La controversia por presuntos abusos sexuales aún persigue a Woody Allen. A pesar de rechazar las acusaciones, una gran cantidad de celebridades declararon que no volverían a trabajar con él.
Incluso Amazon decidió romper un millonario contrato para producir y distribuir cuatro de sus filmes, incluida A Rainy Day in New York, que abrió la edición 45 del Deauville American Film Festival en Francia.
En una entrevista para el diario español El País, el cineasta estadounidense habló de su cine, la grabación de su nueva cinta en San Sebastián, Rifkin’s Festival, y el impacto que han tenido en su vida las acusaciones en su contra.
«Yo soy muy pesimista, sobre el mundo, sobre el futuro, sobre la sociedad, sobre la existencia…, pero de verdad creo que es así como es el mundo, así que pienso que soy realista. No hay otro remedio que hacer una evaluación pesimista del mundo. No puedo hacer nada al respecto. Siendo honestos, no queda otro remedio que ser pesimistas», dijo cuando le preguntaron en qué lugar se sitúa su cine.
Su ingenio para hacer películas «aparentemente sencillas de trama y factura», pero de fondo complejo, también fueron motivo de consulta.
«Me es más difícil poner. Es que crear algo es muy difícil. Bueno, si estás acostumbrado, no tanto. Hay personas que saben dibujar genial, te hacen un dibujo perfecto de un caballo. Yo soy incapaz. Pero ellos te dicen: ‘¡Si es muy fácil!’. Pues a mí me pasa lo mismo con las películas: puedo hacerlas. Y la gente las ve y piensa: ‘¡Qué difícil debe ser!’. Pero, si te dedicas a ello, no lo es, o no lo es tanto», expresó.
El director, de 83 años de edad, aseguró que la ficción es mejor que la realidad. A su juicio, esta última «es una pesadilla».
«La ficción la puedes controlar. Puedes hacer que los personajes estén tristes o contentos, puedes poner una música preciosa, pero en la realidad no controlas nada. Mire a la protagonista de La rosa púrpura de El Cairo: está mucho más contenta en la ficción que en la realidad. Lamentablemente, uno no puede vivir en la ficción, o se volvería loco. Hay que vivir en la vida real, que es trágica», explicó.
Al ser consultado sobre su estado de ánimo por las acusaciones de abusos sexuales y sobre el peso de toda la situación, Allen sostuvo que es un hombre afortunado.
«Echo la vista atrás, recuerdo mi vida y me siento como alguien tremendamente afortunado. Lo he sido siempre. He tenido buena salud. Tengo una mujer maravillosa. Hijos. Trabajo en algo que me encanta, adoro hacer películas y obras de teatro. Toco con mi banda de jazz por todo el mundo. Soy un afortunado y nada ha obstaculizado esa fortuna; tampoco todo esto que ha pasado, que es un error y una injusticia. Es una situación que está fuera de mi alcance, así que procuro concentrarme en mi trabajo y en mi familia. Pero eso no me impide pensar que la vida es una experiencia triste», dijo.
Cuando se le insistió sobre el caso y las pruebas de las acusaciones, así como una posible condena y la demostración de su inocencia, Allen se limitó a guardar silencio.
Sobre el significado de “posteridad”, “legado”, “huella” o “memoria”, Allen respondió: «No me interesa mi legado, no me interesa lo que hagan con mis películas cuando ya no esté, como si las tiran al mar. Una vez que estás muerto, estás muerto. Se acabó. ¿Usted cree que cuando haya cerrado los ojos me importará si la gente ve mis películas o no? Lo sé, hay gente a la que sí le importa la posteridad. A mí me importa un pito. Y estoy seguro de que lo mismo le pasaba a Shakespeare».
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