Venezuela ha cruzado el umbral. Según datos del Fondo Monetario Internacional, el país registra una tasa de desempleo de 58,3% en 2020 y lo que va de 2021, la cifra más alta del mundo, incluso por encima de países pobres de África como Sudáfrica (29%), Sudán (21%9) y Armenia (17,5%).
Guiomar López | La Prensa de Lara
Las erradas políticas económicas, agudizadas por las restricciones por la pandemia, han sido los elementos claves para llevar al país a un extremo de pobreza tan alta que ha superado a Haití y además acorrala a empresarios y comerciantes quienes deben sacrificar parte de la nómina para mantenerse a flote, o lo que es aún peor, han cerrados sus puertas, lo que a su vez fomenta el trabajo informal como sustento diario.
«El sector de manufactura es el más afectado, pues en 1.999 había 11.138 industrias, pero esa cifra se fue en caída libre y en 2020 solo quedaban 2.121 operativas, mientras que de 600 mil comercios que había el año pasado, solo quedan 2.000. Miles de trabajadores quedaron sin empleo», lamentó.
Para el economista Luis Oliveros las cifras aplanadas por el gobierno nacional, que insiste en que la tasa de desempleo se ubica entre el 7 y 8%, reflejan la falta de información y la falta de política de subsidio para el desempleo. «¡Aquí igual hay que salir a trabajar!», refiere de la necesidad obligada de la colectividad. Destaca que la modalidad de emprendedores realmente constituye un negocio informal para poder asegurar el pan de la familia.
Los especialistas resaltan la aparición de una especie de economía subterránea, donde no hay estabilidad, pero de igual forma el empresario o comerciante debe cumplir con sus impuestos, pagar seguros y compromisos fijos.
Realidad en la calle
Los rostros jóvenes se ven en las principales calles de Barquisimeto. Antony Vásquez es uno de esos estudiantes que tuvo que salir a trabajar para poder sobrevivir. «Se vende poco en pandemia y toca recogerse en las semanas radicales», precisó este vendedor de películas y Cd, cursante del penúltimo semestre de Ingeniería Mecatrónica de la Unexpo, quien antes tenía un promedio de ganancias superior a los $30 semanal, ahora le cuesta para llegar a $15.
Su vecino de puesto es Rafael Serrada, es ayudante de cocina en una venta de comida. «Nos turnan por horarios en las radicales y aun así es un tiempo muy limitado», rezonga de la única manera que tienen para mantener su trabajo, a sabiendas de las pérdidas en clientes que pasaron de vender un promedio de 70 kilos de carne a 15 kilos semanales.
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