Las primeras imágenes que se conocieron de Space Jam 2: una nueva era, película que se estrena este jueves, instala a los clásicos personajes animados de Looney Tunes en una clara dimensión futurista. Vemos, por ejemplo, en el tráiler de esta novedad a la mayoría de las figuras icónicas de ese mundo (Bugs Bunny, el Pato Lucas, el canario Tweety, el gato Silvestre, Porky Pig, el Gallo Claudio, Sam Bigotes, el Coyote, el Correcaminos, el Demonio de Tasmania y hasta a la Abuelita) en una nave espacial, resueltas a acompañar en la aventura a la estrella mundial del básquet LeBron James.
Por El Nacional
Solo en un instante, la imagen animada del deportista viaja en ese anticipo hacia el glorioso pasado de los Looney Tunes. Lo vemos fugazmente instalado en el clásico desierto que sirve de eterno escenario para las correrías del Coyote y el Correcaminos. Esa memoria es la que merece recuperarse por más de una razón. Primero, porque los cortos animados clásicos de la Warner, que vivieron su esplendor durante las décadas de 1940 y 1950, conservan hoy intactas su frescura, su originalidad y un admirable espíritu vanguardista. Cualquier revisión deja en claro que resisten a la perfección el paso del tiempo. Y segundo, porque es posible actualizar ese legado a través de nuevas e inteligentes creaciones. Un vistazo a la renovada producción de los Looney Tunes modelo 2020 lo demuestra.
Este gran universo animado está a la vista en la plataforma HBO Max y la llegada de Space Jam 2 es el mejor momento para volver (o asomarse por primera vez) al mundo de la animación clásica de los estudios Warner y de los Looney Tunes. El streaming nos ayuda a recuperar buena parte de esa inspirada historia, en la que aparecen algunos de los mejores cartoons de todos los tiempos. Pero, como se verá, la historia completa no está a nuestro alcance. Hay algunas omisiones muy visibles. En el futuro, una plataforma que dispone de todo el catálogo histórico de los estudios Warner debería cubrir esas faltas y poner a disposición del público (sobre todo de las nuevas generaciones) ese patrimonio maravilloso.
El material puede encontrarse bajo la etiqueta Warner Bros. Cartoons, pero con el faltante de las primeras 12 temporadas y un menú bastante azaroso en el caso de las restantes. De todas maneras, el material es abundante e incluye obras maestras absolutas como One Froggy Evening (1955), una de las cumbres de la carrera de Charles M. “Chuck” Jones, el nombre más alto de un grupo de creadores y animadores de talento inigualable que también integraron Isadore “Friz” Freleng, Robert McKimson, Bob Clampett y, un poco antes, Frank Tashlin y Tex Avery. Este corto muestra a lo largo del tiempo la debilidad y la codicia humana frente a un talento escondido como el de una rana (Michigan J. Frog) capaz de cantar y bailar con enorme talento. Esa es la única voz que se escucha en los 7 minutos del corto. El resto se lo debemos a la extraordinaria música incidental creada por Carl Stalling: cada nota representa e ilustra un movimiento, un gesto, un paso o un motivo de decisión para cada personajes. Una manera clásica y revolucionaria al mismo tiempo de contar historias a través del sonido.
En esa etiqueta también aparecen algunas de las mejores andanzas de Bugs Bunny, como The Rabbit of Seville (1950), en el que vemos al conejo y a su eterno perseguidor Elmer Fudd (Elmer Gruñón) forzados a representar la clásica ópera de Rossini. Y el regocijante Rabbit Fire (1951), en el que Bugs y el Pato Lucas tratan de escapar del cazador Elmer y confundirlo con una consigna que todavía hoy se festeja como síntesis de esa creación inolvidable: temporada de patos versus temporada de conejos.
Es una pena que falten en el menú de HBO Max las dos secuelas de Rabbit Fire y, sobre todo, el mejor corto animado de toda la historia de la Warner (y tal vez de todos los tiempos), What’s Opera, Doc? (1957), en el que Jones resume en unos pocos minutos toda la Tetralogía de Wagner mientras Elmer persigue a Bugs, y viceversa. Tampoco está Duck Amuck (1953), considerado el mejor corto protagonizado por el Pato Lucas, que por suerte tiene disponibles en el catálogo otras pequeñas grandes gemas como Super Snooper (1952), antológica parodia de las historias de detectives, y A Star is Bored (1956), en donde Lucas (o Daffy, su nombre original) sueña con actuar en el cine y termina contratado… como el doble de riesgo de Bugs Bunny.
En el catálogo de Warner Bros. Cartoons, por HBO Max, también pueden disfrutarse casi todas las aventuras en las que Silvestre queda siempre en ridículo ante su pequeño hijo Silvestre Jr. cuando trata de desafiar a un ratón gigante que en realidad es un canguro (Hippety Hopper). También hay unas cuantas apariciones de Tweety, el Gallo Claudio y hasta los por ahora “cancelados” Pepe le Pew y Speedy Gonzales. El enamoradizo zorrillo de acento francés quedó afuera de Space Jam 2 y del futuro de los Looney Tunes. Y aunque el ratón más veloz de todo México haya tenido un poco más de suerte porque aparece en la película, aunque en un papel muy marginal, existe el consenso generalizado de que la corrección política decidió abandonarlos en un rincón de la historia. Por suerte todavía podemos más preciar algunas de sus andanzas, que nos ayudan a entender que fueron cancelados por razones confusas, insólitas y en definitiva equivocadas.
Estas grandes creaciones (que aparecen como Looney Tunes y también bajo la marca de Merrie Melodies) encontraron por suerte una continuidad muy digna en una serie creada por el departamento de animación de Warner en 2020. Se pueden encontrar en HBO Max bajo el nombre de Looney Tunes Cartoons y a través de una primera temporada de 10 títulos. Cada uno de ellos incluye dos historias cortas, separadas siempre por un gag que adquiere continuidad según se avance de un título al siguiente. No confundir con las dos temporadas del decepcionante Show de los Looney Tunes, también disponible en HBO Max, que entre 2011 y 2014 intentó convertir a Bugs y a Lucas en protagonistas de una fallida sitcom.
El único matiz “actualizado” de estas producciones tiene que ver con los fondos, dibujados de un modo más surrealista que resulta igual de atractivo. El resto es un rescate del espíritu clásico más genuino de los cortos de Warner (y de sus grandes creadores como Jones, Freleng y los guionistas Michael Maltese y Warren Foster) con eje en el humor físico, los enfrentamientos, las caídas y otros grandes momentos propios de la mejor tradición de la slapstick comedy.
Las tramas suelen ser muy ingeniosas y dejan a la vista que quienes las hicieron se encargaron de ver una y mil veces los cortos tradicionales. Los nuevos Looney Tunes conservan la identidad de los viejos y funcionan muy bien desde esa iniciativa de renovación que revisa todo el tiempo las fuentes sin quedarse en una nostalgia inútil. Es más, el diseño de algunos personajes (especialmente el Pato Lucas) responde deliberadamente a las primeras etapas de la animación clásica de Warner, previas inclusive al momento de apogeo del trabajo de Jones.
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