La reciente película estrenada por Netflix, «La Red Avispa», está basada en un libro que omitió información crucial para entender el verdadero papel del régimen castrista en la operación de espionaje en Miami.
Wilfredo Cancio Isla | CiberCuba
El estreno comercial de la película sobre la Red Avispa, el mayor entramado de espionaje cubano en Estados Unidos por las últimas seis décadas, ha traído de vuelta una polémica sobre la información que conocen los espectadores internacionales, incluyendo los residentes en Cuba, sobre este intrincado episodio del diferendo entre ambos países.
En las redes sociales -y en no pocos medios de comunicación establecidos- están corriendo ríos de confrontación, descréditos, ataques y distorsiones desde que el filme del realizador francés Olivier Assayas se estrenara en Netflix hace un par de semanas.
Wasp Network es, propiamente, una obra de ficción basada en un libro de investigación periodística que supuestamente indagó, rastreó y agotó las aristas del trabajo de la red en Estados Unidos desde su configuración hasta su desmantelamiento por el FBI en 1998. La investigación se titula Los últimos soldados de la Guerra Fría (2012) y corresponde al periodista brasileño Fernando Morais.
La visión que transmite Morais, que contó con el visto bueno de la Seguridad del Estado para realizar su libro, es la versión oficial cacareada en las campañas lanzadas por el gobierno cubano y recicladas por sus partidarios alrededor del mundo: la exaltación de los llamados «Cinco Héroes prisioneros del Imperio» que viajaron a Estados Unidos para vigilar a los exiliados violentos y proteger a Cuba de los «planes peligrosos» de las organizaciones anticastristas de Miami.
Morais tuvo acceso a las 10.000 páginas desclasificadas por el gobierno de Estados Unidos con los mensajes cruzados desde la Dirección de Inteligencia (DI) de Cuba y los miembros de la Red Avispa. Contó además con la colaboración en Miami de al menos tres periodistas insertados en la comunidad, que le dieron «apoyo profesional» y le ayudaron a «seleccionar informaciones de la montaña de documentos confiscados por el FBI de los agentes cubanos», según explica el autor en el epílogo de su libro.
Pero Morais solo tuvo tino para presentar los seguimientos de los miembros de la red a las actividades de las organizaciones de exiliados y sus líderes, sin que en ningún momento se haga alusión a documentos donde se describen y orientan tareas prioritarias como:
- Obtener información de la construcción del edificio del Comando Sur en Miami e infiltrar dos agentes como empleados de la instalación: «Hacerle un Surco que nos lleve a sus entrañas».
- Penetrar la base militar de Boca Chica, en Key West Florida. «Inteligencia visual contra estación aeronaval y obtención de información militar por distintas vías».
- Identificar lugares vulnerables para introducir armamento y explosivos por el sur de Estados Unidos.
- Organizar un sabotaje para prender fuego a un hangar del grupo Hermanos al Rescate y culpar de autoagresión a su líder, José Basulto, para cobrar un seguro contra incendios.
- Posicionar a agentes de la red en el Correo Postal de Estados Unidos con acceso a operaciones internas.
- Enviar un libro-bomba, y amenazas anónimas y telefónicas contra exiliados de Miami.
- Crear intrigas y discordias entre los miembros de organizaciones usando información de su vida íntima y orientación sexual.
Todas estas actividades asignadas por la máxima dirección de la DI y la jefatura de la red están en las páginas que dice haber revisado Morais con la ayuda inestimable de sus colaboradores en Miami. Pero no, el investigador decidió obviarlas y solo concentrarse en la «vigilancia de los grupos anticastristas», a pesar que en esa misma documentación se afirma que «la primera prioridad» del centro rector del MININT en Cuba es la penetración del Comando Sur.
No solo eso, sino que tampoco aprovechó su estancia en el sur de la Florida para completar su pesquisa con entrevistas a las fuentes originales de referencia en los mensajes, como José Basulto y Ramón Saúl Sánchez, el presidente del Movimiento Democracia, o Ana Margarita Martínez, la exesposa del agente en fuga Juan Pablo Roque.
