La entrevista de Miguel Bosé en el programa que conduce Jordi Évole había despertado expectación desde que se anunció y se vieron los primeros adelantos. El silencio del cantante, desaparecido de las redes sociales después de una temporada de furibunda postura negacionista frente a la pandemia y de mensajes con fuerte carga política, no ha hecho más que alimentar el fuego. Una hoguera en la que también han servido como material combustible los evidentes problemas de voz del cantante y el juicio que mantiene frente a su expareja, Nacho Palau, por la filiación de los cuatro hijos que tuvieron durante los 26 años que estuvieron juntos.
Por EL PAÍS
El mismo Bosé ha afirmado en el encuentro con Évole que llevaba cinco, seis o siete años sin conceder una entrevista a una televisión española y que accedía a hacerla con él porque les unen lazos de amistad y confianza. Las dudas que Évole expresaba al comienzo de la grabación sobre cómo abordaría con el cantante su postura frente a la pandemia se materializaron al final de esta primera entrega de su conversación. Justo en el momento en el que se veía a un Miguel Bosé en el límite de la exaltación, negando la mayor y consciente de que, pese a que su postura le puede acarrear todo tipo de críticas, él es quien está bien informado frente al rebaño de crédulos que no se dan cuenta del alcance de la supuesta conspiración. “Hay un plan urdido que no se quiere que se sepa. No es pensar que estoy en posesión de la verdad, es la verdad. Soy negacionista, es una postura que llevo con la cabeza bien alta”.
Pero eso formará parte del siguiente capítulo. En el primero, el cantante fue más Miguel que Bosé. Mostró el lado más vulnerable y también desconocido de su vida personal y confesó: “He tenido años salvajes en los que descubrí la parte oscura que todos tenemos: drogas, sexo a lo bestia, sustancias…”. Incluso explicó que aquello empezó una noche de 1988 o 1989 a causa de un desamor: “Llamé a unos amigos de madrugada y les dije: ‘Quiero ir de fiesta’. Esa noche me tomé mi primera copa y me metí mi primera raya, que me duró una semana; me salió baratísimo”.
Hasta 1991 fue “a saco” con la noche y las drogas. “Pensaba que era una parte necesaria, ligada a la creatividad”, afirmó el cantante. “Pero cuando el consumo es habitual, las drogas dejan de ser un aliado y pasan a ser enemigos”, sostuvo. Aunque hubo un día que dijo “¡se acabó!”, y pudo despedirse de trasnochar, “los antros y las salidas”, pero no de su adicción. “Cortar con ese placer que es difícil de negar, me costó más tiempo”, explicó. “Se convirtió en una dependencia diaria, empezó a perder la gracia y a causar problemas serios. He llegado a consumir casi dos gramos diarios, más fumar maría, éxtasis… Lo dejé todo el mismo día, hace siete años. Subiendo unas escaleras hacia un escenario para un ensayo, mi road manager me dijo: ‘Está todo preparado’. Y yo le contesté: ‘Se acabó”.
Sin dar el nombre de su expareja ni mencionar directamente a sus hijos, la ruptura con Nacho Palau y la separación de los cuatro niños que tuvieron cuando estuvieron juntos fueron dos puntos clave de la conversación que surgieron cuando Évole le preguntó por sus problemas de voz. Bosé contestó con naturalidad y con ese extraño tono que aún se le nota al hablar: “Mi voz va y viene. Su raíz es emocional. Empiezo a perderla en el momento en que mi familia, esa en la que yo creo… Bueno no se llama familia, es una especie de acuerdo de convivencia que tienen dos personas que tuvieron una relación y que deciden seguir adelante con buen rollo para que los hijos de ambas partes puedan continuar creciendo juntos como lo que ellos pensaron desde el primer día que eran, hermanos”. Unas palabras que reflejan en sí mismas el meollo del pleito que enfrenta a la expareja y la pretensión de Nacho Palau de conseguir la filiación de Diego, Tadeo, Ivo y Telmo como hermanos y de ellos dos como padres de los cuatro niños. La primera pareja de mellizos –todos ellos gestados por vientres de alquiler– son hijos biológicos de Bosé y los dos más pequeños lo son de Palau.
Y el cantante, convertido en ese momento en humano con pies de barro, continuó desnudándose: “Todo esto tiene que ver con los pequeños, pero el problema es que llega a los mayores. Los mayores son los que toman las decisiones y los que tienen que recibir los golpes o cargar con las responsabilidades. Yo no estaba preparado. Cuando mi relación de pareja empezó a ir mal, cuando el amor no existe, cuando el enamoramiento ha desaparecido, cuando la amistad y el buen rollo se difuminan y cuando se pierde la admiración, cuando todo se derrumba…, en mi caso por discreción, por responsabilidad, por educación también, aguantas. Y estalla. Estalla mal y empiezan los problemas serios. Y, para mí, uno de esos problemas fue la voz. Ahora puedo hablar, pero he llegado a no tener voz, cero”.
El tono confesional se rompió cuando el periodista le preguntó si ese era el motivo por el que había estado callado y casi oculto. Una cuestión a la que el cantante respondió enfadado: “¿A quién quieres que le enseñe ese estado? En España a la gente le gusta mucho compartirlo todo, pero ¿cuándo he hablado yo de mí? ¿Cuándo la gente ha sabido que yo tenía una amistad? ¿Cuándo he vendido algo sobre mi familia, sobre mis hijos, sobre mis parejas? ¿Cuándo? Mis hijos se daban cuenta y yo les escribía: ‘Papá no puede hablar, papá tiene que estar en silencio porque papá se tiene que curar. No hay que dar más explicaciones. Lo llevé de forma natural, era un ejercicio de humildad”.
Los planes profesionales siguen, pero las giras están aparcadas. Miguel Bosé participa como coach en La Voz México, país en el que vive, en concreto al sur de Ciudad de México en un lugar “bonito, tranquilo, rodeado de pueblecitos”. En el programa canta en directo, pero reconoce que tiene que calentar mucho y aguanta solo una canción: “Al final del año que viene estaré listo”, dijo en Lo de Évole.
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