidad va a tomar un tiempo. Cuando se abra la economía, no vamos a ver las dinámicas de enero o febrero. Va a haber muchos sectores a los cuales les costará despegar. Los restaurantes, el turismo, los cines van a retomar plenamente sus actividades a finales de año, debido al riesgo de propagación del virus que enfrentan. Hasta que no haya una población inmune que garantice que en las actividades de alta concentración de gente no constituya un peligro para la salud pública, estos sectores no podrán trabajar a plenitud».
García aseguró que “el tema de la gasolina es determinante (para el levantamiento del confinamiento) y no hay una solución que pueda avizorarse en el futuro. Esta es la principal restricción para retomar algo de normalidad la economía y en nuestras vidas”.
El también director de la consultora Econométrica advierte que la paralización que impuso la llegada de la pandemia del COVID-19 a la nación “es uno de los tantos males que aquejan a la economía venezolana. Estamos en hiperinflación y este es un país cuyo PIB se ha contraído en los últimos siete años. Tenemos un cuarto o un quinto de la economía que teníamos hace siete años. Esto nos ha llevado a no tener recursos a lo macro o en lo micro. No hay reservas internacionales y el gobierno de Maduro no tiene acceso a financiamiento internacional”.
El analista considera que muy pocas empresas o las personas tienen capital acumulado para sortear una crisis como la genera la pandemia. Explicó que las muy precarias condiciones de la economía venezolana, aislada del mundo y muy frágil a lo interno y muy primitiva, evitaron la propagación masiva del coronavirus. Argumentó que “al estar tan aislados, en las actividades productivas no se promovió el contagio; eso nos sirvió como mecanismo de protección de la expansión del COVID-19, pero las consecuencias económicas del aislamiento son catastróficas”.
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