Tampoco Morais se enteró de que por los días en que terminaba su faena investigadora salían al ruedo público las primeras evidencias del papel jugado por el exagente Edgerton I. Levy, con la revelación de que toda la actividad de espionaje de la red estuvo bajo control del FBI desde finales de 1993. Levy y su esposa fueron enviados por la DI para formar parte de la red, pero a su llegada pusieron en conocimiento de las autoridades estadounidenses la «misión encomendada».
Morais se remite a decir que hay un «espeso e impenetrable secreto» sobre cómo fue descubierta la red, que en el Departamento de Seguridad del Estado le juraron que «no disponen de ningún dato para ayudar a desentrañar el misterio», que no hay indicios de que hubiera «un traidor entre ellos», y que «se puede afirmar con seguridad que la organización operó sin ser descubierta por las autoridades norteamericanas».
Por lo tanto, no se le puede pedir a Assayas que trate de darle verosimilitud a una base narrativa que es un libro de omisiones intencionales.
Morais no accedió finalmente a una entrevista solicitada por CiberCuba en septiembre de 2019, luego de pedir un cuestionario previo que le fue enviado por nuestro colaborador José Alberto Gutiérrez.
¿Conoce la población cubana el listado de tareas encargadas a la Red Avispa desde La Habana?
¿Se difundieron, publicaron o comentaron en los medios oficiales cubanos al menos parte de las 10.000 páginas desclasificadas por el gobierno de Estados Unidos?
¿Están conscientes los espectadores de Cuba y del mundo que el relato de la película refleja solo una parte de las misiones cumplidas por los agentes infiltrados en el sur de la Florida?
Veintidós años después del desmantelamiento de la red el intrincado proceso legal que siguió al arresto y encausamiento de sus miembros, los pormenores de lo sucedido y el contenido de las misiones orientadas desde La Habana sigue siendo -en palabras de Edgerton Levy- «una asignatura pendiente para el propio pueblo cubano, que es víctima de la tergiversación y la censura sobre este caso».
La difusión de la película es una excepcional oportunidad para desempolvar estos papeles olvidados, que esperan por publicarse para completar la verdadera historia de la Red Avispa.
CiberCuba se dispone a publicar algunos de esos documentos, que formarán parte del libro Nadie me lo contó, de Edgerton Levy, con el propósito de despejar los claroscuros -y las zonas de silencio y de total oscuridad- que ni el libro de Morais ni el filme de Assayas han podido explicarles debidamente a sus respectivas audiencias, dentro y fuera de Cuba.
Ahora que muchos se han asombrado por el ataque de troles y perfiles anónimos del gobierno cubano contra periodistas independientes y figuras incómodas de la oposición apelando incluso a su vida personal, conviene recordar que esa es una práctica largamente usada en los operativos de la Seguridad del Estado, y que la Red Avispa no quedó al margen de tales «instrucciones de combate».
Los mensajes que publicamos en esta primera entrega de la serie, se corresponden con las orientaciones de la DI para crear tensiones internas en el Movimiento Democracia y atemorizar a exiliados con llamadas telefónicas y diseminación de infundios, usando incluso referencias mezquinas sobre la vida personal y las inclinaciones sexuales de las personas involucradas.
La DI incluye un plan de «medidas activas» para desacreditar a Ramón Saúl Sánchez y su organización. La tarea le fue encargada al agente Castor, René González, protagonista del filme de Assayas.
Sánchez confesó a CiberCuba que incluso desconocía el contenido de estos mensajes difundidos durante el juicio de los cinco espías en un tribunal federal de Miami, celebrado entre noviembre de 2000 y junio de 2001. Varios de los mensajes aluden a su exesposa.
(Para ver una colección de documentos desclasificados sobre la Red Avispa, por favor visite CiberCuba)
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