Hace 40 años, cinco jóvenes de los Estados Unidos enfermaron de una extraña infección pulmonar. Ingresaron en tres hospitales, y desconcertaron a sus médicos. Dos de esos hombres murieron poco después de ser ingresados, y las biopsias de los cinco confirmaron que estaban gravemente enfermos de neumonía por un raro hongo oportunista que normalmente sólo ataca a personas gravemente enfermas e inmunodeprimidas.
Resultaba extraño: porque ese hongo no debería haber infectado a hombres jóvenes de entre 29 y 36 años, y mucho menos a cinco a la vez. Se trataba de los primeros casos reportados de personas con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), que causó una epidemia en el mundo que aún sigue vigente. Con el tiempo, se descubrió que la infección por el VIH afectaba al sistema inmune y aumentaba el riesgo de infecciones por otros gérmenes.
El día 5 de junio de 1981, los médicos informaron sobre el pequeño grupo de casos misteriosos en una breve carta de 521 palabras dirigida al Morbidity and Mortality Weekly Report, la principal publicación de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos.
Menos de un mes después, el médico Paul Volberding comenzó un nuevo trabajo en el Hospital General de San Francisco. Estaba formado en oncología y el primer paciente que vio en su primer día también presentaba un misterio: tenía un sarcoma de Kaposi. Se trataba de un cáncer relativamente raro que no afectaba a personas jóvenes, como era su paciente de 22 años. A finales de 1982, los médicos que reportaron los casos ya tenían la sensación de que probablemente se trataba de una nueva infección, que no podían entender.
En los años siguientes, se registraron casos de la enfermedad en personas con hemofilia, en un bebé que había recibido una transfusión de sangre, en niños nacidos en la comunidad haitiano-estadounidense, en consumidores de drogas intravenosas y sus hijos, y en mujeres cuyas parejas sexuales estaban infectadas por el mismo virus, que pronto pasó a llamarse VIH y la enfermedad que provoca, SIDA.
Más adelante, se descubrió al virus de la inmunodeficiencia humana, más conocido hoy por sus siglas VIH. Hoy se sabe que el virus se transmite por relaciones sexuales vaginales, anales u orales, entre personas del mismo o diferente sexo sin protección. El 90% de las transmisiones de VIH se producen por vía sexual. Aunque en menor medida, el sexo oral también es una práctica de riesgo, por lo que debe practicarse con un campo de látex.
También el virus se transmite por vía sanguínea: por contacto con sangre al compartir jeringas o canutos para el uso de drogas o cualquier otro elemento cortante o punzante. Puede transmitirse por la transfusión de sangre no controlada, y por la vía perinatal o vertical: de la persona gestante al hijo durante el embarazo, el parto y la lactancia. Es la principal vía de transmisión del VIH en niños. Pero hoy si una persona gestante recibe tratamiento y atención médica, el riesgo de transmisión del virus al bebé es casi nulo.
“Hace 40 años fue la primera publicación de casos que hablaba de una enfermedad infecciosa como una neumonía muy rara asociada a un trastorno inmunológico severo en hombres que tienen sexo con hombres. Luego, se lo identificó a la infección y se describió al agente causal, que es el VIH. El reporte de los casos fue un dato epidemiológico fundamental para que la comunidad científica y médica mundial prestara atención y iniciaran diferentes investigaciones que han demostrado que en realidad la emergencia del VIH ocurrió treinta años antes”, contó a Infobae Marcelo Losso, quien dirige actualmente el Servicio de Inmunocomprometidos e investigador responsable del área de enfermedades emergentes del Hospital Ramos Mejía de Buenos Aires.
Con el tiempo, se encontró que hubo un salto del virus desde simios a seres humanos en África, por la caza de chimpancés. Hoy más de 32 millones de personas en todo el mundo han muerto de VIH/SIDA desde que se identificó la enfermedad, incluyendo 113.000 niños y adolescentes sólo en 2018, la mayoría de ellos en el África subsahariana, según la ONUSIDA. En todo el mundo, unos 38 millones de personas viven actualmente con el VIH/SIDA, entre ellas más de 1,2 millones de estadounidenses, y cada año se producen una media de 38.000 nuevas infecciones en Estados Unidos. Hoy se conoce como “sida” al un conjunto de síntomas que aparece por una insuficiencia del sistema inmune (inmunodeficiencia) causada por un virus que se transmite de persona a persona (adquirida), según aclara la Fundación Huésped de Argentina.
La mortalidad por VIH se fue reduciendo a lo largo de las cuatro décadas gracias a los diagnósticos más tempranos de la infección, al desarrollo de tratamientos más eficaces y con menos efectos adversos, y al acceso de la atención médica. El conocimiento sobre la epidemia del VIH hoy sirve también para el control de la pandemia por el coronavirus. Uno de los líderes de la respuesta a la pandemia hoy, el doctor Anthony Fauci, de los Estados Unidos, también fue pionero en la investigación sobre el VIH en los años ochenta.
En mayo de 1983, la científica Françoise Barré-Sinoussi con su equipo del Instituto Pasteur de Francia reportó el descubrimiento del VIH. En 2008, investigadora fue reconocida como co-descubridora del VIH con el virólogo francés Luc Montagnier, al compartir el Premio Nobel de Medicina.
A partir de la epidemia de VIH, se aumentaron los controles sobre las donaciones de la sangre y el uso de equipos de protección individual por parte de los trabajadores sanitarios. En 1982, antes de que se aislara el VIH, los CDC publicaron nuevas precauciones para los trabajadores sanitarios, que incluían amplias orientaciones sobre el uso de guantes, batas y mascarillas, y advertencias específicas sobre la manipulación de jeringa y otros objetos punzantes.
A raíz de la emergencia que implicó el avance de las infecciones por HIV, se organizaron movimientos de pacientes, amigos y familiares que reclamaron por el desarrollo de medicamentos, su autorización rápida y por el acceso para todos. Esos reclamos condujeron a nuevos instrumentos de las agencias sanitarias para autorizar productos médicos. De hecho, se han empleado con la autorización para uso de emergencia de las vacunas contra el COVID-19.
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