El 15 de agosto de 1993, Victoria Eugenia Henao supo que vería por última vez a su marido Pablo Escobar Gaviria. Ella huía con sus hijos a un refugio quizá seguro y él los siguió en otro auto. Antes de perderse en el camino, tocó la bocina dos veces. Y en ese sonido, su mujer encontró una despedida cifrada. “Que se parecía a un adiós para siempre”, recordó años más tarde.
Por Rodolfo Palacios / infobae.com
Al mismo tiempo, Mauricio Puerta, por entonces astrólogo de cabecera de presidentes, políticos, empresarios, banqueros y figuras del jet set, descubrió en la carta astral del narcotraficante colombiano más famoso de todos los tiempos un destino imposible de burlar. “Por la influencia de Saturno, tendrá cita con la muerte antes de fin de año”.
Henao veía señales por todos lados. Por su intuición, sus sensaciones, desde lo esotérico, pero la más letal era la amenaza real: su marido estaba acorralado. Cada vez más solo, casi sin sicarios, sin dinero y cerca del desenlace que hasta el mismo supo que iba a llegar.
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Para Óscar Naranjo, el general de las mil batallas, el final de Pablo era una cuestión de balas y no de astrología. Estaba sellado, como sienten los caza recompensas de los western cuando persiguen, al calor del desierto, al fugitivo más buscado.
Escobar murió el 2 de diciembre de 1993, a los 44 años, rodeado por sus enemigos, solo y acorralado, mientras trastabillaba descalzo por los tejados de una casa de Medellín. Uno de sus matadores (aunque su hijo sostiene que se suicidó de un balazo detrás de la oreja), posó junto a sus compañeros con un pedazo de bigote de Escobar, como un trofeo de guerra.
-Papá se suicidó. El tiro fue en la oreja. Me había incluso enseñado a ejecutarlo, por si me acorralaban. No lo mató, se suicidó. Por otra parte, el decía: “Prefiero una tumba en Colombia antes que una celda en los Estados Unidos”. Por otro lado, estaba descalzo. Como entregado. Estar descalzo implicaba que no iba a fugarse –le dice a Infobae Sebastián Marroquín, la nueva identidad de Juan Pablo Escobar desde que se exilió con su madre y su hermana Manuela en Buenos Aires, el 24 de diciembre de 1994.
-Creo que Pablo se mató para que nosotros pudiéramos vivir –dice Henao.
Tras su muerte, los enemigos de su marido querían matar a su hijo, pensando que podía ser el heredero.
-Les dimos todo lo que teníamos, negociamos. Pero la vida que llevó mi hijo les demostró que iba a estar del lado del bien, nada de guerras ni de seguir el legado sangriento de su padre -asegura la viuda del capo del Cartel de Medellín.
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Victoria Henao –ahora llamada María Isabel Santos- le reveló a Infobae hace un año, en la primera entrevista que dio a un medio de Sudamérica, que volvió a ver a Pablo.
Pero era un sueño.
Pablo Escobar está solo y en silencio. Sin su pistola favorita, la mítica Sig Sauer, ni su ejército de sicarios alegres y dispuestos a gatillar ante la mínima amenaza. El patrón viste de blanco y está sentado en una fuente de aguas danzantes. Aparece su esposa, Victoria Eugenia Henao, y se sienta a su lado. Él sonríe. Se abrazan, se besan, charlan.
-Voy a contar algo que nunca dije –le avisó a Infobae la viuda de Escobar en esa entrevista exclusiva- Pablo va a cumplir 26 años de muerto y lo soñé una sola vez. Me ha llamado mucho la atención eso. En el sueño nos encontrábamos en un clima mágico, fue como un momento muy especial y celestial entre los dos. Había mucha paz. Una paz que quizá nunca tuvimos. Yo creo en los que se van. Creo en la fuerza de los que se van de este mundo. Y siento (hace silencio) que converso con Pablo, con mi madre y con mi padre. Los consulto muchas veces. Siento que puedo ver a través de esa fuerza de los que se fueron. Y también les hago sus reclamos.
-¿Qué reclamo le hace a Pablo?
-Estoy muy enojada con él en medio de este proceso de catarsis e introspección con el libro que escribí (Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar, publicado por Planeta) . Sentí mucho dolor y muchas veces le preguntaba: “¿Qué significaba cuándo me repetías tantas veces que todo lo que hacías era por tu familia?”.
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-¿Usted cree que no lo hacía por la familia?
-Los hechos son tan complejos que desbordan a veces el análisis de esa situación.
-Hay una escena muy fuerte en el libro. La despedida.
-Fue un adiós para siempre. Sí. Lo sentí de esa manera. Pasaron 25 años de ese momento doloroso y cada vez que lo recuerdo se me hace un nudo en la garganta. La muerte asomaba a la vuelta de la esquina. Él nos abrazó a cada uno y cuando le tocó despedirse de nuestra hija Manuela no pudo contener las lágrimas. Luego nos siguió con su carro hasta que tocó la bocina dos veces antes de girar a la izquierda y perderse en la oscuridad. Ahí pensé que nunca más nos volveríamos a ver. Como si la bocina nos hubiese enviado un mensaje: “Adiós para siempre mi amor, adiós para siempre hijos míos”. Fue muy doloroso tomar la decisión de separarnos y demasiado riesgoso también. Estábamos tan muertos al lado de él como en manos del Estado colombiano.
En su libro, Henao revela cómo fueron los últimos minutos con Pablo. O sin él, porque tuvieron que distanciarse.
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En un capítulo, cuenta que en su refugio fueron visitados por gente del Ejército. Y en ese momento, sonó el teléfono:
Contestó su hijo.
-Hola, abuelita’ ¿cómo estás? No te preocupes que estamos bien, estamos bien-, dijo cortante y colgó.
Me llamó la atención el tono de su voz y pensé que en realidad había hablado con otra persona.
La charla con los generales empezó a alargarse y cinco minutos después el teléfono sonó nuevamente. Juan Pablo tomó el teléfono.
-Abuelita por favor, no nos llame más que estamos bien.
Pero esta vez mi hijo no colgó y me dijo que su abuela quería hablar conmigo. Salí corriendo hacia la habitación de al lado mientras Juan Pablo despedía a los generales.
Era Pablo. Me dio una inmensa alegría escucharlo, pero Juan Pablo entró corriendo y me dijo que colgara pronto porque era seguro que estuvieran rastreando la llamada. Entendí la advertencia y me despedí:
-Míster, de todas maneras, cuídese mucho. Usted sabe que todos lo necesitamos.
-Esté tranquilita, mi amor, que yo no tengo otro incentivo en la vida sino luchar por ustedes. Yo estoy metido en una cueva, estoy muy, muy seguro; ya salimos de la parte difícil.
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