Patricia Sayago no desperdicia las horas de sol de la cuarentena flexible en las que puede trabajar. A las 7:00 am ya está en las inmediaciones de la estación Lara del Metro de Valencia y se encomienda a Dios para que le ayude a vender muchos pares de medias. Sabe que si no sale de la mercancía antes del viernes, no tendrá cómo alimentar a sus cuatro hijos.
Sayago siente la presión del esquema 7+7 de la cuarentena. La semana pasada no se inmutó en salir por temor a que los policías le decomisaran las medias, aunque la necesidad de calmar el hambre era imperiosa. “La semana que no se trabaja, no se come”.
Víctor Abreu tampoco está de acuerdo con el esquema impuesto por el gobierno de Nicolás Maduro. Sí algo ha aprendido en sus 12 años como comerciante, es que la constancia es fundamental para la prosperidad de un negocio. “El cierre no es productivo para los comerciantes que necesitamos trabajar todos los días para poder llevar los alimentos a nuestras casas”.
Ventas bajan %80
Aunque los dueños de locales saben que enero suele ser un mes de pocos ingresos, no dejan de estar preocupados por la baja del 80% de las ventas en relación a la temporada decembrina, que tampoco cumplió con sus expectativas.
Deiver González se había acostumbrado a vender 150 barquillas diarias en el bulevar Constitución del centro de la ciudad, pero esta semana el pasillo comercial “más concurrido” de la ciudad estuvo desolado. Sólo alcanzó a vender 30 helados en el día. “Todavía hay muchos negocios cerrados y la poca gente que puede haber en la calle no está comprando”.
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